Por Javier Correa
“Es uno de los premios prestigiosos de la lengua castellana”, dice la escritora argentina Claudia Piñeiro (1960) cuando le preguntan sobre el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas, del que fue parte del jurado- junto a Fabián Casas, Javier Vásconez, Alberto Fuguet y Cynthia Rimsky- que acaba de elegir como ganadora a la escritora argentina María Moreno.
“El hecho de que nosotros mismos tenemos que proponer finalistas nos pone en un lugar de mucha responsabilidad”, profundiza la autora de Quién no (2018, Alfaguara).
Ahora que los autores jóvenes han tomado la autoficción como norte, ¿qué crees que se debería premiar en estos tiempos? ¿Volver a mirar a los clásicos o dar cabida a nuevas voces y estilos?
Todo. Hay cosas importantes por las que volver a los clásicos y hay voces jóvenes imperdibles. No necesariamente todo es autoficción.
¿Qué autoras estás leyendo?
En Argentina Ariana Harwicz, o Mariana Enríquez, o Samanta Schweblin, o Vera Giaconi, no hacen autoficción, y son hoy autoras ineludibles.
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Contra el machismo literario
“Las instituciones literarias siguen organizando y promoviendo espacios en los que la participación de mujeres aún es minoritaria o nula”, decía parte de la carta Contra el machismo literario firmada por más de un centenar de escritoras y escritores, entre ellas Claudia Piñeiro, que expuso la exagerada representación masculina en la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa.
Algunos datos: entre los panelistas de esta tercera edición habían 13 hombres y sólo tres mujeres; el jurado del galardón lo componían cuatro escritores y una autora; y entre los candidatos al premio de la Bienal, también habían cuatro autores y una escritora, Gioconda Belli. Para acrecentar la fisura- y la deuda- resultó ganador el venezolano Rodrigo Blanco Calderón con su novela The Night (2016, Alfaguara).
“La deuda es mucha en cuanto a la visibilización en los lugares de poder. No hay problema en que nos publiquen porque además tenemos lectores y hacemos textos de calidad. Pero cuando hay que repartir lugares de supuesto poder, ahí se nota que el machismo está presente. Cada vez menos porque lo vamos señalando y al verlo se produce una reflexión y, en el mejor de los casos, una reparación, al menos a futuro”, dice Piñeiro.
¿Crees que existe una disposición a ceder?
Hay todavía lugares que ciertos hombres, no todos, no están dispuestos a ceder. Y se los ve muy afuera del momento histórico, como esperando que a estas «locas» se les pase esta rabieta. Supongo que asumirán más temprano que tarde que no es rabieta y que no pasará, más bien, empezarán a ser las nuevas reglas del juego para un mundo más justo y mejor para todos, incluso para esos que no lo quieren ver.
El mismo Vargas Llosa respondió que «el feminismo corre el peligro de pervertirse si opta por una línea fanática e intransigente», ¿sientes que todavía hay un grupo de escritores que no entiende el fondo de lo que se discute?
Creo que la carta que firmamos tuvo un valor enorme que es que nos puso a pensar. Y aparecieron textos extraordinarios a partir de eso. Les recomiendo especialmente el que escribió este fin de semana el escritor español José Ovejero para La Marea —«El ataque de los hombres cuota»—.
Sobre el futuro del movimiento de los pañuelos verdes en Argentina, del que la autora de Las viudas de los jueves (2005) se ha convertido en una activista relevante, dice que se debe “seguir peleando por ampliación de derechos. Históricamente estos son procesos, hay mucha resistencia, lo mismo pasa con temas como el matrimonio igualitario”.
“Pero estamos mucho mejor que antes. Hoy la sociedad habla abiertamente del aborto. Las nuevas generaciones no entienden los planteos de los sectores más retrógrados. Esto en unos años va a ser un asunto superado. Cuando en la Argentina se votó la ley de divorcio, los diputados que la votaron fueron excomulgados. Hoy está divorciada hasta la hermana del Papa”, profundiza.
¿Cómo crees que este movimiento se contrapone al avance de la ultraderecha en el mundo?
Somos su campo de batalla. Quieren controlar nuestra sexualidad, nuestro cuerpo, que sigamos garantizando procreación, cuidados gratuitos, un rol femenino impuesto casi como una esclavitud del que además pretenden que estemos orgullosas y despleguemos felices. Fueron muchos años de no rebelarnos, casi no se entiende cómo no lo hicimos antes. Resistiremos a cualquier embate con un movimiento transversal, inmenso, que no entiende de partidos políticos sino de luchar por objetivos comunes. El movimiento feminista es hoy el movimiento politico social más importante en casi todo el mundo.