Britney Spears se internó voluntariamente en un centro psiquiátrico y Hollywood es (y ha sido) el peor lugar para ella.


El día de ayer circuló la noticia sobre el ingreso voluntario de Britney Spears a un centro psiquiátrico para manejar sus problemas emocionales. La artista publicó una imagen en Instagram -la primera en 4 meses- para expresar que necesitaba un tiempo para ella. Su círculo cercano afirma que esta vez, Britney decidió anteponerse a un nuevo breakdown y aprender a manejar los últimos problemas personales que han aparecido en su vida.

En los albores de año nuevo, Spears canceló la tira de conciertos que tenía programada para este año en Las Vegas (ciudad donde mantiene una residencia fija con tres conciertos semanales que se han vendido como pan caliente en los pasados 4 años). El motivo es para concentrarse en la salud de su padre Jamie Spears, que no se encuentra bien luego de permanecer hospitalizado por problemas ligados a una desconocida enfermedad crónica.

El mes pasado, los medios recordaron al mundo los 19 años cumplidos de “Oops, I did it again” canción (y posterior frase) icónica que se instaló como uno de los sencillos promocionales más exitosos de la década pasada. El álbum homónimo logró vender más de un millón de copias en su primera semana, récord tan solo superado por Adele 15 años después con su disco “25”.


La nostalgia que provoca Britney Spears no es menor. Una generación nueva, esa que ahora entró a la universidad, puede que no la reconozca pero sí son conscientes de su importancia o al menos de su categoría de mega estrella tras una vida de vaivenes entre el máximo triunfo y una estrepitosa caída seguida de cerca por todos. Porque los medios también ha recordado de forma enfática año tras años el aniversario de cuando la cantante de “Toxic” se rapó para luego perder la custodia de sus hijos, salir de fiesta todos los días con Paris Hilton, y ser ingresada a un centro psiquiátrico contra su voluntad al ser diagnosticada con un trastorno bipolar.

 Desde ese entonces, Britney quedó bajo la custodia de su padre, quien controla sus finanzas, relaciones personales, horarios e incluso oficia como su chef personal. No es de extrañar entonces, que la relación entre ambos sea la causa de una vuelta exitosa de Spears a los escenarios después de su resonado breakdown el año 2007.


Con el correr de los años, y a pese a seguir cosechando éxitos, Spears se ha visto desganada. Su residencia fija en Las Vegas la alejó de sus fans fuera de Estados Unidos con un mensaje claro: está cansada de las giras mundiales que la llevaron por todo el globo desde que tiene 17 años. Su último disco, presentado el año 2016, tampoco contó con una promoción que le hiciese justicia, aunque si revisamos sus redes sociales, su personalidad es otra: se ve genuinamente feliz modelando, usando filtros de Instagram con su novio, bromeando con sus hijos, y compartiendo fotos con frases motivacionales (tal como cualquiera de nuestras madres).

La falta de ambición por continuar siendo la artista que fue es completamente compresible tomando en cuenta que Spears ha demostrado una capacidad de resiliencia que pocos exponentes de la música han conseguido con éxito, y si la persona que le devolvió la calma a su vida, el pilar que la sostuvo en sus momentos más oscuros, se encuentra en una condición crítica, es igualmente entendible que quiera retirarse por un tiempo indefinido que tiene todos los matices para ser uno definitivo; y si nuestros ídolos deben dejar de hacer lo que nos hizo caer a sus pies para alcanzar este periodo de introspección, quizás lo mejor es dejarlos ir.