Querida Ijeawele: Cómo educar en el feminismo es un libro de la autora y feminista nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie que se hizo conocida en todo el mundo por su Ted Talk “We should all be feminists”. Este libro se lo escribió a una amiga que le preguntó cómo criar a su hija recién nacida en el feminismo.
Mi mamá, la persona con la que yo he pasado más tiempo en mi vida, no es feminista.
No pasa porque su formación haya sido en plena dictadura o que su familia fuera aprehensiva con ella, hija única y de madre soltera. Mi madre no es feminista porque las esferas del feminismo, cuando ella creció, estaban solamente dentro de algunas aulas universitarias y no en la vida privada de cientos de familia que hoy si educan a sus hijos dentro de los preceptos de un movimiento que cree en la igualdad social, política y económica de los sexos.
Todavía, a pesar de que ya ha pasado suficiente tiempo desde su niñez, la mía y la de mis hermanos, no sé si se identifica como tal, pero creo que es algo que debe descubrir por si misma, tal como yo lo hice en mi contexto privilegiado de la educación formal y mi relación con diferentes mujeres. En mi brazo izquierda puedo leer, siempre, la palabra sororidad, recordatorio absoluto de la lucha que mis hermanas y yo hemos tenido que sortear en este mundo.
Un día domingo después de almuerzo pasamos caminando afuera de una librería, a la que obviamente entramos. Si yo sé leer fue gracias a ella, porque se sentó conmigo desde los cuatro años con Silabario en mano y la cual me dejó, sin querer, una copia de un libro de Hemingway que había leído en el sillón y que yo tomé, leí y no solté. Esa misma edición está dando vueltas en una caja con más libros que juntas hemos leído.
Adentro del local, en una mesa, una copia de Querida Ijeawele: Cómo educar en el feminismo nos estaba esperando. Mi mamá la levantó y leyó la contratapa. Le dije que como se acercaba mi cumpleaños, sería un buen regalo tenerlo.
-Yo te crié así- me dijo.
Finalmente, el libro llegó a mis manos. Sin querer poner en duda la palabra segura de mi madre, decidí juzgar por mi misma la afirmación, a pesar de que ninguna de las dos lo había leído. Querida Ijeawele es una carta que Chimamanda Ngozi Adichie, autora y feminista nigeriana que se hizo conocida en todo el mundo por su Ted Talk “We should all be feminists”, que posteó en Facebook y que extendió en formato ensayo, escribió a su amiga Ijeawele, quien le preguntó como criar a su hija recién nacida en el feminismo.
Chihamamanda llegó a la conclusión, en 15 sugerencias que despliega en profundidad, cómo educar a este nuevo ser que llegó al mundo, aunque hace una advertencia clara: “Se me ocurren algunas sugerencias para educar a Chizalum. Pero recuerda que puedes hacer todo lo que te propongo y que, aún así, no salga como esperabas porque a veces la vida tiene esas cosas. Lo importante es que lo intentes”.
Desde recalcarle a su amiga que la maternidad no la define, y que solo tiene que ser una persona completa para ella y para su hija, pasando por la importancia de una paternidad compartida con su marido, el quiebre de esos roles de género impuestos por la sociedad, hasta la importancia del amor y del sexo en la educación de su hija, Chimamanda se aproxima hacia un problema que está en la base de muchas vidas nuevas vidas y de esas que ya crecieron: el ser uno mismo, sin restricciones, abogando por la plenitud y la felicidad al final de las cosas.
Chimamanda no describe una educación naive, empapada de ese falso feminismo light que ella misma critica, en lo absoluto; esos mismos preceptos que escribió, en mayor o menor medida, mi madre me los traspasó con la absoluta convicción de que harían de mi un ser humano lo más integro posible. Y con las lágrimas en que la encontré leyendo La mujer rota, de Simone de Beauvoir, preguntándose si realmente había sido una buena madre, entendí que su beso en mi mejilla era el mismo que yo debería haberle dado todas las veces que me regaló un libro, que me impulsó a que cumpliera mis metas, que no permitiera que nada ni nadie pusiera su pie poderoso encima mío. “(…) Lo que espero para Chizalum es lo siguiente: que esté repleta de opiniones y que sus opiniones tengan un punto de partida fundado, humano y de amplias miras. Que esté sana y feliz. Que su vida sea lo que ella quiere que sea”.
Así es, Chimamanda. Así es, mamá.
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