Alice Glass dejó Crystal Castles el 2014, pero jamás había contado la verdadera razón de su renuncia. Por medio de una valiente y cruda carta relató los años de abuso sufridos.

La siguiente es una traducción integra de la carta que la cantante publicó en su sitio acá

Algunos de ustedes están al tanto de que he sido abierta respecto de mis experiencias con el abuso en el pasado. Si he sido cuidadosa con la información que he revelado y si no he dado nombres publicamente ha sido por miedo. He sido amenazada y acosada y como resultado de eso, del miedo, he sido silenciada.

El momento creado por las muchas corajudas mujeres que se han abierto a contar sus historias me han inspirado a finalmente se más directa, sin importar el costo. Esto es por mi propia recuperación, y por las otras mujeres que han sido, están siendo, o puedan ser víctimas de una situación similar con el hombre que lleva años abusandome, y también por las que están en una relación abusiva y necesitan que las apoyen en la valentía de levantarse y hablar.

Conocí a “Ethan Kath” (Claudio Palmieri) cuando iba en segundo medio. La primera vez que se aprovechó de mí yo tenía 15 años. El tenía 10 años más que yo. Subí al asiento trasero de su auto sumamente intóxicada de los tragos que me dio. No hablamos por meses después que eso ocurriera. Después de mucho buscarme me encontró nuevamente, psicopateandome y pasando en auto fuera de mi colegio, buscándome.

Me seguía y se aparecía en los lugares que frecuentaba y eventualmente nos volvimos a juntar. Yo era muy joven e inocente y en una situación comprometedora. Lo percibía como una estrella de rock local porque había visto a su banda, Kill Cheerleader en televisión. Muchas de mis amigas habían sido abusadas por hombres mayores de la escena punk, entonces para mí, en ese momento la situación se había naturalizado.

Claudio fue muy manipulador conmigo. averiguó mis inseguridades y las explotó: usó cosas mías en mi contra. En un período de varios meses, me dio drogas y alcohol y tuvo sexo conmigo en una habitación abandonada que tenía. No siempre era consensuado, además el siempre estuvo sobrio las veces que estuvimos juntos.

Cuando tenía 16 o 17 me dio un CD con canciones y me pidió que escribiera letras y las cantara sobre ellas. Lo hice y grabamos las que me gustaron. Pero incluso con la música, creó un ambiente tóxico en el cual yo sentía que tenía que obedecer. Cuando grabamos nuestro primer EP, el ingeniero en sonido me acosó mientras estábamos en el estudio. Claudio se rio y me presionó a que accediera. Le puso a nuestro primer single “Alice Practice” y dijo que mi canto eran como una prueba de micrófono. Siempre le dijo a la prensa que mis partes eran grabaciones accidentales, disminuyendo mi rol en la creación de las canciones. Era otra forma de tirarme para abajo y aprovecharse de mis inseguridades.

Poco después, nos invitaron de gira al Reino Unido. Estaba asombrada por la velocidad con que todo nos estaba pasando, y Claudio me convenció que saliera del High School cuando estaba a sólo 2 créditos de graduarme. Apenas empezamos a tener fama, él comenzó a abusivamente y sistemáticamente atacar mis inseguridades y controlar mi comportamiento: mis hábitos alimenticios, con quién podía hablar, dónde podía ir, qué podía decir en público, hasta qué ropa podía ponerme. Él prohibió que hiciera entrevistas o sesiones de fotos a menos que estuviera él en control de la situación.

Nuestra fama como Crystal Castles creció pero el sentía que no recibía el reconocimiento que se merecía.

Empezó a abusarme físicamente. Me tendió sobre una escalara y amenazó con tirarme abajo. Me puso en sus hombros y me tiró al concreto. Sacó fotos de mis moretones y los publicó online. Intenté irme y prometió que no volviera a pasar y que nunca me abusaría otra vez.

Un abuso psicológico y emocional severo tomó su lugar.

Controló todo lo que yo hacía. No me permitía tener mi propio celular o tarjeta de crédito. Decidió quiénes eran mis amigos, leyó todos mis correos personales, restringió mi acceso a las redes sociales, reguló todo lo que comía. Me regañaba y me gritaba, diciéndome que era un chiste, que todos que iban a los conciertos sólo estaban interesados en sus instrumentales y que estaba arruinando la banda. Rompió puertas de vidrio para asustarme, me encerró en la pieza. Me dijo que mi feminismo me convertía en target de violadores y que sólo él podía protegerme. Me obligó a tener sexo con él o, decía, no me permitiría ser parte de la banda.

Era miserable y mis letras indirectamente hablaban sobre el dolor y la opresión que estaba experimentando. Pero como es el caso en las relaciones abusivas, su crueldad venia acompañada por amabilidad. Siempre supo mantener privado su maltrato. Era encantador a veces, era súper protector, y más que todo amaba la banda que teníamos.

Pero a menudo me decía que era reemplazable. Incluso me decía que buscaba mi reemplazo. Me mantenía insegura y nerviosa y luego me decía que él era el único en el mundo que creía en mí. Me decía que éramos nosotros contra el mundo porque todo el mundo pensaba que era un loser, un chiste y un payaso sin talento que bailaba. Se lo creía. Me quería matar por años.

Salir de Crystal Castles fue la decisión más difícil que jamas he tomado: esa banda fue todo para mí. Mi música, mi performance y mis fans eran todo lo que tenía en el mundo. Los dejé y empecé de nuevo no porque quería sino que tenía que. A pesar de lo difícil que era, sabia que irme fue una de las mejores decisiones que jamas he tomado. Me he demorado años en recuperar de casi una década de abuso, manipulación y control psicológico. Todavía me estoy recuperando.