Después de declararse varias veces en bancarrota, American Apparel, la controvertida y rompe-esquemas compañía, fue comprada por la firma canadiense Gildan Activewear.
Con campañas audaces, ropa de algodón de calidad y buen diseño, American Apparel significó un extraño suceso de éxito en Estados Unidos al proponer la manufactura local de los productos en un momento en que la mayoría de las empresas se trasladaban al extranjero para reducir los costos de producción. Pero no fue la calidad de sus productos lo que llevó a American Apparel a la fama, sino que fueron sus polémicas campañas publicitarias.
La marca eligió la controversia para entrar al mercado desde el día de su creación. Sexualidad y descaro se mezclaron durante años en sus campañas, muchas veces censuradas y duramente criticadas. Sus tiendas pasaron a ser un referente de modernidad y sus diseños fueron descaradamente copiados por las otras marcas.
Pero las polémicas que rodeaban a la marca dejaron de ser rentables en algún momento. Ni la producción local ni el algodón lograron salvar a la marca. La firma fue sacudida con acusaciones hacia su fundador, Dov Charney, por acoso y abuso sexual contra sus empleadas, provocando su salida en 2014.
La censura de la mayoría de las campañas publicitarias debido a su alto contenido sexual tampoco jugaron a favor para American Apparel, ya que muchas organizaciones feministas llamaban constantemente a “funar” la marca.
Tras años de inestabilidad financiera, American Apparel anunció la bancarrota, siendo subastada y comprada por la marca canadiense Gildan Activewear. La compra por 88 millones de dólares incluyó la propiedad intelectual de la marca y parte de su equipo y maquinaria. Sin embargo, la compañía canadiense no tenía interés en las 110 tiendas de American Apparel repartidas por todo Estados Unidos ni mantener el arriendo de los centros de distribución y manufactura de la marca, dejando a más de 3.500 personas desempleadas.
Desde 2007, la marca empezó a mostrar problemas de liquidez y nunca pudo volver a ser rentable, declarándose varias veces en bancarrota, además de verse directamente afectada por el crecimiento de marcas como H&M y Forever 21, que comenzaron a ganar terreno gracias a sus bajos precios y diseños similares.