Celebrando los 200 años de Darwin, mi tercer año de cábalas, mi décimo cambio de casa y mis mil cambios de hombre (exageré con esto). ¿Cómo me encontré con Darwin, la evolución, mi superstición, mi closet y todos los susodichos al mismo tiempo?

Y con el cambio de año, vino también el cambio de novio y el de casa.

Sobre el novio, solo debo decir que se ha transformado en una cábala terminar los 1 de enero. Llevo 3 años consecutivos haciéndolo y siempre me ha dado buenos resultados. Nada de lentejas, ni 12 uvas, ni vuelta a la manzana con la maleta. Créanme, los “primer día” del año broke ups son infalibles.

En cambio, la mudanza fue un poco más difícil que un simple “terminemos”. No por el cansancio físico, ni porque ya no voy a tener patio, ni el paradero en la puerta. Lo complicado es deshacerse: chao cosas feas, chao tallas de pantalones que nunca me van a volver a entrar, chao poleras de flores fosforescentes, chao glitter, chao pañuelos (aros, pulseras o cualquiera de esas cosas) de feria de artesanía, chao chaquetas y chalequitos cortos, chao pescadores (o capri), chao faldas medias campanas.

Es chistoso, porque a medida que vas ordenando tu closet te vas encontrando con cosas “ou mai god” y tratas de acordarte: por qué mierda fuiste capaz de salir a la calle con eso si tus amigas te lo advirtieron. Te ríes un rato, y juras que desde ese día en adelante serás mas consciente y no saldrás de tu casa como Cindy Lauper.

Y en cierto sentido, lo mismo pasa cuando cambias de lonji y te das cuenta de lo feo y basura del sujeto. Entonces, tus amigas tenían razón y después de un “ou mai god” no te explicas cómo fuiste capaz de salir con él. Es siempre así. Para la próxima ya tienes un par de “MUST” y “MUSN´T” que deben poseer tus futuros noviosoalgoasi, y al igual que la ropa, vas aprendiendo que el loco reventado te queda tan mal como la polera amarilla, que si bien sirven para pasarlo bien por el rato, tienes muy claro lo macabra que te ves.

Es como una clase de darwinismo noviazgal, o vestuarial (gracias, acabo de inventar dos palabras), donde vas desechando, desechando, desechando y solo lo mejor sobrevive.

(O por lo menos eso te gusta creer).

Lástima que los placeres culpables existen. Me gusta bailar Destiny´s Child pilucha en mi pieza, tanto como me gusta ver a la gente caerse en la calle, ponerle las papas fritas a la hamburguesa o usar beatles y boinas. Tanto o más  como cada verano –desde que estoy en el colegio– me encuentro con el mismo lonji. Así pasa con la ropa, con la música, con la vidars. Es todo aquello que sabemos que es bien mierda, y nos parece atractivo de todos modos. Sabemos que nadie tiene por qué saber, y eso lo hace mas entretenido.

Estoy segura entonces de que este año será bueno. Nada muy fuera de lo común: cumplí la cabala, regalé la ropa fea y me compré un par de poleras lindas, tuve un reencuentro con el santo hombre veraniego y conoci a un tipo mucho mejor que el anterior.

Gracias Darwin.