Entrevistamos a la psicóloga, bruja y diseñadora de modas aprovechando su visita desde Lima: “Para mí la indumentaria es una relación que va mucho más allá de la narrativa estética. Es mostrar mi universo”, dice.
Con los despiadados avances del capitalismo, la modernización de los pueblos y la expropiación de tierras a las comunidades indigenas, la migración dentro de las mismas construcciones geopolíticas ha ido constituyendo nuevas formas de protestas y resistencias.
Una de estas construcciones identitarias es la de indígena urbana. Esta figura aparece como resistencia ante la globalización y las masacres cometidas por la usurpación, negación y aniquilación de la cultura originaria. Claudia Aragón (Cuzco) es una indígena urbana, se definió así por las casualidades que la llevaron a vivir en la ciudad. Nunca quiso abandonar sus raíces. La insistencia forma parte de su identidad, su vestimenta e indumentaria desbordan el entendimiento de su cultura, aproximan conocimientos y democratizan nuevas experiencias y formas de vivir.
Claudia es, como se define ella misma, una afrochola contemporánea, una indígena urbana, una bruja. Además es psicóloga, activista marrón feminista y diseñadora de modas. En esto último también se ha dedicado a la docencia.
Es andinadescendiente y afrodescendiente. Sus ancentras son mujeres andinas y varones afroperuanos. Es chola contemporánea, ya que mantiene las costumbres que hacen de una chola una chola, como la fe, el respeto por sus raíces ancestrales y esto se unifica con la vida en Perú en el siglo XXI.
Caminamos por la calle con Claudia, el mundo la mira, los ojos están sobre ella. Me dice que no siempre es con respeto, que “chola de mierda” es una frase que recibe a menudo, que el respeto aparece sólo de vez en cuando y es algo que sorprende cuando eres mujer e indígena.
Llegó a Chile de la mando del encuentro de prácticas críticas Moda Desobediente a cargo del Colectivo Malvestidas (Loreto Martínez y Tamara Poblete), un espacio que busca problematizar el sistema de la moda, la industria y todas las disciplinas que convergen desde distintos puntos de vista.
Claudia Aragón llegó al Museo de Arte Contemporáneo para conversar en la mesa Estéticas quiltras/Moda y mestizaje junto a Cristian Aravena y Demian Schopf.
Nos volvimos a encontrar para conversar sobre su presentación en el encuentro y también sobre su trabajo como diseñadora de modas.
“Este fue un viaje fuerte e intenso, de reencontrarme. De afirmar cosas que no había pensado antes sobre mí misma”, dice Aragón en conversación con Pousta. Esta no es la primera vez que Claudia viene a Chile, la primera vez que vino estaba casada y ahora regresa divorciada, lo que genera que esta visita esté rodeada de novedades para ella y de nuevos puntos de vista.
¿Cómo has pensado la moda desde el activismo, el feminismo, tu ascendencia…?
Ya no hago indumentaria, este año no saqué ninguna colección, mi última colección la lancé el año pasado (2017). Todas las cosas que yo hago a nivel de propuesta tienen que ver con procesos personales fuertes que he vivido yo.
Su primera colección
Yo me considero feminista después de regresar de mi primer viaje de Chile a Lima, también marcó el entenderme como agente político y contestatario, y eso lo pensé aquí la primera vez que vine, por eso estos viajes son tan importantes.
No he tenido que identificarme como activista o feminista para pensar mis diseños. Desde siempre he pensado la ropa o la moda desde mi ser chola contemporánea. El amar mis raíces y mi origen. Esto está ligado en mi ropa.
Cuando me preguntan ¿Qué es llevar una prenda Claudia Aragón? Es llevar todo lo que yo soy. Es ponerte una casaca mía y saber que te estoy protegiendo. Porque yo he rezado para hacer esas prendas, porque también me considero bruja y sanadora. Las pocas prendas que hago tienen como máximo diez reproducciones, acabado a mano distinto y ritualizado distinto para cada persona que va a adquirir la prenda.
Todo es muy mágico, porque yo lo soy también.
Se está gestando una nueva forma de ver el mundo de gente que nace en la urbe y que mantiene sus raíces.
Se está gestando. Muchas veces estas personas no hablan el lenguaje originario, que no puede usar prendas originarias, pero en su alma, en su útero, y en su ser en sus venas y en su color de piel mantiene esta raíz y quiere denominarse o auto identificarse como indígena urbano.
Estas son personas que han debido migrar a la ciudad o que ya son quinta o sexta generación de indigenas que viven en la ciudad. Que no han regresado a su pueblo, pero mantienen tradiciones, cultura, ritos, y viven en la urbe.
Algunas compañeras afromexicanas me dicen que claro, ellas se pueden definir como afro porque hay una características de piel que no se pueden borrar, en cambio las autodefiniciones de las personas que son marrones tienen que ser conscientes que al ponerse algún título del origen que vengas o cómo te sientas, vas a estar en la mira y al frente para que alguien sea clasista y racista contigo. Y ante estas situaciones se produce un racismo en cascada, y empiezan a decirte que uno es menos marrón que otro, que algunos tienen la piel más clara. Pero todes somos marrones, sólo que en diferentes tonalidades.
Eso explica la idea del indígena urbano
Yo no sé si alguien utilizó este concepto antes. Yo no hablo lenguaje originario, pero en mi piel, mis ritos, mis sentires y mi identificación a partir del sentir, soy indígena, pero no vivo en la selva, no vivo en el pueblo, somos generaciones de migrantes del pueblo a la ciudad. No sabíamos cómo identificarnos sin dejar de lados nuestros sentires, por lo mismo, y para ser más precisas con nuestra identidad nos definimos como indigenas urbanas.
¿Y cómo tu relación con la ropa nace a partir de la relación con tu familia, con tus raíces…?
En una suerte de equivocación, mi ex esposo me trajo una pollera porque le gustaban los colores. Me la puse y sentí como si me faltaran las piernas. Sentía que al usar polleras me acercaba a lo que más extrañaba que era Cuzco, me hizo estar enlazada con mi mamá, con mi familia.
No creo que fuera una casualidad. Gracias a ese episodio comencé a entender que mi conexión con la ropa era mucho más emocional. No uso pantalones desde hace cinco años, sólo uso polleras. Para mí la indumentaria es una relación que va mucho más allá de la narrativa estética. Es mostrar mi universo. En mi pelo utilizo cosas que eran de mi abuela, mi peinado tiene que ver con mi familia y mis hermanas, los tatuajes que tengo tienen que ver con lo mismo, la forma que me rapo la cabeza tiene que ver con la muerte de mi abuela y de mi tío.
Para mí el tener algún tipo de prendas es tener un poder de lenguaje, de comunicación que mucha gente lo puede entender o no, pero también es estar cuestionando y educando todos los días cuando salgo así a la calle. La gente va a preguntar de buena o mala manera, hay gente que te ataca, que te dice cosas horribles. Es estar en contra del racismo. Es estar en contra del retail, de la estandarización de la ropa, cuando la ropa siempre ha sido la armadura para salir a luchar.
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