Tengo 22 años. Para mis amigos del equipo pertenezco a algo así como la generación z y aunque hasta ahora mi experiencia laboral claramente no es del todo larga larga, el haber trabajado en empresas grandes y pequeñas me ha permitido comprobar que muchas de las cosas que todo el mundo me decía acerca de trabajar, son totalmente erróneas.
No hay que desperdiciar ninguna oportunidad laboral
Aceptar una oferta laboral que “no te tinca mucho“, es como empezar una relación con alguien que no nos convence del todo. Una mala idea, porque lo que es casi seguro es que en cuestión de pareja y trabajo, es donde las leyes de Murphy –por si no lo saben hay más de una– tienden a cumplirse con más exactitud. Y si partimos de una situación no demasiado afortunada, el infeliz final llegará mucho antes de lo previsto. Claro que no todo el mundo está en la situación de elegir y las cuestiones económicas pueden pesar más que las aspiraciones laborales, pero aún así siempre trata de elegir la opción menos mala.
La ecuación es como (proyección laboral + sueldo)/ambiente.
“La primera pregunta que hay que hacerse es para qué estamos trabajando, y a partir de la respuesta que obtengamos, obrar consecuentemente. Por supuesto que muchas personas pueden verse obligadas a aceptar cosas que no entran dentro de sus objetivos, pero yo creo que el límite estaría en tratar de conservar siempre nuestros principios y dignidad, porque ceder en nuestros valores no acarrea nada bueno a la larga. Perdemos a nivel personal, nos sentimos frustrados y la frustración continuada puede derivar en depresión. Hay por tanto que buscar otras alternativas, porque siempre las hay. ”. Quedarse pegado en un trabajo que no nos gusta puede pagarnos las facturas, pero también conseguirnos una existencia miserable, aburrida, tediosa y terriblemente triste.
Debes ser sumiso, dócil y no crear problemas
Cuando la mano de obra sobra y los puestos de trabajo escasean es muy normal que la gente adopte una actitud de sumisión, dispuestos a todo con el fin de no ser despedidos. “Uno de los mayores fallos de los trabajadores es un exceso de miedo, y cuando se entra en esa dinámica no se pregunta, se evita plantear cuestiones y, por lo tanto, se sobreentiende o se hace una valoración personal de la situación o la tarea, que no siempre es correcta, lo que acarrea más problemas, miedos y tensiones”.
La actitud ideal que debe mantener una persona en una entrevista de trabajo, dista mucho de la de alguien sumiso, por lo menos para puestos de trabajos algo cualificados. Lo que siempre buscan es alguien que muestre seguridad en sí mismo, pero sin ser arrogante.
Todos somos reemplazables
Frase que cualquiera con un mínimo de pasado laboral habrá oído más de una vez en boca del jefe, a modo de amenaza, y que dibuja un panorama de personas idénticas, con las mismas cualidades. Robots que cuando se estropean son sustituidos por otros nuevos con la misma programación. ¿Eran reemplazables Picasso, Einstein o Gauguin? Según muchos empresarios, sí; pero esos directivos habrían perdido mucha plata si considerasen a estos genios como gente corriente y reemplazable. En todas las empresas hay personas claves, cuya pérdida sería lamentable, aunque también es verdad que el conocimiento debe estar en la organización y no en los individuos. Esta es la única forma de que la empresa siga funcionando y tenga futuro, aunque los trabajadores mejor formados se vayan.
Para que la premisa anterior pueda cumplirse, tan solo hace falta un elemento muy simple y es la comunicación. Un bien fácil, gratuito y asequible a todo el mundo, pero que, sin embargo, escasea a menudo en el ámbito laboral. Ocultar información es, desgraciadamente, algo bastante común en el mundo del trabajo (incluso en el universitario), aunque en el fondo de este comportamiento siempre hay un miedo a que alguien más preparado que nosotros nos quite el puesto. El problema es una falta de seguridad en uno mismo. Pero la comunicación es esencial en una empresa. Si no hay buena comunicación, si no hay una estrategia clara de lo que se pretende, la gente tira cada uno por su lado y así no se llega nunca a la meta.
El comunismo conductual, pensar que todos los trabajadores son iguales y reemplazables, hace también que los jefes, o los mandos, adopten estrategias iguales para todos los empleados o los traten de la misma manera. No todo el mundo responde igual a los mismos estímulos, unos son muy buenos planificando, otros son creativos, otros necesitan más tiempo… Pero es bueno crear grupos heterogéneos, y éstos aportan mucho cuando hay alguien que sabe sacar el máximo potencial de cada miembro del equipo.
No hay que cuestionarse las reglas de la empresa
Avanzar, innovar y modernizarse, significa cuestionarse las normas anteriores. Mientras muchas empresas en el mundo están cambiando su modelo de productividad, sus horarios o su forma de organizarse, en Chile, seguimos anclados en el tradicional modelo de trabajo.
Todavía impera una filosofía laboral de orden y mando, con poca libertad y capacidad de colaboración. Cuando la gente está a gusto en su puesto de trabajo, la productividad aumenta en un 80%.
Nunca hablar de plata
Algunos manuales antiguos sobre cómo preparar una entrevista de trabajo aconsejaban no preguntar sobre el sueldo del puesto al que estábamos aspirando. Como si el trabajador fuera un espíritu puro que no necesitara de ningún bien material para existir. Hoy en día, nadie en sus cabales aconseja semejante cosa y en muchos países, como el Reino Unido, las ofertas de trabajo que se anuncian en los periódicos o webs, incluyen ya un salario aproximado para el cargo. En la entrevista de trabajo hay que hablar también del salario, de la misma forma que se habla de las condiciones laborales, horarios o requisitos y aptitudes para el cargo. No aconsejo que sea la primera pregunta a formular por el potencial trabajador, pero sí que debe quedar claro al final de la entrevista.
Por último: para ser jefe hay que ser un poco malvado
Los directivos autoritarios, inflexibles, maquiavélicos y sordos con las demandas de los trabajadores, al estilo de la protagonista de El Diablo viste a la Moda, acabarán, con el tiempo, convirtiéndose en caricaturas tan irrisorias como Mr. Burns, el jefe de Homero Simpson
Se buscan líderes, no jefes, el rígido estilo de dirección de los jefes ha quedado anticuado porque no es competitivo y provoca la huida de los mejores trabajadores. No solo eso, un informe realizado por el IESE señala al estilo de gestión, a la falta de motivación de los empleados y a la mala calidad laboral (rigidez de horarios, falta de expectativas y estrés laboral) como tres de las cuatro causas del absentismo en el trabajo.
Pero las empresas más innovadoras van mucho más allá y se plantean la utopía de una compañía sin jefes. Este año Zappos, la start up de venta online de zapatos, ha implantado lo que ellos llaman Holocrazy, un sistema de autogestión que valora la experiencia por encima de la autoridad y que trata de que el peso de liderar equipos no recaiga en el líder, sino en cada persona. W.L. Gore, fabricante de Gore-tex, no tiene empleados sino asociados; G.E. Aviation, la división de equipamiento de aviones de General Electric, también ha prescindido de los jefes; y en Valve, el estudio estadounidense de creación de videojuegos, no hay jerarquías y los trabajadores hacen un viaje juntos cada año para mantener el espíritu de equipo.