Cristian Aldana, vocalista de EOY, dice estar viviendo “un infierno”, que se ha acercado a Dios, hace pequeños shows para otros presos, y no muestra pero ni una gota de arrepentimiento ni empatía con sus víctimas. Está para un caso de estudio de psicología criminal.
Desde el 22 de diciembre, Cristian Aldana, 45 años, vocalista y guitarrista de El Otro Yo está preso, procesado y actualmente bajo investigación por los delitos de “abuso sexual gravemente ultrajante y corrupción de menores en siete oportunidades”.
Hace un par de semana, tres mujeres hicieron público vía Youtube las aberraciones sexuales a las cuales Aldana las habría sometido. Puedes revisarlas acá (Advertencia: son bastante fuertes).
Ayer la revista Rolling Stone publicó en exclusiva una entrevista realizada al cantante de “No me importa morir”, donde describe sus días en prisión como “un infierno”. Llama poderosamente la atención que Aldana niega pero totalmente todas las acusaciones, acusando a las denunciantes, a quienes niega conocer incluso, de querer “vender mentiras con pornografía y morbo”.
Sobre Carolina Luján, ex pareja y denunciante, dice que tuvieron una relación de “puro amor y respeto, sana y feliz”, pero que después la ruptura hubo agresiones y acoso de parte de ella. Un relato muy diferente a como lo recuerda Carolina, por cierto.
“La estrategia de Carolina Luján [su ex pareja y una de las tres querellantes] es lograr credibilidad por la mera reiteración de otros testimonios, que son el reflejo de sus propios intereses. Tienen un discurso único, prefabricado y encaminado a resaltar el morbo y la pornografía como “gancho” para vender sus mentiras. No existieron tales encuentros, individuales ni grupales. Ni siquiera tengo conocimiento personal con las denunciantes, más allá de que ellas, como seguidoras de EOY, hayan ido a los shows”.
“Sólo es cierta la relación que mantuve con Carolina, con quien conviví en 2007. Recuerdo esa etapa de puro amor y respeto, que trascendió el ámbito de nuestra intimidad, porque era una relación sana y feliz que compartíamos con nuestros familiares y amigos. Yo pasaba mucho tiempo con ella en la casa de sus padres y en determinado momento decidimos convivir. En esa época Carolina tenía 17 años y era muy independiente, no sólo de su familia, sino también de mí. Tenía sus propios proyectos, su banda de música, tocaba en distintos lugares y se movía a su antojo. En EOY teníamos una rutina agotadora de recitales y giras que provocaron celos y cuestionamientos de su parte, y con el tiempo, la ruptura. Mantuvimos una relación de afecto y amistad hasta el inicio de mi relación con Guillermina -la madre de mi hija-, cuando comenzaron las agresiones. Al principio sólo se trataba de un mero intento de seducción (y hasta acoso) que rechacé, para luego incrementar su ataque hacia mi esposa e inclusive hacia la banda”.
Cuando RS le pregunta qué elementos de verdad hay en las denuncias, Aldana lo niega todo completamente:
“Aunque resulte terrible y doloroso pasar por esta situación, lo único verdadero fue el amor con Carolina. El resto forma parte de las mentiras que generó su odio. ¿Es posible creer que amigos, ex-parejas, seguidores de la banda y familiares no hubieran podido advertir en mí una personalidad tan grotesca y detestable como pretenden hacer creer las denunciantes? ¿Es creíble que en nuestro lugar de trabajo [las oficinas del sello Besótico], atestado de recepcionistas, músicos, editores, representantes y público, pudieran ocurrir los hechos que se denuncian? ¿Cómo explico, tantos años después, que eso no ocurrió? Esto es un daño muy difícil de reparar. Tengo familia, esposa e hijos. No puedo creer tanta perversidad”.
Sobre si se arrepiente de algo, el cantante solo dirá que “de no haber recibido asesoramiento oportuno por no darle la suficiente importancia a los ataques”. En un rasgo que uno- sin mucho estudio de psicología pero sí habiendo leído y visto bastante al respecto- puede con bastante soltura calificar como psicopático, Aldana además de no mostrar ningún arrepentimiento ni empatía con las víctimas, además se victimiza:
“Estar en la cárcel es estar en el infierno. Pasé Navidad y Año Nuevo lejos de mi familia. Siento desazón, soledad y desconcierto. Llegué a tener los pensamientos más negativos. Me acerqué a Cristo por medio de la oración y pude recuperar un poco de paz. Hoy le encuentro un especial sentido a la libertad y me aferro al amor de mi familia, a los amigos y a la música”.
La entrevista finaliza con Aldana compartiendo su rutina diaria de interno, con pequeños shows acústicos incluidos: “Comparto un pabellón con el resto de los internos; no tengo ningún tipo de aislamiento. Gracias a Dios, una guitarra me permitió compartir música con las personas que me acompañan. Intento volcar esta difícil circunstancia en nuevas composiciones, y agradezco la aprobación de los que se animan a escucharme”.