Amiga 1: “Argh, si no estuviera pololeando me hubiera hecho mierddd a ese hueon”.
Amiga 2 (Yo): “Nunca más con estos zapatos”.

Así terminó la noche, y sobre todo lo lady, y eso me lleva de nuevo a pensar que las que pololean tienen siempre mejor suerte. Dicen que uno libera feromonas o no sé qué, porque supuestamente uno anda contenta. Yo creo que va más porque a los hombres siempre les gusta lo prohibidorss y no la actitud slutty de mi polera putera (pronto describiré esto).

Igual no me puedo quejar. Bailé con el argentino más alto del lugar, quien se esmeraba en subirme la autoestima con sus piropos, y eso es siempre bien recibido. Bueno, hasta que se puso pegote y dame un beso que aquí que allá, que la luna y el sol y la casa en la plasha, pero mientras él más la vendía yo más mañosa me ponía (no estamos acostumbradas a este joteo meloso). Por suerte, las mujeres tenemos códigos, códigos que mis amigas después de años y años de ardua práctica entendieron al minuto uno y corrieron a socorrerme.

Es evidente que la noche no andaba tan bien, eso que no he mencionado aún que fuimos a una discotheque donde éramos las únicas chilenas. Mar de argentinos, tanto así que no vendían piscola si no Fernet, y no era reggaeton si no que cumbia villera. Entonces, luego de este romance fallido con el jote romanticón, ir a sentarse y ver las tenidas de las apolíneas argentinas parecía un panorama mucho mejor.

En una de esas lograba descifrar sus secretos para tener a todos los hombres del litoral a mis pies.

No me demoré mucho en cachar. El truco NO está en sus pasos de baile (ya que nosotras les volamos la raja en eso – aunque no debí incluirme -). NO está en su bronceado café (porque si ellas quedan cafés nosotras negras). NO está en su pelo eterno y liso (porque las santiaguinas también saben de eso), ni tampoco está en sus “vos”, “boluda” y el griterío que tienen en el baño. El secreto son los shores, muy muy muy cortos, blancos, con chalitas con tiritas que se amarran en los tobillos, y la polera (en este caso remera) que muestre un poco de guata. Ese conjunto es la clave del éxito.

Yo lo sé, soy testigo de esto.

Pero bueno, mientras no sea capaz de hacer un poco de deporte, ni dejar el ravioli, habrá que resignarse con los pantalones hasta los tobillos y la polerita bien larga (para que pase piola que no tienes culo), porque, después de todo, pertenecer al 99% de las mujeres normales, que tienen celulitis y rollos no es tan malo como nos enseñaron.