Nos sentamos un buen rato a conversar y escuchar a Niña Tormenta.

Su nombre es Niña Tormenta. Llegó a ese nombre luego de una serie de incentivos climáticos. Cada cita con su pareja, Juan Manuel Daza, la lluvia, los truenos, los rayos, las tormentas se tomaban el clima.

Él, niño rayo. Ella, niña tormenta.

De esta cursi historia de amor nació la que se convertiría en su proyecto solista.

Tiare Galaz, su nombre fuera de los escenarios, pasaba su vida entre los backstages en su trabajo como gestora cultural. Junto a bandas nacionales pasaba su tiempo en el Sello Uva trabajando sin descanso entre giras y presentaciones independientes.

De alguna manera el indie y el folk forman parte del corazón de esta chica. Con un ukulele bastó para que Niña Tormenta pasara de estar tras el escenario a sentarse frente a una multitud.

Incluso antes de lanzar su primer disco Loza (2017), ya daba vueltas por todo Internet con las versiones en vivo de los hits que ya se iban formando en YouTube. Edificios Nuevos, A La Mar Fui Por Naranjas o Va A Llover Hasta el Domingo, de la mano con Diego Lorenzini, fueron un salto importante que dieron a conocer la capacidad artística de la cantante, y la impulsaron a tomar sus instrumentos y montar en su casa un estudio de grabación para experimentar con los sonidos que dieron vida a su álbum debut.

La idea tras de Loza es evocar aquella nostalgia que trae consigo la idea de ver uno de los platos más icónicos de los ochenta. De esos que todas las abuelas aún siguen teniendo en los muebles de cocina, cuenta Niña Tormenta. “Hay una canción (en el disco) que se llama Lozapenco, y es representativa del disco. Apunta a algo que es muy cotidiano, un utensilio que está en todas las casas”, explica.

Si el disco se escucha atentamente se puede entender toda la cosmovisión tras la idea de un producto que funciona desde diferentes aristas del arte. El sonido recuerda los días lluviosos, la imagen invita a recordar y la estética influye en los estados anímicos con los que se compuso la totalidad de las canciones, aquella amistad entre Galaz y Lorenzini, ese sonido de hogar, de disco grabado desde el intentar y no parar.

Todo lo que fue una decisión pensada se relaciona directamente con cómo a partir de su trabajo fue enlazando vínculos con otros artistas. La idea de componer, cantar y tocar en medio de su hogar es diferente a cómo se dieron finalmente las cosas: la experimentación del sonido final.

A partir de cómo iban avanzando con cada canción iban también entendiendo que nada tenía que ser lineal o concretamente fijo, y que cada sonido que les llegaba a la cabeza se podía mejorar con la ayuda de ambos en el proceso. Fue así como algunas canciones quebraron la esencia de lo que se conocía primero de ellas.

Sin mucho dinero sólo trabajó con amigos. “Era un desafío para mí hacerlo así, esta vez se involucró muy poca gente, porque les gustaba la propuesta del proyecto, porque querían ayudarme, por el cariño que tienen, y para mí eso tiene otro valor”.

Juan Manuel Daza, Diego Lorenzini y Arturo Zegers son los hombres que apostaron por el sonido que hoy ya alcanza más de 73.000 oyentes mensuales en Spotify.

De aquí a cinco o diez años más se ve en exactamente lo mismo. Trabajando con la misma gente, con sus amigos, espera que sólo desde ahí la música logre arrancar, es su idea y el plan por el que sigue cantando.

“Yo creo que voy a seguir trabajando en la música, ya siento que el salto más difícil que es lanzarte a trabajar de manera independiente y hacer tu propio espacio de trabajo, tener tus propios equipos y con la gente que uno quiere es súper difícil. Lo hice hace dos años y siento que no volvería atrás. Me gusta mucho hacer crecer esto, con una forma de hacer que va creciendo a medida que sea necesario y a un ritmo que sea claro. Me gustaría seguir en lo mismo y aprender cada vez más y compartir lo aprendido”.

Este disco está dedicado a su padre, quien murió hace ya dos años. Fue él junto a su madre quienes influenciaron su educación músical y con quienes tiene más experiencias relacionadas con la música.

“Este disco yo se lo dediqué a mi papá, porque murió hace dos años. Fue una manera de lidiar y transitar la pena que sentí cuando mi papá murió. Las canciones van hacia ese lado, para soltar y encontrar emociones profundas que soy especialista en tapar. El dolor es tan grande que no se puede tapar porque se desborda y me sentí desbordada y la música me ayudó con eso. Siento a mi papá muy presente cada vez que canto”, finaliza.