“La gente piensa que un minuto estamos hablando contigo y después te estamos persiguiendo con una pistola”, nos contó (contaron) Marcela Del Sol, la autora de “Caleidoscopio”.

El estigma de vivir con un trastorno mental produce una barrera automática entre quienes lo sufren y quienes son testigos. Pareciera ser que estamos insertos en un mundo que establece diferencias abismales entre quienes están clínicamente “sanos” y quienes sufren de algún tipo de desequilibrio. En ese contexto, sacar la voz desde el trauma y reconstruirse desde el arte y el activismo son actos revolucionarios. Marcela Del Sol vivió el caos, se desarmó y se reconstruyó. Pese a que corresponde a ficción, “Caleidoscopio” es un trozo de su historia.

“La gente piensa que un minuto estamos hablando contigo y después te estamos persiguiendo con una pistola“, dice Marcela, quien convive con Trastorno de Identidad Disociativo (TID) y Síndrome de Estrés Postraumático (PTSD, por sus siglas en inglés), luego de haber sufrido tres eventos que la marcaron (abuso sexual, un robo a mano armada y un accidente automovilístico), pero que no definieron su existencia desde un punto de vista invalidante. Del Sol se hace cargo de sí misma y explica que estos hechos se deben a “traumas que la sociedad estimuló y de cierta manera, creó”.

“Existo en un mundo donde el hombre aún piensa que es su derecho tomarme, porque si me pongo un escote o si me ve así vestida piensa esta mina quiere tirar, quiere sexo, pero no. Es mi derecho sobre mi cuerpo y nadie más manda sobre él”, asegura Marcela, que día a día lucha contra sus miedos.

De todos modos, ningún trauma impidió que la escritora, asegura, desarrollara estudios profesionales en Harvard, la Universidad de Berkeley y en el National Institute of Dramatic Art en Australia. Así fue dando forma al primer libro que firmó – antes se había desempeñado como ghostwriter -, “Caleidoscopio”, la versión chilena del best-seller que fue su primera edición en inglés, (“Kaleidoscope”, My Life’s Multiple Reflections) que llegó a diversas publicaciones de Oceanía: “Tengo dos personalidades predominantes: una es Lola, que es súper sexy, excéntrica, como súper desinhibida. Después está Cris, que es un hombre que nos espanta a los demás, él es súper protector. Sé que no existen, yo no escucho voces en la cabeza, pero nosotros nos denominamos un sistema”.

El libro versa sobre la lucha de Lucía con los mismos trastornos de Marcela, que, en su etapa de adulta joven, debe lidiar con hasta siete personalidades que se alojan en su mente. En el mundo real, Marcela también debe armarse de herramientas para enfrentar su rutina, pero no habla desde la victimización. Sorprende su entereza e inspiran sus ganas de ayudar; de hecho, Del Sol apoya a casas de acogida de niñas que han sufrido abuso sexual.

“Al principio, ellas no hacían contacto visual conmigo. Terminé el primer taller y se abalanzaron todas a hacerme preguntas. Lo que existe ahí es un miedo al vínculo, porque el vínculo las rompió. El trabajo personal nadie lo está haciendo, porque vivimos en una sociedad que glorifica la materia, pero la materia tiene un periodo de expiración; el trabajo humano trasciende”, comenta Marcela, que tiene clara la génesis del sinnúmero de episodios violentos que vive en su periplo diario. Hay cosas tan tan simples que no vemos como violencia, por ejemplo, si voy a un restaurante con un hombre, a él lo saludan y a mi no, siendo que yo voy a pagar la cuenta; si yo pago el estacionamiento, le dan las gracias al hombre que está al lado mío, y esas son violencias, porque me están indirectamente que soy inferior, que no tengo poder”.

La autora ha sabido reconstruirse en base a altos y bajos socioeconómicos y geográficos, hasta alcanzar el equilibrio. “Pasé de tener todo a vivir en mi auto, solo comía papas del Mc Donald’s de 70 centavos, me duchaba donde una amiga...Hoy tengo el deber de ‘pagar mi peaje’ acá, cuando tienes más que suficiente, expande la mesa, no pongas cercas“, explica, y aprovecha para hacer un paralelo entre cómo se vive en Chile en base a las trabas que no existen en Australia. “El miedo está arraigado a nuestro comportamiento. Entonces, la violencia se permea de maneras tan sutiles que las aceptamos día a día”.

Fotos por Frnk

Estudio: Bellavista Tattoo Studio

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