Se sabe que una de las técnicas de los ultraderechistas es permanecer calmo, inmune a la emoción, inexpresivo, durante los debates.
De esta forma logran sacar de quicio a su interlocutor y ganar ese aspecto del debate, aunque se la hayan pasado mintiendo impúdicamente.
Una vez le preguntamos al respecto al diputado liberal Vlado Mirosevic, quien nos dijo que discutir con ellos es un ejercicio no solo argumentativo, sino de paciencia. Sobre debatir con Kast nos dijo:
“Lo primero es que nunca hay que perder la paciencia, porque busca eso constantemente. Hay que tener mucho cuidado de aclarar las manipulaciones que hacen, busca siempre llevar la discusión a otra parte, a confundir a la gente. Cuándo debatimos por ejemplo por el proyecto de Ley de Eutanasia, empezó a decir que era lo mismo que darle una pistola a alguien con depresión para que se suicidara. Manipulan de una forma que requiere paciencia, además hay que atacar a la desinformación y los fantasmas de otras discusiones. Es importante ser claro, dejar claro cuando está de-informando, cuando esta llevando el tema a otra parte, y dejarlo como un manipulador, porque eso es”.
Lo anterior te puede servir para manual de acción en tu próxima actividad familiar donde te enfrentes a tu tía o tío o primx facho.
Quien no logró no perder la paciencia y los estribos fue el actor Claudio Arredondo enfrentado al cientólogo y cantante Alberto Plaza. Lo primero es plantear la duda de si cualquiera de los dos tiene los pergaminos necesarios para instalarse a debatir en el momento más crítico de la historia moderna de Chile.
Lo segundo es que Plaza hace algo peligrosísimo, lleva el discurso hacia un relato de delincuencia y saqueo versus una supuesta “paz y normalidad”. Luego insiste en una posverdad impresentable, que hasta fue desmentido por la fiscalía y el diario La Tercera cuando publicó un artículo con esa tesis tuvo que salir a pedir disculpas. Nos referimos a esa monserga de que el estallido social chileno no fue provocado por los 30 años de abusos y pisoteo a la dignidad de la gente sino que es una especie de conspiración de la izquierda mundial en contra del exitoso modelo neoliberal chileno.
Lamentablemente Claudio Arredondo no aguantó la frustración ante la sinvergüenzura de Plaza y terminó literalmente llorando de rabia.