Sobre el incómodo momento que sufrió Kel Calderón cuando Pangal subió una foto suya sin los retoques que ella le había hecho en su IG, pedimos: Un poquito de honestidad y solidaridad de género. No caigamos en la trampa del patriarcado.

por Estefanía Sepúlveda

“No la hizo piola”, “se quitó varios kilos la patúa”, “¿quieres bajar 5 kilos sin dietas ni ejercicios? Inscríbete en clases de Photoshop con Kel Calderón”. Todos los comentarios lapidarios a la misma-pero-diferente imagen que subieron Raquel Calderón y Pangal Andrade (su novio) a sus respectivas cuentas de Instagram corresponden a mujeres; mujeres a las que les agrada sentir que ganaron porque la famosa perfecta tiene inseguridades, al igual que ellas.

Y la forma de celebrar este falso triunfo es exponer a la implicada. ¿Por qué el foco está  en evidenciar la edición que hizo Kel de su apariencia física en una foto y no en las razones que la llevaron a realizarla? Sin buscarlo, la imagen que subió la Licenciada en Ciencias Jurídicas desató una problemática superior sobre a qué tan hábil es en ocultar los kilos que, para ella, serían un defecto.

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Desde los precarios y polvorosos tiempos de Fotolog (RIP), cuando la tecnología nos permitió exhibirnos ante otras personas en dosis diarias, desarrollamos una aptitud para lograr el mejor ángulo, ese que lograra destacar nuestro maquillaje, vestuario y peinado, en paralelo con generar un efecto que nos permitiera vernos lo más delgadas posible. ¿De dónde creen ustedes que salió la inspiración para las fotos pokemonas? Desde las alturas permitidas por nuestros brazos o gracias al temporizador de nuestras Cybershot de 4 MP es que podíamos destacar nuestro rostro, sin preocuparnos tanto por el abdomen plano e imposible de lograr.

En esa época también nos reíamos si nos dábamos cuenta de la cabra que se “alisó” las espinillas y los poros; de la que usó una herramienta que redondeaba su busto (y, de paso, pasaba a ondular el cielo o una mesa), o la que, sin mucha experiencia, aplicaba Paint para rayar el fondo y delinearse una figura de reloj de arena. Más de alguna se burló del intento desesperado por alcanzar un estándar de belleza potenciado por la industria de éste rubro, al tiempo que buscábamos softwares que la hicieran más piola para vernos delgadas. Yo también me reí de lo mismo, hasta que capté que hay un grupo muy poderoso que se burla aún más fuerte de esta pelea ridícula entre mujeres.

Y en tiempos de filtros “embellecedores” en Snapchat y apps que nos adelgazan en cosa de segundos; en momentos en que el mundo del maquillaje ha puesto de moda el “no make-up makeup” para hacernos creer que nuestras ídolas no usan hasta 5 tipos de bases y correctores para verse recién levantadas (Beyoncé: respect, pero sabemos que no despertaste así), obvio que incluso las que están en posición de privilegio, en términos económicos, sienten la presión de verse siempre delgadas. O más delgadas en caso de ya serlo.

Lo anterior habla de una batalla históricamente ganada por esa palabra que tanto detestan en el mundo del comentario Emol: patriarcado. No agrego este término a modo de comodín, sino para explicar que este conjunto de prácticas que refuerzan la dominación masculina en todos los ámbitos también cala hondo en cómo mantenemos esta aparentemente interminable pelea entre mujeres, desatendiendo que este basureo superficial está instalado por quienes quieren que sigamos pensando que nuestras pares son enemigas y no nuestras aliadas. Si te da risa que Raquel trate de verse más flaca en sus fotos, no sientas orgullo o satisfacción; examina tu conducta. Debería producirnos la más profunda frustración de que aún tengamos que hablar de esto.

¿No hay solución, entonces? Pucha, aún está difícil, si incluso mientras escribo pienso que puedo caer en la inconsecuencia, porque me preocupo de mi peso y no subo fotos que me “perjudiquen”; pero sí hay algo que podemos hacer todas: cortar el chaqueteo. Cuanto menos nos importe que una famosa feminista o una cantante minísima se arreglen el cuerpo entero con Photoshop, menos sentirán ellas la necesidad de tener que hacerse de nuevo frente a las cámaras y no tendrán que borrar las fotos como hicieron tanto Pangal como Raquel. Dejemos vivir.