Entrevistamos a la autora de “Diario de quedar embarazada“.
“Si ser neurótica es querer dos cosas mutuamente excluyentes al mismo tiempo, entonces soy extremadamente neurótica. Volaré de una cosa a otra y viceversa por el resto de mis días”
Sylvia Plath, The Bell Jar.
En la tradición literaria de las mujeres del siglo XX, la inmersión en sus cabezas fue una que las distinguió de otro tipo de textos. Virginia Woolf, Silvia Plath, Simone de Beauvoir, Clarice Lispector, Alejandra Pizarnik, Maria Luisa Bombal. Esas son algunas de las cientos de féminas que tomaron sus propias experiencias, antes escritas y retratadas por hombres, como por ejemplo, Madame Bovary de Flaubert, y las transformaron en narraciones honestas.
Las enfermedades o patologías mentales corrían con fuerza y velocidad en sus protagonistas: mujeres buscando surgir en mundos masculinos, queriendo siempre recobrar derechos humanos fundamentales, en el plano privado o público, aunque muchas veces todo estaba en su contra.
Ana, la protagonista de “Diario de quedar embarazada” de Claudia Apablaza (2017, sello B), escritora y fundadora de la editorial Los Libros de la Mujer Rota, tiene mucho de esas mujeres y, a la vez, un océano de diferencias.
Educada, de provincia pero con bagaje cultural suficiente para permitirle estudiar en otro país, Ana se gana una beca literaria para escribir en una residencia en Bogliasco, Italia. Allí, decide escribir un diario sobre su experiencia en el lugar, pero todo gira en torno a un anhelo implantado, absolutamente obsesivo, en su cabeza desde siempre: quedar embarazada. Claudia, la escritora, también estuvo en una residencia en Italia por una beca, con la idea de la maternidad rondándole la cabeza, pero no de la misma manera que Ana.
“El embarazo, o la idea de convertirse en madre, para algunas mujeres puede ser una cosa delirante. Uno no sabe lo que pasa en la cabeza de alguien, puede que esas mismas amigas que me han dicho que quieren ser mamás por dentro sean pura locura”, explicó Claudia.
La delgada línea entre la ficción y la no ficción es imposible de no notar. Más allá de datos como la edad, la temporalidad de la historia y los lugares, mucho de lo que aparece en el libro ocurrió alguna vez, pero no de la misma manera. Las cosas están ampliadas y exageradas, pero de ninguna manera deja de ser autoficción, y más precisamente, una autobiografía ficcional en clave de diario.
Hay una energía enorme rondando alrededor mío. Debe ser la energía que nos persigue cuando queremos ser madres y estamos cerca de la edad límite. Aunque me quedan siete años, esa energía me ronda, me persigue y me come. Una energía que comienza a meterse por todas las partes del cuerpo, avanza y, si no sabemos llevarla bien, mata”.
Diario de quedar embarazada, Claudia Apablaza.
El libro tiene a una misma mujer en dos etapas de su vida: una sumida en la locura por embarazarse y otra, ya estándolo, desconociendo a esa yo del pasado, pero cayendo en su misma red de locura una vez más. Es la misma sensación que pasó Claudia en el extranjero, pero ella y Ana son personas completamente distintas: “Yo me obsesioné como la protagonista cuando estuve en la residencia, pero por escribir un libro. Quería sacarme la idea de escribir de mi sistema, tal como ella quería ser madre”.
Maternidad, feminismo y neurosis
Querida Ijeawele es una carta que Chimamanda Ngozi Idichie le escribió a una amiga que le preguntó como poder criar a su hija en el feminismo. La autora nigeriana terminó creando un tratado de 15 sugerencias en los que también toca la maternidad como algo que se puede acompañada o no y ninguna opción es más feminista que la otra. En el caso del primer caso, la participación de la madre y el padre debe ser igualitaria, echando por tierra diferencias biológicas o de género en la crianza.
Claudia, quien también es madre y comparte esta visión con su pareja, citó en medio de la conversación la visión de Chimamanda, una que cada vez más parejas, homo y heteroparentales, llevan a cabo con sus hijos. Pero tal como lo dijo la periodista y escritora Gabriela Wiener sobre Diario de quedar embarazada, “En este libro Claudia Apablaza agujerea simbólicamente el condón del macho y lleva como nunca antes el ‘sobre mi cuerpo decido yo’ de la consigna al credo. La maternidad nunca fue tan feminista”.
Me inscribí en esta residencia de artistas pero ya no haré nada de ello: desde que mi deseo de maternidad comenzó a aflorar con fuerza, odio los libros, las acciones de arte, los proyectos. Al parecer solo vine acá para tener un hijo. Tengo 33 años y quiero tener un hijo pronto. Este mes intentaré quedar embarazada. Solo quedan 41 días.
Diario de quedar embarazada, Claudia Apablaza.
A pesar de que, confiesa Claudia, la idea de un hijo le comenzó a rondar pasada la barrera de los 30, jamás sintió una presión social en tomar esa decisión de vida. “Mi abuela fue la única persona que me dijo que tuviera un hijo joven, pero fue porque ella se casó a los 15 años y a los 23 años ya tenía cinco hijos. Ella me miraba a los 20 y tanto y lo encontraba raro, pero es solamente porque es de otra generación”, dijo Claudia.
Así mismo, la creciente neurosis de Ana, su obsesión por ser madre y su fobia a cualquier tipo de enfermedad, aunque sea un resfrío común, la sumen en un espiral de locura que solo puede identificar con la distancia temporal que dan los años. Cada experiencia, cada estímulo nuevo, la hacen entrar en ese tipo de conductas, una que culmina en el momento de entrar a trabajo de parto, cuando el deseo se convierte en realidad y entra la verdadera pregunta: “¿Ahora qué?”.