El chef neoyorquino era muy popular por su humor sarcástico y tener pinta de estrella de rock, cambiando la imagen que teníamos respecto a los chefs compuestos que realizaban rápidas y alegres preparaciones en matinales y programas de televisión para un rango etario especifico.
Sin embargo, Bourdain cambió los paradigmas comunicacionales mostrando la historia de cientos de países a través de lo más honesto que pueden ofrecer: su comida.
Su suicidio generó impacto y millones de personas en el mundo mostraron sus condolencias a través de redes sociales, porque si bien tenía el trabajo que todos queremos y vivía una vida aparentemente libre, Bourdain luchó durante años con una depresión que lo llevó a quitarse la vida después de grabar un episodio de su programa en Francia.
El 8 de junio se cumplió un año de su muerte, y sus socios y amigos del mundo gastronómico quieren transformar la tristeza en una instancia para celebrar y recordar a uno de los chefs más populares del mundo, y cuyo registro audiovisual sigue presente al igual que su legado.
“Anthony tocó a demasiadas personas, fue una celebridad mundial querido por personas jóvenes y ancianos; gente humilde y ricachones de todo el mundo. El era capaz de reunir a todos, sin distinción, y por ello, queremos celebrarlo” sostuvo Eric Riper, chef y amigo del neoyorquino.
Su visita a Chile
Bourdain comenzó su recorrido en Santiago, conversando con Pablo Hunneus sobre la dictadura militar. Para el chef Chile representaba un país que valora sus raíces, pero que también, tiene prisa para avanzar hacia el futuro. El primer ejemplo de ello, fue visitar la Fuente Alemana, que desde hace 60 años se convirtió en un lugar ícono de la capital. Ahí comió un lomito y después se fue a uno de los típicos cafés con piernas del Paseo Ahumada.
Después, como no, se dirigió a El Hoyo, donde tuvo el punto clave de su visita: Bourdain amó las prietas, la carne de cerdo con papas, aunque lo que se llevó los aplausos para el chef fue definitivamente el arrollado.
“Llevo un solo día en Chile y este país entra suavemente como este cuarto jarro de terremoto” dijo.
Bourdain dejó el terremoto de lado para ir por unos vinos a Curicó, donde se sentó en un rodeo a experimentar un poco de la polémica tradición criolla. Ahí comió plateada picada y costillas en vino carmenere con charquicán antes de volver a Santiago.
La vega y el polémico completo
Cómo no llevar a Bourdain a La Vega -porque el Mercado Central ya sabemos que no es referencia- y cómo no ofrecerle sopaipillas y mote con huesillo, algo que calificó como exquisito y sin igual a lo que había probado en ningún país (orgullo shileno). Pero lo que más amó en las instalaciones de La Vega Chica, fue el Caldo de Pata, una sopita con el pie de vaca ideal para el invierno. Siguiendo con el almuerzo, comió pastel de choclo, haciéndonos ver que la comida criolla es un tesoro nacional que debería potenciarse fuera de nuestras fronteras.
Como Santiago no es Chile Bourdain llegó hasta la Quinta Costa y probó un completo en El Sibarítico. Los medios dijeron que su veredicto fue lapidario pero la reaidad es que Bourdain se refirió a la receta como una que “comería estando muy ebrio” porque era muy difícil de digerir con tanta mayonesa.
Bourdain llegó hasto los cerros de Valparaíso para sentarse en Don Vitorio y comer machas a la parmesana, congrio frito y mariscal, todo acompañado de mucho, pero mucho vino blamco. Sin embargo, lo que se llevó los aplausos del chef, fueron los erizos que probó terminando su viaje en Puerto Varas.
“No me siento como un pionero. Soy un cocinero suertudo, que cuenta historias. Tuve la suerte de escribir un libro bastante cargante antes de hacer televisión entonces nadie esperaba que fuera diplomático. No soy un defensor ni un explorador. Sólo trato de divertirme y hablar de una manera que me entretiene y ojalá a otros también” sostuvo en una conferencia de prensa en nuestro país, antes de partir a su próximo destino.