Cien años de soledad cambió mi vida porque crecí en un lugar igual a Macondo

Cien años de soledad cumple medio siglo y empezamos las celebraciones haciéndole un queque a la obra clave de Gabriel Garcia Márquez (qepd).

garcia marquez

En mi historia personal, Cien años de soledad, la magnum opus de Gabriel García Márquez que este año cumple medio siglo, editado en 1967 por primera vez por la editorial Sudamericana en Buenos Aires, tiene una importancia especial. Ni la Rayuela de Cortázar tuvo el impacto que logró García Márquez. No fue parte de mi plan en el colegio, así que el día de mi cumpleaños 18 decidí hacerme un favor y entrar a una tienda de libros usados a buscarlo.

Encontré una edición de la editorial colombiana Oveja Negra, con la tapa roñosa y algunas hojas a punto de caer. En el camino de la micro a mi casa, me senté a leer e inmediatamente me comenzó a doler el estómago. No estaba frente a cualquier libro, pero en ese momento todavía no entendía lo que significaba. Me demoré casi tres meses en terminarlo, porque no quería que se acabara nunca. Esta misma experiencia la volví a repetir solo con un libro más, que en estos momentos no vale la pena mencionar porque simplemente no me quiero acordar del llanto que me vino al terminarlo.

El primer año de universidad, en un curso que debería pasar a la historia, me dijeron que en la literatura en español existían dos inicios que era fundamentales para la historia. El primero era el de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha y el segundo el de Cien años de soledad. “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. 27 palabras que repetí durante la mitad de un semestre, como un mantra para relajarme cuando estoy llena de trabajo o una canción de cuna de esas que las mamás les cantan a sus guaguas.

La tercera y más relevante para los propósitos de la lata que me mandé previamente es cuando entendí el término cronotopo. Manoseado hasta más no poder en las escuelas de letras, el término fue acuñado por el teórico ruso Mijail Bajtín, proviene de los términos griegos de kronos (tiempo) y topos (lugar) y se traduce en la relación que existe entre el espacio y el tiempo en la literatura. Macondo, la ciudad ficcional donde ocurren los sucesos de la familia Buendía, es en este caso un cronotopo que vive y respira por si mismo y uno que se mueve circularmente, sin fin, por el resto de sus días.

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Macondo no existe realmente en ningún lugar del mapa, pero pasa por los mismos cambios que tantas ciudades en Latinoamérica han pasado. Crecí en una especie de Macondo chileno, un pueblo enclavado en la que es conocida como la parte más angosta de Chile; un pueblo con casi nulo contacto con las grandes urbes, solo conectado por un tren que pasaba a kilómetro de él. Las olas migratorias, ya sean de locales o de personas extranjeras, convirtieron a Macondo y a mi ciudad chica en un centro en desarrollo, que vio el principio del fin cuando una plantación de plátanos con capitales de afuera del país se instaló cerca de Macondo. Al pueblo donde crecí no se le puso un conglomerado frutícola, sino que una minera.

Si bien el hecho de que exista cobre en la zona le da trabajo a mi familia, existe un decaimiento moral que va más allá de las tres farmacias que existen en la zona. La economía de extracción termina siendo una maldición parecida a los cuatro años en que no paró de llover en Macondo y que terminó por cementar la vida en el pueblo.

He conocido varias familias con dinámicas a lo Buendía. En Chile, conviven al mismo tiempo las familias numerosas unidas con las familias igual de numerosas pero en donde todos ignoran la existencia de otros. La figura del gacho, del apellido repetido, no es tan diferente al de Aureliano Babilonia, el hijo ilegítimo de Renata Remedios que termina por acabar con el linaje de los Buendía al acostarse y engendrar un bebé con su tía, Amaranta. El termino cola de chancho, que es una deformación del coxis humano en forma de rabo de cerdo, lo usamos para referirnos a los hijos que nacen de relaciones pseudo incestuosas, esas que decimos que la gente de estratos más alto tiene porque se casan entre primos. La endogamia es una cosa que pareciera de ficción, pero no, pasa más seguido de lo que uno cree, incluso en el siglo XXI.

Cien años de soledad es una obra mucho más larga que esto y llena de personajes que completan todo el espectro de personalidades. Este año cumple 50, un número al que muchos otros libros han llegado pero no de la misma manera. El continente entero se está preparando para celebrarlo. Chile, Argentina, Cuba, México, el país donde murió García Márquez a los 87 años, y su natal Colombia ya están sintiendo la fiebre que provoca una novela que cambió mi vida, la manera en como leo las obras y a la visión de mundo que tengo de América Latina. También la forma en que el mundo lee a América Latina y cómo América Latina se lee a sí misma.

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