Fiorella Pandolffo, instructora de Yoga en Ecocamp Patagonia, nos escribió sobre la experiencia de tener uno de los trabajos más soñados imaginables.
https://www.instagram.com/p/BPgnFUnBzc-/
por Fiorella Pandolffo
La primera vez que leí que existía un domo en medio de Torres del Paine donde la gente podía hacer Yoga pensé: yo voy a trabajar ahí, lo desee tanto que después de meses de entrevistas, comencé mi primera temporada como instructora de Yoga para Ecocamp, un hotel sustentable de Domos en medio de la Patagonia Chilena.
Claro puedes tomar una clase de yoga desde cualquier lugar, yo practicaba y enseñaba desde Santiag. Sales de una clase de yoga, con una paz y calma donde afirmas que todo va a estar bien… pero luego entras al metro, te subes a tu bicicleta, te metes a alguna calle, tienda, llena de gente y de pronto ese sentimiento de calma te desafía. Vivir en una ciudad y tratar de estar en calma es difícil, es el real desafío.
Practicar Yoga desde la Patagonia en cambio es entrar en el ritmo natural, está allí por todos lados, y entiendes que eres parte de él, brota desde un amanecer increíble, hasta el atardecer. Haciendo clases a veces tengo que detenerlas para observar el vuelo del cóndor, a veces nos visitan liebres, a veces nos sorprenden los arcoíris. Sientes esa maravilla, la extraordinaria experiencia de vivir en la naturaleza, de sentir la lluvia bajo el domo, el frió de la patagonia en las mañanas, las estrellas infinitas en la noche, y lo entiendes: no es separado de ti.
Como instructora, trabajar en un estudio así es un inmenso regalo. Cuando vas a una clase de yoga escuchas a través de los parlantes sonidos de agua, sonidos de aves. Pero cuando estás en un lugar donde no necesitas música, donde desde ese mismo lugar escuchas el agua correr, donde cantan diferentes tipos de aves, donde el sonido de la lluvia a veces es tan fuerte que tienes que aumentar el sonido de tu voz, lo sabes, es el lugar correcto.
Enseño 5 clases al día, cada una de ellas me enseña, a veces tengo gente muy adulta, de más de 80 años, ellos vienen a clases luego de caminar por horas en senderos difíciles. Caminar en Torres del Paine no es ir de paseo, es lidiar con lluvia, frió, viento, y aún así, ellos llegan con esa energía contagiosa, y disfrutan cada instante de la clase, como si caminaran por el parque, escuchan, sienten, respiran. Es emocionante ver a esta gente adulta, con toda esa energía, viajando por el mundo, conectados con su cuerpo, activos, felices. Entonces comienzas a preguntarte por qué alguna vez dudaste sobre querer llegar a adulto, comienzas a abrirte a la posibilidad de lo armonioso de ser adulto, esa sabiduría de una vida, pero activo, tus piernas en movimiento, tu capacidad de sorprenderé aún más despierta, un adulto activo, despierto.
He tenido experiencias intensas enseñando, mucha gente abre realmente sus corazones, libera cosas, el yoga siempre ayuda a abrir aquello que no deseas ver… a querer tus sombras. Muchas veces he tenido gente que termina las clases llorando, dicen “esto era lo que necesitaba”. Guardo sus palabras como tesoros, porque nunca había tenido clases de yoga así de hermosas.
El verdadero regalo es ese, crear un puente entre este lugar y ellos mismos, cuando entran a la clase vienen dudosos, un poco asustados, a veces puedes incluso tener gente un poco desafiante, el resultado es el mismo, un abrazo, unos ojos que brillan, una sonrisa profunda, ellos agradecen con su cuerpo, y tú lo sabes.
Este año quise realizar un Instagram porque este lugar es tan hermoso, tan único, que la gente debería saber, debería conocerlo, tomar una clase. La belleza se comparte y espero que puedan sentirla con cada foto.
https://www.instagram.com/p/BQWGsY9BDrm/?taken-by=patagoniayoga
https://www.instagram.com/p/BP_Lxc7hHbv/