La escritora y dramaturga argentina estuvo de paso por Chile presentando su primera novela, editada por Editorial Elefante, que tiene a la mejor protagonista que hemos leído en años.
No, no se confundan con Ai Weiwei, el artista chino al que CorpArtes está presentando en Chile hasta septiembre. Puede sonar como chiste malo (que lo es un poco), pero aquí vamos a hablar de otro Weiwei, uno completamente ficcional y en formato libro.
Weiwei (2018, Editorial Elefante) es la primera novela de la dramaturga, actriz y escritora argentina Agostina Luz López, que hace un par de semanas estuvo de paso por el país para presentar su libro. Originalmente publicado en Argentina por Notanpuan en 2016 y que fue elegido por José Rocuant, editor de Elefante, como el primer libro del catálogo, Weiwei es una historia dividida en siete partes que intenta construir una narradora protagonista; una historia de amores, familia, escritura y obsesiones.
El nombre de la novela al principio puede dejar muchas preguntas abiertas porque Weiwei es un personaje que pasa por las primeras páginas como un haz de luz que pareciera no tener mucha importancia. Pero Weiwei es un espejo de la narradora quien ve en ella una forma de cuajar su propia persona y toda la historia que viene detrás de ella, pero anclada en el presente. Parece una excusa estilística el querer ponerle así a una novela preciosa (que podría llamarse “La pasión familiar” o cualquier otro nombre rimbombante), aunque la verdad es que no podría tener otro título. Solo espera y verás, que Weiwei (la novela) sorprende.
“A los hombres no les preguntan por qué escriben sobre las emociones”
“Hay algo que me parece importante de ese personaje aunque a veces no está, no súper desarrolla su vínculo con ella y no atraviesa toda la novela. Pero Weiwei es por un lado lo concreto, que es el nombre de esta chica por la que se fascina, pero también al mismo tiempo es su álter ego. Cuando Weiwei cuenta su historia, esto de que es madre, de que tenía una novia, que ahora tiene marido, es esta historia que funciona como otra parte de la narradora, y también desde un lugar más abstracto, como si Weiwei fuera ella, es la escritura, es el lugar de llegada.
Es incluir un relato que no tiene que ver con su propia vida, con la vida de la narradora, y que después de casi vomitar todo, puede empezar a hacer ficción. Lo que me gustaba del nombre es algo de la apertura, porque no es una sola cosa, es abierto, algo que el lector puede llenar de distintas formas”, dice Agostina.
“Weiwei es como si estuviera detrás de una bruma, de una niebla que le pasa esto de reflejarse, en una historia que es parecida. Nunca llega a conocerla y le fascina, pero le sirve para asociar pensamientos y escribir”, expresó la autora.
Dentro de la novela se mezclan historias propias de la narradora con las de sus amigas, como una violación o un brote psicótico, contadas como si le hubieran pasado a ella, de su madre y su padre. Estas relaciones, sobre todo las de las amigas según Agostina, fueron la puerta de entrada para escribir la novela, donde se dejan ver esos reflejos trágicos y otros no tanto de las etapas de la vida.
A pesar del clima actual, en que miles de mujeres han salido a las calles a reclamar sus derechos básicos, Agostina no escribió esta novela por eso. Comenzó en 2011 y 5 años después la publicó, pero en Buenos Aires aún no se hablaba con fuerza de esos temas: “Yo fui a la Marcha de las Mujeres en Buenos Aires y era una energía enorme que se cristalizó. Es algo emocionante, pero en relación al libro lo había escrito antes, aunque a veces lo leo y siento que resuena un montón. No está escrito desde un lugar de protesta, sino que desde la experiencia, desde una mirada personal, pero hace poco lo leí en un lugar y alguien me dijo que estaba bueno ese relato que la amiga le cuenta en el hospital sobre su violación, esa secuencia de como registró esa situación que resuena en la gente. En lo que he escrito en el teatro siempre están las mujeres y siento que es algo que me atraviesa a mi naturalmente”.
La narradora se mueve por la vida sin cuestionarse muchas cosas que la sociedad nos pide que hagamos, como la sexualidad, sino que se lo toma todo con naturalidad. ¿Cómo construiste esto?
Me acuerdo que también hablábamos de este capítulo de las amigas en otra entrevista, porque para mi también se podían volver amorosas esas relaciones y en eso hay un tránsito natural, de que ella sigue corrientes de cosas que le van sucediendo. No hay una categorización, que una relación de amistad se puede volver a una de amor y sucede, que puede ir en contra de las definiciones y de los lugares fijos, porque la vida está mucho más en estos lugares ambiguos. Todo el mundo intenta ordenar qué somos, con quién salgo, mi profesión. Algo en el registro de la narradora era nadar en sus emociones y su forma de ver las cosas que no sean desde ese lugar del definirse.
Ya me han preguntado por esto de la sexualidad, y yo decía que para mi la narradora tenía una mirada interior sobre si misma, ni siquiera estaba mirándose desde afuera diciendo que era tal o tal cosa. Para mi ella vive y cuenta, y que quizá si analiza o reflexiona, pero no es una mirada que juzga o categoriza, porque me parece que si uno vive desde el interior puede vivir cualquier cosa, es más genuino. Me acuerdo de una chica escritora argentina que le preguntaron por qué escribía de los sentimientos y ella decía que a los varones no le preguntaban por qué hablaban de ciertas cosas. A los hombres no les preguntan por qué escriben sobre los sentimientos. Encuentro que un momento interesante en Buenos Aires es que hay muchas chicas escribiendo y teniendo mucha resonancia, de tener algo muy puro de esas voces, que no es negar esa intersección de lo masculino. Para mi no es especulativo si digo que es un libro femenino o que hablaré sobre las mujeres porque hoy tienen voz, porque en mi fue muy genuino.
Lo mejor de todo es que la narradora no lo experiencia desde un lugar trágico.
Gente me ha dicho que la narradora es cero melancólica. Para mi sí se mete en esas oscuridades y pantanos de las emociones, pero no es trágica. Lo toma y sigue su vida. No me siento lejos de la narradora, pero la vida real es otra cosa. Ni siquiera siento que fue premeditado construir esta protagonista. Creo que lo que más me gusta pensar es esto de las corrientes, de no quedarse dando vuelta en el drama, pero que si está atravesada por todo lo que le ha pasado.
Y sobre todo es curiosa…
Está bueno lo de la curiosidad. Mira, quiere, prueba. La curiosidad también tiene que ver con probar desde ese lugar poco solemne de “me gusta, pruebo”. Ahí se reúne la curiosidad con la profundidad, porque para mi la narradora se profundiza con esas curiosidades, de que se mete ahí para ver hacia donde sale. Hay transformaciones todo el tiempo en el libro, con su novio, con sucesos con las amigas y toda esta investigación como de detective en su familia que la ponen en otro lugar. Ella quiere saber todo que la hacen emerger y transformarse por esta curiosidad.