Cuando se acaba una de tus bandas favoritas, una parte de ti muere también. Columna emo para el adiós a un grupo punk.

por Felipe Gómez

No me caracterizo por tener buena memoria, pero sí hay una cosa que recuerdo claramente: la primera vez que escuché a los Fiskales.

Era un cassette pirata, probablemente, la copia de la copia de la copia del original, estaba en manos de un primo. Sonaba pésimo, con ese típico ruido noventero, parecido al que hacen las papas cuando se están friendo en aceite hirviendo. Era el “Matarratas”, un demo terriblemente mal grabado (la precariedad de la época, supongo), pero me dejó pegadísimo. Vivíamos en Talca y si hacia mediados de los 90’s era dificil conseguir música en Santiago, imaginen lo complicado que era para los que vivíamos más al sur.

Teníamos que esperar que alguien que había viajado a la capital, llegara con música nueva y que tuviera la voluntad de dejar copiar sus tesoros…

Esta mañana leí que los Fiskales ya no van más. Se cansaron. Se hicieron viejos. Puta, era esperable la verdad… pero todavía estoy digiriendo la noticia mientras escribo. Me dio pena. Estoy en el trabajo y con cara de culo. Pienso en “gris”, una canción que sale en el Traga! Mi compañera de asiento me mira no entendiendo nada y se ríe. No lo entiende. Y yo tampoco. Es que no pensé que algo así podría tocar alguna fibra en mí. Muy poco punk de mi parte. Lo sé. Pero qué tanto… si tengo un montón de recuerdos de adolescencia, un poco difusos entre pitos y borracheras, musicalizados por los Fiskales.

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Sigo recordando cuántas malas decisiones tomé también por culpa de ellos. También algunas buenas, como asumir la vida de la forma más contestataria posible. Cuántas sacadas de chucha, cuántas cañas, cuántas pololas, cuántas penas y momentos bacanes he vivido junto a estos locos. De forma intangible, pero al lado mío.

Estoy seguro que un montón de personas les han dicho lo mucho que significan su música y letras en sus vidas. Quizás, hasta les molesta. Da igual. No quiero redundar ni insistir. Seguro que hay varios más que yo, con historias más bacanes para contar con los Fiskales Ad-Hok y que están padeciendo igual o peor el final de la banda. Pero sentí la necesidad de vomitar esto en el teclado y compartirlo.

No sé si da para tanto, quizás exagero. Pero es lo que siento ahora: varias cosas de mí serían distintas si no hubiese escuchado el “Matarratas” con mi primo en Talca, ese día perdido en el calendario del ’95.

Gracias locos. Por la actitud, la sinceridad y por los buenos y malos ratos que me hicieron pasar.

Todos suman. Seguro vendrán varios más, porque -citando la entrevista final de Álvaro España- los Fiskales van a seguir, pero en los discos. ¡La pilsen de esta noche será en su honor! (y la caña también, otra vez).