Por Ignacio de Geyter.

El viernes 18 de marzo pasado, Andrés Velasco, exministro de Hacienda y candidato presidencial en las últimas primarias, lanzó un carrete para juntar firmas y poder lanzar su partido Ciudadanos (Cuyo logo es una erección deshinchándose) y salieron un par de noticias al respecto. Yo estaba terminando mi práctica en La Segunda y de la sección de política me pidieron dar testimonio. Todos los conocidos que habían ido al carrete eran amigos de la dueña de casa, Chayo o algo así y no quisieron hablar (obvio). Yo tampoco tenía ganas, pero es algo muy triste como para no contarlo.

Ser parte del movimiento no implica nada, después se pueden salir si lo quieren, y si no se salen lo único que les podría pasar es que no puedan votar en la primaria contraria a la del movimiento!

– Invitación a firmar por Partido Ciudadanos

Me enteré del carrete mientras chupaba en la terraza del departamento de un amigo, al lado de escuela militar. Tomábamos whisky (igual de curado, menos caña y no me sube la glicemia) con el dueño de casa, Rodrigo y mi amigo mitad francés Javier (¿Qué importa que lo sea?, nada).

Rodri nos mostraba el evento en Facebook y Javier tomaba mientras se reía. La descripción decía: “No se puede entrar sin carnet y sin firmar”, y al final, como para quitarle peso al asunto: “Ser parte del movimiento no implica nada, después se pueden salir si lo quieren, y si no se salen lo único que les podría pasar es que no puedan votar en la primaria contraria a la del movimiento!”, bomba papá. Entre los tres discutimos y dijimos que iríamos e intentaríamos entrar sin firmar.

Sin-título-32

La calle era Juan Bautista Pastenes, en Vitacura, casi a la altura de Candelaria. Nos pasó a buscar Nicolás, avezado Dj que llegó achorado, prendido y -ni ahí con firmar-, la raja, porque ya estábamos arriba de la pelota. Llegamos a la dirección y cachamos altiro que las papas quemaban, un calvo y fornido guardia cuidaba la entrada de la casa.

– ¿Cómo está adentro?
– Qué quieren que les diga
– Si nos conviene entrar po’
– Lo único que les digo es que faltan hombres
(Nos miramos)

Termina de decir esto y seis rubias maní con miel (de esas que vienen recién llegando de Pirehueico o Caburga), nos saludaron por la buena onda y entraron al caserío. Ni hueones entramos derechito en fila india al hall de la casa, aunque Javier se fue nomás, el único que encontró increíblemente penca la situación y, más noble aún, me dejó la botella.

Ya bajo techo la entrada se conectaba con el living que daba al patio y a la izquierda un hall daba al comedor y a la cocina. A Rodri lo saludó un gallo desde esta última y pasó sin firmar, la hizo. Nico y yo intentamos pasar por el patio, pero un compadre estaba meando en el jardín, preguntando si habíamos firmado, así que dimos media vuelta y a la cola nomás.

En el comedor la cosa se puso densa. No creo que muchos se hayan cuestionado tanto lo que estaba pasando, pero sí sabían que era algo raro o que no correspondía.

Una mesa para diez personas llenaba casi toda la habitación, a un lado de la mesa estaban una señora flaca y algo mayor (supongo la mamá de la dueña de casa o bien trabajaba en Ciudadanos) revisando correspondieran carnet y el documento de inscripción. A su izquierda un barbudo en las mismas y a la izquierda de éste, un viejo algo misterioso, quien se rumoreaba era el notario, ya que se veía serio y revisando las firmas de manera diferente a sus colegas.

Sonaba reggaetón antiguo de fondo y Daddy Yankee es el recuerdo que tengo mientras me vendía. Supongo que estaba lejos de mi casa, ya había tomado, me gustan las lais y pensé que si un partido es tan penca como para lanzarse con firmas de hueones con plata, a cambio de copete gratis, firmar ya no ensuciaba mucho más el asunto.

Un luz fuerte y amarilla quemaba los ojos dentro de esa pieza, nadie hablaba en voz alta, todos susurrando, comentando con palabras cortas como “pásame el tintero, presta lápiz, siéntate, permiso”, estábamos incómodos.
El documento de inscripción no era más que el mismo de Mercado Libre: Nombre, rut, fecha de nacimiento, comuna, firma y en este caso huella digital. Lo rellené lento, con la mano temblando y media sudada. Estaba exageradamente paqueado por los tres viejos, la almohadilla de tinta, la amiga tipo azafata que gentilmente nos invitaba a pasar, la luz que reflejaba todo el brillo de los carnet, el rumor y cuchicheo de todos, nerviosos y haciendo un trámite; que tenía que ser rápido, que te estaban mirando y que al final era todo por un carrete, uno como cualquiera, pero a cambio de darle a un partido (si es que llegan a serlo), tu firma.

A un partido que, una vez consiga lo que necesita, se jactará de representar a quienes dice hacerlo, sabiendo que sus cimientos fueron a costa de dar promos gratis en una casa de Vitacura.

Terminé de escribir, puse firme el dedo, pedí bisbiseando una servilleta y me fui de ahí sin mirar nadie. Doblé a la cocina. Nico firmó antes que yo y ya había entrado, así que bajé solo por la cocina a través de una escalera que daba al garaje donde todos bailaban. Era un subterráneo abierto al patio, donde se estacionaban los más de cuatro autos que cabían con facilidad en el espacio del carrete.

El lugar era largo, muy iluminado. Al fondo habían unos sofás viejos y dos mesas puestas en L que sostenían, cuatro torres con vasos de cumpleaños (pencas, había que usarlos doble), un pack de ocho Cocacolas de dos litros y medio (normal y light, no se asusten), otro pack también de unos ocho Alto del Carmen (sorry Velasco, pero el Mistral cuesta lo mismo en la boti), dos cooler grandes con hielo y el resto eran dos canastos, cada uno como con 15 paquetes individuales de ramitas y papas fritas (Horror). Menos mal que el evento especificaba que no pasaríamos hambreentre varios amigos nos vamos a poner con todo, alcohol comida y música. No es necesario que traigan nada”.
Con tanto cariño me alegré de haber traído el whiscacho.

Miré a todos a la rápida y la luz del patio me cegó el doble, a priori no había pelo negro. No conocía a nadie, sólo a Rodri y Nico. Todos los demás eran conocidos entre sí y sin conversar mucho, logré conocerlos casi enteros ”Buena, sí, Comercial UDD; Buena, sí, Pedagogía UAndes; Buena, sí, Comecial en la Cato”, todo súper buena onda ¿o no? Por mucho que hablé mujer tras mujer y conocido de Rodri tras conocido, nunca fluimos mucho.

Menos mal que el guardia no nos mintió, faltaban hombres y se notaba. Soy pésimo en matemáticas, pero digamos que la proporción era 2 a 1. Casi todas las mujeres estaban con vaso en mano y chochas por haber entrado; los hombres sólo reían y joteaban piola (já). Algunas lolas, ya medias happy, conversaban sobre lo que costó la entrada:

– Wna, ¿qué hicimos, por qué?
– No cacho, si ya entramos, filo
– Pero, ¿Velasco es de derecha?
– No lo sé, wna, en serio filo y si es así, ahora somos de derecha nomás
(Ambas estarían dentro de una hora haciendo la rueda y vueltas de carnero alrededor de una botella de vino blanco).
A eso llegaba el cuestionamiento de todos los que estábamos ahí y para todos fue raro. Nico y yo nos sentimos medios violentados, culpa nuestra; de nuevo: menos mal quedaba whisky.

El carrete prendió y se notaba Vitacura. Olvídense del perreo chacalonero e intenso (O sea, sí pero guardando proporciones GCU) Nadie bailando pegado y todos tiesos, todos bien portados, pero curados. Hombres flacos, ojitos de piscina, sacando a bailar a niñas flacas ojitos de piscina. Sé que suena medio cómic, pero el carrete llegó al círculo preciso: Casi en un 80% era mezcla de San Ignacio (quizá yo era el único), Verbo Divino, Grange, Ursulinas y mucho San Benito, todos potenciales cuicos alternativos. Nada mejor para el centroizquierdismo de Velasco.

Saqué a bailar niñas con Rodri, él es actor, más lanzado, un estratega; sólo iba a grupos de tres mujeres, agarraba de la mano a la que bailaba aparte y a mí me dejaba en el limbo, obligado a ir a tomar y volver en un rato. Tres veces me la hizo el hueón, de oro.

A la cuarta vez sacamos a bailar a dos rucias lindas, altas, una de ellas era uruguaya. Me contó que no sabía porqué estaba aquí, que no había firmado; preguntó mi nombre yo yo el de ella, le dije que el suyo era un nombre re-lindo, pero la verdad es que nica la escuché (estaba ciego por un pito, curado como tagüa y la única razón por la que ella se habría acordado de mí, serían mis pasos de doble zurdo y mi chaqueta como la jardinera de Justin Timberlake en este video.

Bailamos un rato y no pasó nada con la uruguaya, quizá porque el coqueteo físico-intenso no era trendy y ya se acercaban las cuatro de la mañana. Me di cuenta que todos estaban hechos bolsa.

Había pasado casi cuatro en ese carrete, donde el firmar fue chiste y donde llevaba horas hablando con nadie de quien recuerde un solo nombre o con quien haya hablando más de siete minutos. Todos eran zorrones (as) simpáticos y todos eran de tres universidades. Ninguno de los que estábamos ahí cuestionamos el el poder que dimos a un partido corrupto, poco ético y quienes organizaron el evento lo sabían bien.

Tipo cuatro nos echaron a todos y salimos en patota a buscar el auto. En el camino nos topamos con una amiga del preu y su pandilla, estaban tomando Santa Helena tinto en una esquina y estuvimos allí hasta que un vecino llamó a los pacos, creo que llegaron en tres minutos, si es que.

Quienes estuvieron a cargo del carrete conocen muy bien su target, lo hicieron central dentro de la comuna, un viernes, como excusa de un cumpleaños, con copete gratis y a un grupo ínfimo de cabros jóvenes y light.

A finales de agosto del año pasado revista Qué Pasa develó que grupo Angelini donó más de 16 millones de pesos en 2012 a la sociedad de Cristóbal Aninat, uno de los gestores de la primera fundación de Andrés Velasco: Tierra Firme, que después sería Fuerza pública y hoy es Ciudadanos. Velasco declaró como imputado por estas platas, además de haber cobrado $20 millones por un supuesto almuerzo con los empresarios de Penta, 10 días antes de las primarias.