“Narigona”, “orejón”, “guatón culiao”, “por qué eres tan peluda”. Conversamos con diez personas que nos contaron cómo se dieron cuenta que tenían algo diferente y que, de ser un tema irrelevante en sus vidas, pasó a ser un tema o un complejo hasta hoy.
Tamara Silva (30 años)
“Cuando era chica no tenía la nariz que tengo ahora, con el tiempo fue mutando a un tabique desviado más o menos cuático, pero no me di cuenta que era un rasgo llamativo o “feo” hasta que un compañero de curso, y que justo era el que me gustaba en octavo básico, me dijo en tono burlesco (creo que) por haberme sacado una buena nota en inglés, “igual eris entera’ e narigona“. Y ahí quedé yo, muerta en dolor y vergüenza y así seguí durante años de mi vida adolescente, mirándome en cada espejo, evitando las fotos sorpresa, tratando de pasar piola lo mas que podía.
Ahora de adulta me di cuenta que esa nariz que tanto odiaba, era la herencia de mi mamá y ahí me importó un carajo todo, bueno, casi todo.”
Genesis Lagos (29 años)
“Cuando era muy chica e iba en el jardín, yo creo que tenía cuatro años y me acuerdo perfecto: estábamos jugando en los juegos del patio y de repente una compañera se acerca y me dice “Oye ¿y tú por qué eres así?” y yo como “mmm así como?” “así, estás sucia” me dijo y yo “mmm…por qué estoy sucia?” y me tocaba la cara y me decía “sí, estás café” y le dije “aahhhh sí…” y como tierna igual, me intentó dar una solución y me dijo “lo que puedes hacer es llegar a tu casa a lavarte la cara y si eso no resulta, tal vez te puedes poner esas cosas que sirven para limpiar las zapatillas”, esa con una esponjita que las deja blancas. Entonces lo que hice, fue llegar a la casa y ponerme esta cosa en la cara, en el baño, sola, y cuando abro la puerta y le iba a mostrar a mi mamá o a mi abuela, no me acuerdo bien, me dicen “¡pero por qué te pusiste eso en la cara!” y dije que yo quería ser blanca porque mis compañeros decían que estaba sucia. Ahí me di cuenta que era diferente.”
Marcial Parraguez (25 años)
“La primera vez que me di cuenta vivía en un cuerpo gordo fue cuando mi mamá mi llevaba a comprar ropa y enojada me decía que tenía que comprarme ropa de gente de 40 años porque era la única ropa que me quedaba buena, en la única que entraba. La gente me paraba en la calle para decirme que era muy gordo para estar tan tranquilo y no estar haciendo dieta, entre esta y otras suposiciones me tocaba llegar a mi casa a seguir con el mismo discurso de parte de mi mamá. En la escuela mis compañeros abusaban de mí, me pegaban, me tocaban, me escupían. En las micros los otros estudiantes me pegaban o me insultaban, a vista de todos y nadie hacía nada, y yo no me defendía porque tenía miedo porque hasta mis 14 años seguía pensando que estaba mal ser gordo porque eso fue lo que me enseñaban en la tele o en la calle o con esos golpes que venían de todos lados y con los que aún vivo. Ya, por fin, amo mi cuerpo, entiendo mi gordura y no quiero perderla, vivo feliz y trabajo mi activismo desde la gordura, para hacer entender que nadie tiene el derecho o la autoridad de golpear a otro por ser gordo, o por alguna otra razón. Nadie.”
Valentina Castillo (23 años)
“Me di cuenta que era diferente en algo y me acomplejé. Iba en tercero básico y -básicamente- nunca pensé en el tema físico, ni de mí ni de mis compañeros, todos éramos distintos y eso me lo enseñaron desde chica, el respeto a la diferencia. En verdad era bastante pava así que sobre todo de mi físico o forma de vestir no me preocupé nunca. De la nada surgió que el interactuar con un compañero un día llevó a que me dijera, no sé en qué contexto “Chilindrina” (Chavo del 8), y desde ese día lo más bonito que tenía según mi abuela, mis pecas, se convirtió en mi pesadilla. Sufrí mucho me acuerdo, el sobrenombre me lo siguió diciendo aunque no tan seguido, sólo cuando se acordaba o aburría yo creo. Ya no quería ir con cachos porque me parecía más a ella, dejé de ver el Chavo en la tele y le rogaba a mi abuela que me comprara cremas para sacármelas. Encuentro terrible ser tan chica y haber tenido problemas con mi físico, lo encuentro cuático ahora que lo pienso. Pero en fin, no sé cómo lo habré superado ya que hasta el día de hoy han sido mi arma de conquista jiji y las amo. Las burlas siempre estarán, pero creamos estas barreras de acero que hacen que no quepa nada más que selflove.”
Gabriel Brink (24 años)
“El tema era mi voz, me acuerdo de ser súper chico, onda haber tenido menos de 12 años, y estaba en un parque con mis primos y mi hermano menor. De repente se acercó un niño con su mamá y me preguntaron si era mujer, yo algo asustado y no entendiendo nada, le pedí que me repitiera la pregunta y me volvió a hacer la misma pregunta. Me acuerdo que quedé en shock, me toqué como para ver si era mi cuerpo porque fue muy extraño y según yo era un niño muy normal, sólo con una voz más fina y le respondí que no, que era hombre y pregunté por qué. La señora me dijo súper segura “en seriooo es que hablas como si fueras mujer”, ella y su hijo se rieron y yo quede 🌚 y le dije que no po, que era hombre. Desde ese momento esa pregunta me causó miles de preguntas sin respuestas y fue muy Brígido, porque después me hicieron esa pregunta como por 4 años, me daba verguenza hablar con extraños y tuve que aprender a superarlo, mi mamá me decía que tenía que ser “más parado de la hilacha” y empecé a enfrentar a las personas. Empecé a ir de frente y fue difícil, pero después de un tiempo fue agradable y eso me ayudó a salir del clóset y vivir tranquilo.”
Mariana (25 años)
“Siempre he tenido granitos en la espalda y cuando se van me queda la marquita, nunca me había acomplejado hasta que una vez para un jeans day, cuando iba al colegio, fui con una polera que tenía un escote en la espalda (escote piola, escote de niña de 16 años) y me dijeron que qué onda, por qué usaba una polera así si mi espalda era de esa forma. Me sentí muy rara y con vergüenza porque para mí nunca había sido tema y pensé en todas las veces que usé esa polera donde todos lo notaban menos yo. Ahora a mis 25 años sigue siendo tema pero siento que cada vez menos, quizás es muy trivial pero ha sido re difícil.”
Isadora Díaz-Valdés (29 años)
“Me acuerdo que cuando iba en primero básico, estaba jugando sola en esos fierritos donde uno se colgaba en el patio del colegio. El recreo estaba terminando y un niño que era de un curso más arriba que yo (que yo por lo menos los miraba con cierto miedo y respeto), me dijo “¡córrete narigona!” porque quería pasar. En ese momento volví a la sala y me sentí mal toda la clase, no entendía, me había dado cuenta que era narigona y que eso era algo malo porque por algo ese niño fue tan despectivo (y eso que ese niño, la muy patuda, era mucho más narigón y orejón que yo). Desde ese día siempre quise tener la nariz más chica y mi mamá me decía que las narices grandes eran bonitas y me daba el ejemplo de Gisele Bundchen jajaja, después ya teniendo como 17 años, con una amiga que era mucho más grande que yo y que le gustaba mucho mi nariz, entendí que era parte de mi personalidad y que las narices grandes son atractivas y nunca me la operaría.”
Javiera Soto (27 años)
“Recuerdo perfecto cuando una niña en el quiosco de mi primer colegio me preguntó, “¿por qué tienes los ojos así? ¿taaan chicos? ¿ves mal? que raros son…” hasta ese momento jamás había interiorizado tener una diferencia (porque soy chinita y antes lo era más). Después me cambié a un colegio mixto y mis compañeros me recordaban no que no era el “prototipo” de belleza de forma poco amable. Yo quería mucho tener ojos graaaandes, que me dijeran china me entristecía, le daban una connotación negativa y yo comencé a hacerlo también, por ahí leí que algunos asiáticos se operaban para agrandar sus ojos y que los hermosos de animé tenían enormes ojos porque son más bellos y expresivos y eso ratificaba mi idea. Nunca lo vi como una característica especial hasta que una amiga fotógrafa me hizo entender que me hacía bellamente diferente, comencé a abrazar la idea de que era una característica muy mía, herencia de mi querido padre. Hoy soy una chinita muy feliz, madre de un hermoso chinito que se dice contento el doble de Bruce Lee y llevamos orgullosos un poquito del oriente :) <3
Fernanda Sánchez (22 años)
“Me pasaron dos cosas cuando estaba en básica: la primera fue darme cuenta que era mucho más alta (y gorda en ese tiempo) que mis compañeras, y un día iba caminando por un pasillo y me gritaron corriendo “¡Es la gran Paty!” y una profesora, en vez de defenderme, me dijo “córrete que puedes botar a tus compañeras”. La otra fue como en séptimo, aún no me llegaba la regla y tampoco tenía mucha consciencia sobre la depilación. En un acto del colegio me sentaron junto a las cabras más bonitas y una me susurró con asco que por qué no me depilaba y caché que era mucho más peluda que el resto. Esas dos cosas me cambiaron jevi y aún siguen siendo tema, no creo haberlos superado, pero me esfuerzo a que no me importe tanto, adentrarme en el feminismo me ha ido ayudando.”