Te contamos el verdadero origen del blackface. Por supuesto es bien racista.
Es 2017 y nadie debería estar explicando a nadie sobre ‘¿Por qué no está bien pintarse la cara negra para halloween, como disfraz o para tratar de ser gracioso?’.
Las razones son simples y se resumen en puntos igual de interesantes y fáciles de entender.
La primera vez que fui a una fiesta de Halloween vi entre los asistentes gente disfrazada de africanos, otros de mapuche, de astronautas, de futbolistas, de evangélicos y cazafantasmas. Mi cabeza explotó cuando entre todo ese grupo quienes vestían “de africanos” tenían la cara pintada con tempera o pintura o maquillaje de fan de fútbol color negro.
El blackface o pintarse la cara negra aparece por primera vez en la historia cuando grupos dedicados a las artes necesitaban de la participación de personas negras en sus obras. Estos colectivos o compañías eran exclusivamente conformadas por blancos. Gente blanca accionando movimientos artísticos como el teatro, la performance, la música, entre otros.
Estos blancos se pintaban la cara negra para interpretar a los personajes, que aludiendo al contexto, siempre o casi siempre calzaban dentro de las categorías de: ladrones, traficantes, violadores, asesinos, asaltantes, indigentes, entre otros. Como en la película muda de 1915, El Nacimiento de una Nación, el himno fílmico del grupo blanco racista Ku Klux Klan.
“El blackface es cuando un performer no negro usa maquillaje negro, generalmente no realista, a veces es realista, pero tradicionalmente no intentan ser realistas con el maquillaje, es una caricatura de la negritud, ocupando pasta de zapatos de cuero negro, pintándose negro-negro-negro, lo más negro posible, enfatizando los ojos y los labios grandes en una caricatura”, dice el activista antiracista estadounidense Casey Butcher radicado en Chile.
“La negritud representada caricaturescamente desde un cuerpo o una persona no negra que no ha viviendo ni un día con una persona negra, que no sabe realmente qué es, se pone en el lugar de un negro y lo retrata, y siempre es un relato superficial, caricaturesco, falso en cierto sentido, pero también generalmente sexualiza la negritud, (…) la otredad es el signo sobresaliente del blackface, marcar el cuerpo negro como otro: como exótico, como sexualmente promiscuo, deseoso y también el cuerpo negro como algo permisivo y sensual” es racista, continúa Butcher “de una manera que no corresponde a cómo las personas actuarían si estuvieran dentro de su propio ser blanco o criollo, en el día a día, donde tus movimientos son más medidos, expresiones más normadas. Con el blackface el performer se abre a un espacio de sensualidad que acentúa su propia sexualidad reprimida”.
Es común ver en las fiestas de Halloween de todas partes, a personas con la cara pintada literalmente negra. Esto atravesó el espacio artístico para enforcarse en estricto rigor con la diversión, la burla, y el cuerpo de otros para el chiste de algunos.
Resulta que hacer esto, dice el activista, es otra forma más de borrar autoexpresiones de las vidas negras de las personas negras “así que al tomar espacio escénico o fílmico con blackface desplazas, borras, silencias autoexpresiones de la negritud hecha por personas negras y circulas por caricaturas que no la representan con fidedignidad”.
Lo más terrible de todo puede parecer la intención de interpretar a una persona negra y utilizar su cultura como otra manera de salir de fiesta, pero esta apropiación cultural, al igual que la gente que por alguna razón elige vestirse con indumentarias mapuche, es violenta.
“Me atrevo a decir que para el cuerpo negro, suele provocar dolor, rabia, es algo que han visto durante 500 años, estas representaciones que están en los dibujos animados de Disney (…) en compañías de teatro, en fiestas y encuentros”.
No es solamente el pueblo afro de Estados Unidos el que ha hecho esta crítica. En latinoamérica también, movimientos de Colombia, Venezuela, República Dominicana, y en Chile, han denunciado esta práctica como racista y violenta.
Existen personas que son directamente racistas, supremacistas blancos, entre otros, como los nazi, pero también hay gente que lo hace, que es racista, sin saberlo, incluso poniendo sobre la mesa un discurso progresista. Hay gente que “cae en prácticas racistas sin querer, pero son las acciones, las palabras, las lógicas, las racistas, no las personas. Uno puede caer en prácticas racistas sin querer, porque está en el aire, porque el sistema está hecho para que lo hagamos. Estas confusiones y estos errores son sistematizados: son parte del sistema. La solución es el mayor dialogo, leer a escritores y escritoras negras y organizar conversaciones”, finaliza.