“Me digo a mi misma que hice lo que era mejor para mi y mis circunstancias. Le digo a mi yo de ese momento que estoy orgullosa de ella, que aunque aún duele, pudo mantenerse fiel a sus decisiones pese a lo adverso de la situación”.

Por Catalina Pulgar.

Escribo esta historia pensando en las miles de repercusiones que puede tener el que la comparta. Pero ya no tengo miedo.

Yo aborté. No era adolescente, no fui violada y los exámenes que me hice indicaban que el feto era completamente viable, así que yo aborté fuera de las tres causales. Lo hice y no me arrepiento. He estado en una relación heterosexual y monógama desde hace casi 13 años, por lo tanto de haber querido seguir adelante con el embarazo habría tenido el apoyo de mi pareja. Pero era mi decisión.

Yo decidí que no iba a parir mucho antes de que todo esto sucediera, decidí que no sería madre desde lo más profundo de mis convicciones, como un acto político. Ejerzo la maternidad de otra manera en la crianza de mi hermana menor. Pienso que el criar a otro ser humano es un acto de completa entrega y de amor absoluto, y aplaudo a todas aquellas mujeres que deciden ser madres y hacen esfuerzos sobre humanos todos los días de su vida para salir adelante con sus crías. Apoyo la maternidad consciente y la crianza colectiva, en pro de una salud mental y física para todas aquellas que juegan un rol materno que nunca acaba.

Cuando quedé embarazada estaba pasando por una etapa muy difícil: había terminado con mi pareja, quedé sin trabajo y estaba sumida en una depresión tan intensa que olvidaba comer. El tiempo era tan relativo para mí, que el despertar y el vivir se me hacían muy insoportables.

En dos semanas bajé 8 kilos y me descuidé, no supe encontrar la manera de ser consciente con lo que me estaba pasando y dejé que la vida me pasara por encima. No supe ver las señales que mi cuerpo enviaba. Tuve un periodo menstrual de dos días y no le tomé importancia, siempre he sido responsable con mi vida sexual, creo que quizás teniendo otra realidad en el momento, me habría preocupado más y no me habría confiado de que estaba todo normal.

Cuando quedé embarazada no lo podía creer, nadie lo podía creer, no tenía ni idea de por qué me había pasado esto si siempre fui cuidadosa y responsable con mis ciclos. Más adelante entendí que la baja abrupta de peso y mi estado anímico me habían alterado el ciclo y por ende había perdido el control que por tantos años tuve. Y finalmente me convencí de que todos los métodos anticonceptivos fallan, esa es la realidad.

A lo largo de mi vida he construido una red de apoyo maravillosa que estuvo ahí para todo. Porque estuve loca, loquísima, fuera de mí durante todo el tiempo que estuve embarazada. Yo sabía que abortaría, que tenerlo no era mi opción, pero tenía que hacerlo en la ilegalidad.

Tenía un nuevo trabajo y todos los días me levantaba con unas náuseas horribles que no me permitían estar en paz, comer, etc. No podía decirle a nadie “oye, cúbreme que necesito ir al baño”; tenía que dar cara a la situación, respirar profundo y fingir que todo estaba bien, cuando estaba lejos de ser mi realidad.

Gracias a mis amigas aborté con pastillas, en mi casa, acompañada y contenida, lo hice a mi manera. Me movía por la casa para no pensar en el dolor de las contracciones, respiraba profundo y me daba ánimo, sabía que pronto iba a salir de esa situación y era lo que me mantenía a salvo en mi cabeza. Tenía mucho miedo, el cambio hormonal, al menos en mi caso, hizo estragos, quizás a alguna le haya pasado lo mismo y se identifiquen con esa sensación de no ser tú, de que lo que está dentro de ti abarca tanto de tu existencia que estás anulada.

Me volví tan loca que arrastré a todos los que me rodeaban a esa sentimiento de pesar infinito, de rabia, de dolor. En ese mismo momento de las contracciones me negaba a recibir ayuda, me encerré en el baño porque quería terminar con este proceso para que todos pudiéramos seguir adelante con nuestras vidas, la verdad es que me sentía muy culpable de haberlos tenido en esta situación. Ahora que miro hacia atrás pienso que eso del trauma post aborto es muy real, pero no como te lo plantea la tía pro vida, es el sistema, el Estado y la violencia gineco-obstetra los que te marcan para siempre.

Tener esa sensación latente de que te puedes morir haciendo un procedimiento ilegal es tan agobiante que lo recuerdas para toda la vida. Jamás podría olvidar que estuve dos semanas tratando de hacerme una eco y el sistema privado me falló. Como ellos no veían felicidad en mi rostro, pero sí veían urgencia, me cuestionaban y yo estaba tan débil que sentía que podía vomitar, llorar y desmayarme esperando a que me atendieran. Estaba tan vulnerable que no era capaz de luchar contra las injusticias que estaba pasando en el momento. Ni siquiera el feminismo me daba la fuerza para poder cumplir con todas las etapas previas que son absolutamente necesarias para hacer un aborto seguro en la casa y con pastillas.

Agradezco el apañe de mis amigas que tuvieron la paciencia y el amor para sacarme adelante a cómo de lugar, el aguante de mi pareja que entendió que el aborto me cambió la vida, que nunca volví a ser la misma, y que toda la frustración que descargué en él, era en parte reflejo de sentirme vulnerada y fuera de mí.

Pero más que nada hoy me abrazo y me digo a mi misma que hice lo que era mejor para mi y mis circunstancias. Le digo a mi yo de ese momento que estoy orgullosa de ella, que aunque aún duele, pudo mantenerse fiel a sus decisiones pese a lo adverso de la situación y a la presión social que implica el tener una pareja estable, como si eso te validara para ser madre, como si ser madre fuera parte del ser mujer.

Yo no me voy a casar, no voy a parir, no tengo por qué cumplir con todos esos roles que fueron pensados para nosotras las mujeres, considero que la maternidad es un acto de amor tan profundo que la obligación sólo viene a ensuciar todo lo que implica el vínculo de una madre con su hijo.

En esos días de tanta tristeza recuerdo sentir tanto malestar que pensaba en hablarle a lo que estaba dentro de mi para que se calmara y me dejara existir y sobrevivir el día a día, pero tenía un miedo absurdo de encariñarme y luego arrepentirme de abortar. Y ese miedo irracional venía de todos esos discursos aprendidos de manera inconsciente, de todas esas propagandas pro feto que te advierten que tendrás una depresión que te acompañará toda la vida por matar tu hijo.

A todos los pro vida les digo, que el aborto libre sea legal no va a significar que la estadística se dispare y las mujeres empecemos a abortar cada 6 meses. Tengo la certeza en mi corazón que todas las que hemos pasado por este proceso jamás querríamos volver a pasarlo, porque es inhumano, porque es una tortura, porque el miedo es tan grande y el dolor y las molestias tan profundas que pensar en repetirlo como un deporte es un insulto y refleja lo fuera de la realidad que están todas esas personas, la poca empatía.

Algo tan básico como ser dueña de tu propia existencia, de tu cuerpo, se nos ha negado a lo largo de la historia. Hoy más que nunca me duele el ser mujer en este sistema, en este gobierno, en esta época, y a la vez me hace sentir tan poderosa, que siento que hoy como mujeres somos capaces de todo, que podemos apoyarnos y entregarnos un amor tan profundo y sincero, que es solo cosa de tiempo para que podamos obtener los derechos que se nos han negado relegándonos a un rol que pareciera ser superior a nuestra existencia como seres humanos.