El fenómeno de los blogs, y todos sus derivados que tienen lugar exclusivamente en la web, han cambiado drásticamente nuestra percepción acerca de qué es -y que no- de conocimiento privado o público.
Con todas las alternativas de interacción que hay actualmente en Internet, ya nadie se sorprende con confesiones descaradas o con opiniones totalmente opuestas a las nuestras; muchas personas de hecho, comparten tanto más con completos desconocidos que con sus familiares o amigos.
La fotógrafa con sede en Filadelfia Anna Ladd, se vio envuelta en esta misma paradoja; compartía cosas personales en plataformas a las que podía acceder cualquier fulano. En 2013 decidió entonces realizar una serie titulada “Things I Told the Internet, But Didn’t Tell My Mom”, en donde fotografió frases hechas con letras de papel en distintos escenarios, con cosas que se atrevió a contar en alguna red social o blog, pero nunca a decir a viva voz. Son sus propias publicaciones en el mundo virtual durante siete años.
“No puedo recordar exactamente cómo se inició el proyecto, pero sí me recuerdo tratando de encontrar el primer blog que he hice a los 13 años, y darme cuenta de que tenía un registro escrito de casi todos los días de mi vida durante seis años (…) Hice ese blog original, ya que necesitaba algún tipo de salida para explorarme a mí misma y a mis sentimientos y no me sentía cómoda haciendo eso con la gente. He hecho este trabajo luego de darme cuenta de que era un hábito que se forma como resultado de tener problemas para relacionarse con la gente “.
No es que Ladd considere que expresarse tras la pantalla de un computador sea necesariamente malo, sin embargo, cree que al manifestarle tus inseguridades a tus “amigos reales”, es menos probable que te respondan lo que tu quieres escuchar. No así en internet, donde se multiplican las oportunidades de elogios y respuestas perfectas.
Además la Internet nos da ciertas libertades o facultades de expresión para decir esas cosas que muchas veces no nos atrevemos a decir en persona. Parece ser un lugar seguro para contar secretos, aunque la realidad no es esa.
Un proyecto similar es “Abandoned Love” del fotógrafo Peyton Fulford.