Con dos últimas temporadas alejadas de la estética y elenco original, la serie intenta reivindicarse con una fórmula que apela por el miedo contemporáneo generado por Donald Trump.

Ryan Murphy es una de las grandes mentes creativas que destacan actualmente en televisión pese a los comentarios dispares sobre su trabajo. El escritor, guionista y productor, es responsable de habernos entregado horas de entretención con géneros tan dispares como la comedia (Glee) y el thriller (American Crime Story) y la boba (Scream Queens).

Sin embargo, el principal defecto de Murphy es ser víctima de su propia fórmula, desgastándola hasta el punto de extender su creatividad al borde de lo ridículo para no dejar morir el producto en su cúspide. Un ejemplo de ello fue Nip/Tuck, serie sobre dos cirujanos plásticos que sucumben ante los excesos de una vida completamente superficial que terminó por incluir orgías en la sala de operaciones arruinando la línea dramática y el carisma de sus personajes.

Algo parecido ocurre frente a nuestros ojos con uno de sus mayores éxitos: American Horror Story, donde las últimas dos temporadas no han logrado convencer del todo al público pese a contar con Lady Gaga como reemplazo de Jessica Lange en su quinta versión.

Roanoke, su sexta temporada, tampoco logró cautivar a la audiencia que la rechazó en Rotten Tomatoes  y otros sitios especializados en emitir críticas por parte de los mismos televidentes. Al parecer nos enfrentábamos a la muerte súbita de una de las producciones más inteligentes y perturbadoras de la década.

Sin embargo y contra todo pronóstico, esta séptima versión utiliza un recurso tan potente que nos hace tener fe en una reivindicación completa de la serie.

Las temporadas de AHS siguen el patrón de estar basadas en una época con muchos saltos temporales girando en torno a un miedo o contexto específico. Sin embargo, en esta nueva versión, la situación es contemporánea y el miedo es real.

American Horror Story: Cult, parte con la transmisión de la victoria de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. Sin embargo, la trama no gira en torno a un discurso demócrata o liberal.

Desde el primer minuto se aprecia el miedo de las minorías de perder los derechos que se han ganado luego de décadas de luchas y siglos de persecuciones. Un miedo que se ha visto justificado por el actuar de Trump frente a las cámaras y por Twitter, dándole la espalda a la población afroamericana y judía tras condenar los hechos ocurridos en Charlottesville asegurando que la violencia venía “por parte de ambos lados”.

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 La población LGTB también siente inseguridad ante el silencio explícito que ha demostrado Trump durante su presidencia, siendo Sara Paulson la encargada de dar vida a una mujer lesbiana que teme por perder a su hijo y lucha contra un sinnúmero de fobias.

Este último factor también es un componente de la serie, que apela por los miedos reales extrapolados a nuestra vida cotidiana y que pueden manejar nuestra cabeza por completo. Los payasos son el componente fantasioso que nos recuerda que AHS sigue siendo una serie pelacable –además aprovecha las repercusiones que ha tenido la película It-.

La apuesta de AHS Cult es arriesgada, y si bien se aleja bastante de sus inicios, puede ser su renacimiento al entregar una trama compuesta de lo que realmente nos genera incertidumbre: el mundo real.