Para nadie es nuevo que el transporte público en Santiago está realmente colapsado. Ya pareciera ser que estamos acostumbrados a ver cómo la gente pasa por el tótem de la micro sin siquiera arrugarse por no pagar el pasaje.

Y es que el saltarse el pago es una forma de protestar contra un sistema que como ya sabemos funciona como la callampa, y que al ser un servicio que está mal entregado es la justificación perfecta para zafar. O bien, simplemente porque es posible aprovecharse de que no hay una fiscalización real que frene este tipo de conductas.

Pero en el metro la historia algo cambia un poco, ya que por lo menos las máquinas y torniquetes que impiden el paso sin el ticket o el “bip” de la tarjeta permiten que “todos” nos metamos la mano al bolsillo y que gracias a eso se formen unas filas abismales en las horas punta.

02 Marzo 2009 Metro Las Rejas a regreso de vacaciones, muestra poco flujo de usuarios del Transantiago. Lunes 02 de marzo a las 8:30 am. Fotos:Nadia Perez/ La Tercera

Ahora, esta situación inevitablemente genera una concentración de humanos chatos, apurados, impacientes y malhumorados que no dan pie a un trato amable del uno con el otro. Aquí la ley del más fuerte prima en todos los que parecieran tener problemas más grandes que los de uno por llegar  a su casa/trabajo/whatever.

Y es en esta misma tónica que últimamente me ha tocado ser partícipe de una reacción que si bien dista de ser normal, ya es algo que no pareciera inmutar a nadie.

No me caracterizo por ser una persona que anda con la cara llena de risa por la calle, por lo general camino rápido y sin pescar mucho al resto. Pero si hay algo que siempre hago es decir por favor, gracias y pedir permiso… quizás esta vez no fue suficiente.

Hoy iba saliendo de la estación Manquehue a eso de las 6:30 pm y la hora punta hizo lo suyo: una “damisela” me echó la foca con una patada en la pierna al no escuchar que le dije permiso cuando quise pasar. Me di vuelta para encararla y decirle que qué mierda le pasaba. Para mi sorpresa, la tipa llegó con un desplante impresionante de Mortal Kombat gatuno al ataque; agarró mi mano con la suya, con la otra me pescó de la cabeza y me empezó a gritar frente a todo el mundo que me iba a sacar la cresta. Sin darme cuenta de un segundo a otro me tiró al piso,  sacándome literalmente el pelo mientras me empujaba hacia una pared donde quedé “reducida”. Como pude, entre patadas y arañazos empecé a tratar de sacarle los brazos de encima y gritarle que me soltara, pensando que se iba a aburrir rápido o que alguien le pararía los carros; ninguna de esas dos cosas pasó hasta que por fin luego de al menos unos 30 (eternos) segundos en que estuve todo el tiempo pidiendo ayuda llegó una niña de entre medio de toda LA GRAN FILA de espectadores a tratar de separarnos.

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Intenté que los guardias del metro hicieran algo, pero para mi sorpresa me dijeron que solo podían llamar a Carabineros, ya que por ser hora punta podían demorar tanto 20 minutos como 3 horas en llegar y que, al yo haberme defendido me iban llevar también en cana por agresión, por lo que procedieron a pedirle los datos a la tipa (solo anotaron su nombre porque justo no se acordaba de su rut….ok), WENA. Hasta en Caso Cerrado me hubiesen dado una mejor solución.

Nunca me había pasado algo como esto pero es fome vivir en carne propia eso de estar en una situación penca y que todo el mundo se quede mirando como si fuera una teleserie en tiempo real. Pucha que estamos mal.

Y es que suena como a cuento cuando te paras a pensar en que la capacidad de asombro ya no es más que una utopía que existió alguna vez… simplemente parecer ser que es algo que ya no existe. Para qué decir la tolerancia y el respeto con el/la que tienes a tu lado.

Siento que la prepotencia colectiva se ha vuelto algo tan grande que es como una bomba que está siempre a punto de explotar, ya que si no eres la víctima, pasas a ser el victimario.

Y la verdad es que con esto no pretendo culpar a nadie si estamos todos metidos en un mismo saco, de hecho, a más de alguno (me incluyo) le dan ganas de hacer lo que hizo esa mina conmigo hoy solo por el hecho de que “invadí” su metro cuadrado y también reaccioné frente a su histeria porque sí, tenemos rabia, indignación, impotencia y mucha ira acumulada… pero aunque siempre aleguemos que el sistema está como la mierda, que Chile aquí, Chile allá, ¿qué podemos hacer para cambiar eso? El mundo enfermo y triste es aquí, ahora y creo que no hay que olvidarse de lo que somos. No es tan difícil internalizar de que el cambio parte por uno, y que por más chico que sea, puede influir en el otro para que se haga realidad, es cosa de bajar las revoluciones por un momento y de ser un poco más humanos cuando nos enfrentemos a la sociedad.

porfa

Finalmente, frente a una situación que “simplemente se salió de las manos” y me dejó con una mota de pelo en la mano sumado a un gran dolor de cabeza, sólo me queda agradecer que aún no hemos sido todos abducidos por los ovnis y que todavía tenemos la capacidad de crear conciencia, además de pedir por favor que nos calmemos, nos hagamos escuchar cuando pidamos permiso y así podamos llegar “sin novedad a destino.”