Una discusión para después: ¿Cómo hacemos un erotismo inclusivo?

Educar el no abuso y educar la no violación de los cuerpos no dominadores implica educar un erotismo inclusivo que no fomente la sensación de descarte, que no genere resentimientos y que no obligue a las personas a participar en un ruedo erótico.

Diré una obviedad: las luchas de género nos atañen a todas las personas, más allá de nuestros géneros. ¿Por qué? Porque esas luchas reconfiguran las fronteras de nuestros roles de género y reconfiguran las normas de nuestra convivencia. A los hombres, nos obliga asumir la redistribución de nuestros privilegios.

Como hombres, somos responsables de ceder nuestras cuotas de poder. Y en el caso de la vida íntima, tocará replantear toda una cultura relacional basada en algo eufemísticamente llamado “conquista”. Pepe Le Pew, a ti te estamos hablando.

Más allá de nuestras orientaciones sexuales, hemos sido educados como hombres en un sentido patriarcal, de dominación, de “llevarla”. En consecuencia, hemos sido educados para cazar y llevar una presa que colgaremos en nuestra pared, luego de que le hayamos cortado la cabeza, para ufanarnos de su caza y contar la proeza en nuestras conversaciones de anécdota de sobremesa. De ahí que tendamos a definir nuestra masculinidad desde la cantidad de cabezas que tenemos colgadas en la pared.

Nuestro éxito como sujetos eróticos tiene directa relación con cuántas personas hemos participado en actos transaccionales. Mientras pasemos por más manos (o por mejores manos) nuestro valor especulativo sube en el mercado.

Y buscamos la forma más rápida y eficaz de participar en estos ciclos de creación de valor.

Si nuestros cuerpos pueden satisfacer una expectativa erótica masiva, buscaremos mejorar nuestras posibilidades de entrar en el ruedo erótico a través de pequeñas tácticas que deriven en un mejor interés (digamos) orgánico de la otra persona. Entre dichas tácticas, podemos hablar de entrenamientos en un gimnasio, adquisición de destrezas amatorias prostitución mediante, cirugías plásticas o simplemente dinero (para ofrecer ante la otra persona una relación de estilo proveedor/dependiente). Con estas formas, asumimos que la otra persona tendrá un interés no coaccionado para sostener una relación con nosotros.

Hay personas que querrán entrar a este ruedo especulativo desprovistos de ese cuerpo o de esa presencia que pueda satisfacer dicha expectativa erótica orgánica. Esos hombres entrarán en desventaja a la hora de determinarse cuantitativamente como grandes sujetos de conquista. Con tal de reducir la desventaja, buscarán recurrir a otras posibilidades que tengan a la mano para poder sentirse sujetos que logren “pescar algo”, sujetos que satisfagan el ideal de hombre que la cultura especulativa patriarcal les ha configurado.

Si no tenemos esos cuerpos que satisfagan la expectativa, pero sí tenemos los recursos que compensen nuestras limitadas posibilidades de “pescar algo” consensualmente, los emplearemos para ganar las posiciones que el interés orgánico no nos permitiría avanzar. Ocuparemos nuestras posiciones de poder para lograr una probadita de éxito falsa, que no es consensual, pero que nos hace sentir guapos a través de la “captura” del otro deseado, gracias a una posición de poder que nos facilite camuflar (?) nuestro interés en colgar presas en nuestras paredes.

Ahí están los profesores universitarios que ofrecían promover en sus ramos a las alumnas a través de felaciones, los fotógrafos que acosaban sexualmente a sus modelos para poder lograr una satisfacción sexual o los directores de televisión que glorificaban el casting sábana; todo esto, con tal de poder sentirse triunfadores todos ellos.

También puede ocurrir que los actos agresivos previamente señalados no son posibilidad porque no tenemos ningún poder con el cual intimidar los intereses románticos que quisiéramos marcar en nuestro checklist imaginario. Puede suceder que seamos subalternos entre los subalternos, que seamos cualquier cosita y que no podamos ofrecerle nada valioso a otro a cambio de una chupada de pico sonsacada o a través de un acto sexual humillante para quien debe padecerlo.

Al estar fuera de esa dinámica especulativa, tienes explícita conciencia de que eres una persona excluida, de que tu cuerpo no forma parte de ninguna expectativa erótica de ningún interés. Tu cuerpo ha sido decretado prescindible por el ruedo erótico. La lógica especulativa del erotismo se convirtió (permiso, Didier Eribon) en una máquina de eliminar. Nuestra cultura genera descarte de erotismo entre personas intrínsecamente deseantes. No tenemos cómo ofrecerles una expectativa a esos descartes para que puedan sentirse eróticamente válidos.

Si les ofrecemos solamente especulación, nuestra cultura les ofrece a los hombres descartados ansiedad (la cual de traduce en evasión gracias al consumo de drogas, la modificación del cuerpo aborrecido con cirugías plásticas, adicción a la prostitución), depresión (u otras patologías relacionadas con las fobias sociales) y/o resentimiento.

Enséñales a mascar rabia a personas que han tienen absoluta conciencia de ser el descarte de las expectativas eróticas de una época. No van a poder: no puedes condenar a una persona a padecer voluntariamente su propia miseria.

Esos hombres no sentirán culpa ninguna de desencadenar venganzas a través de asesinatos seriales o derechamente legitimando y/o ejerciendo la violación. La cultura les ofreció una expectativa que ellos mismos no fueron capaces de satisfacer y ellos se sienten con un supuesto derecho de «recuperar» lo que no pudieron lograr orgánicamente.

¿Qué respeto tienes por tu entorno cuando te sientes fuera del mismo? ¿Por qué debes respetar las reglas que te impone un sistema que te excluye? ¿Con qué fin?

Dada esa situación, no resulta ajeno que los excluidos de estos sistemas de relaciones pretendan eventualmente organizarse y armar un discurso contra una forma de opresión que por un lado los descarta de su erotismo, pero por otro les dice que deben validarse como hombres a través del ingreso al ruedo erótico.

Ahí tenemos a críos como los incels, esos chicos que se definen como “célibes involuntarios”, que reivindican un machismo abominable, apologista de la violación: la cultura les dijo que ellos eran los descartes del erotismo y ellos prefirieron organizarse y atacar en contra de aquellos discursos que (según ellos) limitan sus posibilidades de desenvolverse eróticamente.

En algún momento del camino, las políticas públicas con enfoque de género deberán considerar el efecto colateral de educar el no abuso y la no violación dentro de los parámetros del ruedo erótico de una cultura especuladora. Educar el no abuso y educar la no violación implica hacerse cargo de las causas culturales que pueden promover estos hechos.

Educar el no abuso y educar la no violación de los cuerpos no dominadores (mujeres, hombres en posición de sumisión) implica educar un erotismo inclusivo que no fomente la sensación de descarte, que no genere resentimientos y que no obligue a las personas a participar en un ruedo erótico. Necesitamos una educación erótica que llame a las personas a no usar el recurso de la especulación, que tenga en claro que la especulación genera descarte. Necesitamos una educación erótica que reivindique a los cuerpos distintos, a los cuerpos descartados por el ruedo erótico y les dé dignidad.

El erotismo debe ser enseñado bajo parámetros no especulativos.

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