¿Quién pudiera vivir entre los dos, primero amar el mundo y luego amar a Dios?
¿Es el maximalismo? ¿O es el minimalismo? ¿O son los dos en estado de trance?
¿Será El Mal Querer la tesis, Motomami la antítesis y LUX la síntesis?

Rosalía nos invita a su universo lumínico y nos incandila con amor, poder, soledad y muerte.
La base fue 13 idiomas, la sinfónica de Londres y un solo single. Pero para llegar al paraíso, necesitamos atravesar por el infierno dantesco primero.

Desde el álbum debut Los Ángeles, pasando por ese proyecto académico-popular llamado El Mal Querer y esa suerte de Yeezus reguetonero nombrado Motomami, la carrera de Rosalía es un claro ascenso a los cielos del mainstream y el pop. Dos conceptos que no necesariamente van de la mano, y menos si incluimos una tercera variable en la ecuación que es la de obra. Los discos de Rosalía son piezas de museo: una conjunción perfecta de productos empaquetables y comercializables en un vinilo rojo sangre, y composiciones destinadas a trascender.
Finalizado su último tour, el silencio, el temple y la expectativa fueron parte de una estrategia y un camino a recorrer para llegar a LUX.

La filtración de la partitura de Berghain, el primer y único single seguido de su posterior video, ya nos ponía en contexto: ¿Es un tanto pretencioso mostrar a la orquesta en el video?
El cuarto álbum de Rosalía no iba a ser para cualquiera. Saber leer música o interpretar las diferentes prosas nos iba a dar un trabajo extra. Ahí la duda fue: ¿Rosalía es amiga de los Boulez, los Ligeti y los Stockhausen? ¿O estaba más cerca de Glass y Reich?
La respuesta tal vez no es ninguna de las dos y la solución que podemos encontrar es Caroline Shaw. La compositora, violinista y ganadora del Pulitzer es una de las piezas clave en los fragmentos corales del disco que son parte estructural y definitiva de la obra. Noah Goldstein y Dylan Wiggins, por su parte, aportaron su expertise y magia para que el LP se magnifique.

Flashing Lights

Admirar este disco nos obliga a apagar el celular como acto de contemplación contracultural (Mark Fisher estaría orgulloso), sumergirnos en las historias hagiográficas e interpretar sus idiomas. Una verdadera escucha activa y no lo que el algoritmo de turno nos dice que tenemos que escuchar.
El disco funciona como un haz que nos ilumina las tragedias y devociones del pasado. Las historias de monjas, santas, regentes y poetisas son el norte e inspiración absoluta, todas ellas atravesadas por la misericordia, la soledad y la muerte.

Nutrido de siglos de ideas femeninas entre lo humano y lo divino, LUX se inspira en la mística femenina para elegir trascender por motus propio. Olga de Kiev, Santa Rosa de Lima, Rabi’a al-‘Adawiyya, Sun Bu’er, Hildegard von Bingen, Miriam de Jerusalén, son algunas de las musas de Rosalía para armar su intervención divina.
En todas ellas, el hilo conductor es la búsqueda de trascendencia —sea en Kiev, Lima o donde sea—: la mujer que canta, reza, profetiza o lidera lo hace desde los márgenes. Rosalía se hace carne de esta memoria y padecimiento como liturgia emocional y estética del 2025.

Rosalía en el evento presentación en Barcelona

De santas, poetas y nobleza

Su propia tragicidad es la que comparte con sus mujeres inspiradoras y dueñas de LUX y del mundo.
Esa inspiración se nota que constituyó horas y horas de trabajo. Según Rosalía, un año entero solo para las letras. Y realmente vale la pena. La prosa es exquisita: por momentos, preguntas trascendentales destinadas a un otro o al mismo Dios; en otros, barras dropeadas que pueden ser notas escritas después de tomarse una botella entera de vino blanco; y como regla primordial, respetar la sonoridad estética de las 13 lenguas que nos invaden.
Las melodías dentro de Reliquia (compuesta en parte por Guy-Manuel de Homem-Christo, de Daft Punk) son casi tan increíbles como la idea de viajar por el mundo escuchando las historias que tiene la autora para contar: Roma, París, Buenos Aires, Bangkok, Berlín.
El inglés y el catalán se arremolinan en Divinize, una obra de techno que espero escuchar más pronto que tarde en algún antro/club de España o de Tokio. Sin remix. El DJ que juegue esa carta tendrá mis respetos. El flow español de la autodenominada «Diva del Tigueraje» desencadena en latín y cierra en japonés con una cachetada de geisha en la cara bautizada Porcelana. El cierre del primer movimiento, cantando en italiano, es la veneración hecha expresión sonora mientras imaginamos esos diamantes cayendo por las mejillas del Cristo luxero.

El single (tal vez lo más popero junto con Reliquia del disco) y el vals beefero inauguran el segundo tramo. Mundo Nuevo (con un samplazo de La Niña de los Peines) y De Madrugá producida por Pharrell y El Guincho (con prosa en ucraniano, culpa de Olga de Kiev, gobernante, regente y noble que fue reconocida por la Iglesia Ortodoxa como isapostola —“igual que los apóstoles”—) cierran este movimiento. Clave aclarar que las ensoñaciones referidas a las mujeres se atraviesan una y otra vez en el disco: es un colectivo constante donde todas opinan y debaten con ella.

Sun Bu’er, Rabi’a al-‘Adawiyya, Santa Maria de Lima.

El tercer movimiento está compuesto por Dios es un Stalker, La Yugular (en árabe), Focu ‘ranni (en siciliano) y Jeanne (en francés). En este tramo, resuenan ecos de Irak, evocando a Rabi’a al-‘Adawiyya, que abandonó el matrimonio para dedicar una vida de entrega y amor a Dios. Se asoma también la figura de Juana de Arco, envuelta en llamas mientras dialoga con esa deidad omnipresente en LUX. Desde Alemania, Hildegard von Bingen usando sus visiones y conexión espiritual para bajar data desde la música, a la medicina y la botánica.
Un sample sutil que recuerda a Patti Smith nos ancla al presente: imaginamos a la poeta neyorkina sentada con Santa Miriam de Israel en una esquina de Barcelona, mientras Rosalía—en silencio—toma nota.
Sauvignon Blanc merece una mención aparte: incendiar un Rolls Royce, desechar unos Jimmy Choo, renegar de perlas y caviar. ¿Amor desmedido o anticapitalismo? ¿Estaría Mark Fisher orgulloso de nuevo? Celebramos indiscutiblemente el rechazo a la acumulación indiscriminada por la primacía del amor y la ¿idealización?

Como conclusión del disco, y un funeral anticipado lleno de magnolias, hay japonés, mandarín, hebreo y portugués. Hay flamenco. Hay varios puentes tendidos entre Occidente y Oriente donde encontramos a Sun Bu’er, poeta y representante del taoísmo femenino y maestra de alquimia interna para mujeres. Y si saltamos a Perú, encontramos a la primera santa de América, Santa Rosa de Lima, quien abandonó las comodidades de su mundo para vivir en austeridad.
La idea de estar «solo guapa pa’ mi Dios» es brillante, siempre y cuando el énfasis esté en la libertad autodeterminada por la propia autora y sus seguidoras. Y sus seguidores.

El tinte eclesiástico y litúrgico de LUX, su musicalidad y templanza lírica, sus mujeres, nos obligan a darle el carácter sagrado de síntesis que tienen las grandes obras maestras de la humanidad.
Este álbum de sacro-pop, que obliga a la reflexión y nos abstrae de la digitalidad, es necesario para cuestionar la vida detrás de un smartphone y con contenidos de 15 segundos.
Nos pide que entendamos que hay maneras de vivir iluminados por ni más ni menos que la música, y no por una pantallita.