Además, conversamos con la candidata del Frente Amplio de sus series que ve en Netflix, qué es lo que piensa sobre las detenciones ciudadanas y que nos cuente el final de Evangelion.

Tenía otros planes para este 2017: más tardes libres, más horas para disfrutar ratos de ocio. Más tiempo para leer los libros que quería e ir al cine cuando nadie puede ir. Quería cursar un diplomado en Género y otro en Derecho Humanos. Hasta un curso de orfebrería quería hacer. Pero las cosas cambiaron.

Tras mantener conversaciones con el Frente Amplio, Beatriz asumió una precandidatura presidencial; derrotó a Alberto Mayol en primarias y, por estos días, se codea con Alejandro Guillier por las preferencias de los votantes de izquierda. En el intertanto, Sánchez hizo una pausa y se tomó vacaciones.

¿Su desafío más grande? Disfrutar. “Lo natural tiene que ser siempre pasarlo bien en lo que uno hace”, reflexiona. “Empezar a vivir este proceso tiene momentos muy duros”. No obstante, la modalidad de trabajo 24/7 no es nueva para la candidata. Como periodista, Sánchez sabe de turnos de fin de semana y de madrugar ante la contingencia.

Frente al escenario que la rodea en la actualidad, Beatriz tiene claro que no es un logro menor. “Es bien agobiante si uno está todo el tiempo pensando en una carrera que puede ser la más importante de tu vida. Yo prefiero mirarlo como una tremenda oportunidad de decir y hacer ciertas cosas. Me atrae mucho poder instalar un lenguaje distinto en política, un liderazgo que se sienta diferente. Que no se sienta que porque uno está postulando a ser presidenta, tienes que alejarte inmediatamente de la gente”.

Tal como si fuera una entrevista de trabajo, la representante del Frente Amplio no teme reconocer sus puntos fuertes: “tengo convicción y soy muy clara en lo que pienso. Me gusta la pasión que le pongo a las cosas, me tiro de cabeza en lo que hago”. Asimismo, conoce las implicancias de aceptar sus defectos: “siempre que a uno le preguntan por sus cosas negativas, terminas respondiendo cosas buenas. La típica: ‘es que soy demasiado perfeccionista’, no poh (ríe). Creo que soy mal genio, aunque en el equipo me dicen que no”, comenta.

Pero la presidenciable tiene presente que existen problemas mayores que el mal genio. Los errores de los medios con la historia de Pablo Oporto, por ejemplo. A propósito del concepto de moda, posverdad, Sánchez es frontal. “El otro día leí un artículo que decía que la posverdad no existía, sino que era solo mal periodismo. Creo que los medios de comunicación son una pieza fundamental del poder. Tú, como candidata, puedes desaparecer de la agenda; puedes estar totalmente presente, o encasillada”.

¿Sientes que los medios te encasillan?

No, pero creo que no tengo tanta presencia en los medios; creo que ellos (los medios tradicionales) eligen muy bien a quien dar más protagonismo. Es súper curioso verlo desde afuera del periodismo.

¿Cómo has visto el trabajo de la prensa cubriendo estas elecciones?

Me llamó la atención la cantidad de programas políticos que se hicieron antes de las primarias. El programa “Aquí Está Chile” agrega una cosa más de espectáculo, a la exposición pública de los personajes. Sentí que todo estaba pasado por un cambio: como que todo era más intenso, más duro, más rudo, con preguntas más fuertes. Había una cosa ahí que yo no había visto.

¿Qué te asombra del funcionamiento de la política, ahora que estás dentro de ella? ¿Es como House of Cards?

Me he encontrado con discusiones eternas para llegar a ciertos acuerdos, asambleas muy largas; pero también con gente muy generosa, que está en la política pensando en un colectivo, no en una carrera personal. House of Cards debe ser chiquitito al lado de lo que realmente pasa.

Ejes futuros

¿Cuál es tu visión respecto de conceptos como el crecimiento y desarrollo económico? 

Creo que hay que dar una redefinición del crecimiento. Por ejemplo: Estación Central a lo mejor tiene una buena cifra, porque hay una cantidad de edificios y muchas inmobiliarias, pero ahí se da una cantidad enorme de edificios a los cuales se les instaló un nombre: guetos verticales. Ahí hay construcción, hay crecimiento, pero: ¿hay desarrollo y calidad de vida?¿Podemos hablar de un crecimiento como el que teníamos en los 90, cuando la mitad de los chilenos no ganaba más de 350 mil pesos? Yo creo que no.

¿Y cuáles son los principales cambios que harías con respecto a la cultura?

La cultura tiene que estar inserta en la educación formal. También tenemos que saber reconocernos a nosotros mismos y quienes somos, nuestras diferencias a propósito de que Chile no es igual. Tenemos, incluso, acentos y palabras que usamos de manera distinta. Yo soy de Viña del Mar y todavía hablo de pan batido, de salida de cancha. Queremos hacer un catastro de los trabajadores culturales para que puedan tener acceso a recursos permanentes para desarrollar lo que hacen; desde el barrio hasta un nivel grande.

¿Qué vendría siendo eso? 

Es reconocer el movimiento cultural que ya existe a nivel de barrio, a nivel comunal e incluso a nivel regional. Hay una cantidad enorme de barrios que se juntan con carnavales locales que casi nadie conoce, porque no son de Santiago. Hay carnavales en el norte muy característicos y multiculturales; está el carnaval de Magallanes, de invierno, un clásico. Hay una serie de escuelas de carnaval que van haciendo sus propios bailes que no se rescatan. Son lugares de encuentro social que hoy en Chile no tenemos, porque estamos súper segregados. La cultura y el deporte son un punto de encuentro social.

¿Cuál es el cambio más urgente que necesita la comunidad LGBTIQ+ en Chile?

El Estado no puede decirte a quién debes amar y con quién quieres formar familia; creo que hace falta mucha educación en este tema. ¿Dónde se habla que hay diversidad sexual? ¿dónde se educa respecto a lo que es ser transexual, transgénero o intersexual? Creo que hay un déficit de educación enorme y que son temas que deberían ser de discusión habitual. Esto es reconocer derechos y no solo para la comunidad LGBTIQ+, sino que en general tenemos un tema de derechos menguados en Chile. Por ejemplo, en el caso de los derechos de los pueblos originarios: ¿dónde están? Todavía no existe un reconocimiento constitucional. Llevan años prometiéndolo y todavía no pasa. Lamentablemente, en Chile no somos todos iguales, ni ante la ley ni ante el reconocimiento de derecho.

https://youtu.be/https://youtu.be/es50oYOU3vk