Me cuesta la no ficción. No soy una compradora ni una lectora de no ficción (lo dije y qué). Tal vez por costumbre o por oficio o por moda, soy compradora de novelas. Ahí me muevo bien y me es fácil elegir. Descubrí el libro Llamada perdida dentro de un avión, por mi compañera de viaje Claudia Apablaza, con quien veníamos de Lima. Durante los tres días que estuvimos allí, ella me dijo “cómprate el libro de la Gabriela”, incluso, me lo mostró varias veces en el stand de Estruendo Mudo y yo dale comprando novelas.

Y cuando estábamos en ese avión las dos, Claudia tratando de dormir y yo tratando de leer, Llamada perdida me atrapó y tuve la obligación –porque el viaje de Lima no dura mucho y porque mi compañera de viaje, apenas despertó, me  pidió el libro de vuelta– de comprármelo en Chile, en el stand de editoriales independientes de la FILSA.

Y lo leí hasta terminarlo en unos pocos días.

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Cuesta encontrar voces como la de Gabriela. Una voz honesta que habla desde el desarraigo de sí misma. Una voz poderosa y seductora, que siente la urgencia, el deseo, de dejar constancia de su propio extrañamiento. Pues Gabriela es una escritora voraz que quiere decir sus propios monstruos. Y no necesita de la ficción. Y yo tampoco la necesito. Todo está ahí, en las varias preguntas que ella se responde en cada tema que expone.

No hay timideces con Gabriela Wiener. La autora, a través de fragmentos que ella va titulando según el tema a trabajar, nos hace parte de las distintas experiencias que ha vivido o visto vivir. De algún modo, casi no hay más imaginación que la palabra y su modo de rehacer un momento, un episodio importante, una muerte que se imagina, un Perú que se recuerda, se sueña, pero al que no se regresa.

Y el tema en Llamada perdida es el viaje. Como en toda buena literatura hay una mujer, un país, un viaje, una idea de retorno, un no-retorno, y páginas y páginas de un talento único que nos hacen parte de la vida de Gabriela. Porque de esto se trata, de una llamada a larga distancia en que una narradora, intenta comunicarle a su interlocutor, qué es ser una mujer peruana viviendo en España, casada, con una hija, decididamente moderna, cuyos complejos son los que siempre la están llevando al límite de la experiencia y de la escritura.

Por último, creo que este es un libro que toda mujer debe leer en algún momento de su vida. Pero si está en sus veinte/treinta/cuarentas, mejor.