Que hoy en día las aplicaciones para editar nuestras fotos tengan integrado una función que permite blanquearnos los dientes, nos dice bastante. Sonreír en las selfies es hoy lo habitual y poco importa si no es una alegría genuina; hay que aparentar felicidad. Sin embargo, pasaba todo lo contrario en las fotos antiguas.

4yearoldgirl.0

marktwainfunnyguy.0

La mayoría de las imágenes que pertenecen al período previo del siglo XIX, tienen en común que los protagonistas -para ser inmortalizados- adquirían la misma expresión seria, de mirada perdida y de pose artificial. Esto se debía a que el contexto y sus factores culturales propiciaban esa manera de posar. Silver Studios en una de sus publicaciones, enumeró los elementos que incidieron para que el no sonreír en las fotografías, se volviera algo recurrente.

postmortemphotograph.0

sadmen.0

Ya existían cámaras durante el siglo XIX, pero su tecnología era demasiado prematura y el proceso más habitual para fotografiar era el daguerrotipo, que podía comprender hasta 30 minutos de exposición. Para que el resultado fuese exitoso, los sujetos que aparecían en el retrato debían permanecer inmóviles para que la imagen quedara lo más nítida posible. Si hoy en día, cuando se demoran mucho en sacar una foto grupal ya empieza a tiritarte la boca; imagínense a alguien manteniendo una sonrisa por tanto tiempo.

Y lo mismo antes de la aparición de la fotografía; las personas interesadas en plasmar su imagen, debían acudir a un pintor que los retratara pero bajo ciertos patrones comunes. Exhibir aires de grandeza y superioridad; porque era sólo la aristocracia los que podían permitirse ese tipo de lujos.  Las personas posaban entonces para la cámara, como si lo hiciesen para un pintor.

Antiguamente tenían también la concepción de que lo que debía predominar en un retrato era la inmortalidad. Buscaban que su imagen perdurara en el tiempo y que fueran recordados de la mejor manera, es por eso que el rostro debía reflejar serenidad y templanza y en aquel entonces, no resultaba decoroso o solemne sonreír.