Te invito a un paseo por “El Silencio”, el bar de David Lynch en París, al cual entré no sé cómo

David Lynch es dueño de uno de los bar/club más enigmáticos de París.

“El Silencio”, inspirado en el perturbador Club Silencio de su película Mulholland Drive, es uno de los centros nocturnos más enigmáticos de París y parada obligada de los fanáticos de Twin Peaks.

La razón de su éxito es simple, es el bar de David Lynch, una de las mentes más creativas y retorcidas del cine. Para entrar tienes que ser socio del club, o bien ir con mucha confianza y tratar de no ser un douchebag. “Si no eres socio lo mejor es ir de invitado de uno”, me explicaba un amigo al momento de preguntarle como podía hacer para entrar al lugar. Si ningún conocido, lo más lógico era buscar en Google.

Desde 890 € a 1200 € (según que tan vip quieres ser), es lo que cuesta la membresía anual del Silencio, que incluye aparte de poder pasar al club: accesos a degustaciones, estrenos de cine (en la mini sala de cine del club), conciertos de artistas residentes etc.. Además como “socio” no tienes que esperar hasta las 12 para entrar ni pelear para que el portero te deja entrar.

Lynch creó “El silencio” inspirado en lugares en los cuales se han gestado movimientos culturales y han sido espacio de nuevas idea. Si Warhol tenia su fabrica, los dadaistas el Cabaregt Voltatire, Lynch tiene “El silencio”, eso sí, con un valor de $950 euros. No se si los dadaista hubieran pagado o cobrado para pertenecer a algún club.

Ubicado en el 142 rue Montrarte en París, (a pocas cuadras donde me quedaba) su entrada no tiene ninguna señalitica o neon anunciando el bar. Solo una pared y puerta negra con un guardia quien es el que decide quien entra o no, así como a lo Berghain.

Era viernes, ultima noche en París y decidí ir a probar suerte a “El Silencio”.

Me daban las 12 de la noche y no había fila, solo una persona con un iPad para comprobar las tarjetas de los socios y un guardia grande elegantemente vestido de traje (muy de película). Luego de analizar la situación, me detuve un poco en la esquina para crear un plan creíble y poder entrar, veo al guardia entrar y decidí acercarme pensando que podría convencer al tipo del iPad.

El tipo me para en seco y me dice que tengo que esperar hasta que vuelva el guardia, la espera no fueron más de 5 minutos, pero se sintieron interminables, “¿La habré cagado? Esto no era parte del plan”, me preguntaba mientras el guardia no volvía.

Finalmente el guardia salió y le conté que era periodista y venia hacer una nota de “El Silencio”, al principio era mentira, pero como ahora lo estoy escribiendo se transformó en una verdad.

Después de 2 minutos de conversación, el guardia aparta el cordel de la entrada diciéndonos “Welcome to El Silencio”, en ese momento pensaba que David Lynch de seguro estaría orgulloso de como entré.

Lo primero era bajar por lo menos 2 pisos de escaleras negras, había mucha oscuridad y de pronto nos encontramos con una “cueva elegante” la recepcionista nos saluda, otra persona encargada de los abrigos nos saluda con un “bonsoir” haciendo el gesto técnico que recibiría nuestros abrigos. “Qué elegancia la de Francia” hubiera dicho en voz alta si no hubiera estado tan nervioso pensando que nos podrían sacar en cualquier momento. El lugar era oscuro, elegante y con una sensación rara de alguien grabando con cámaras de cine detrás de los espejos.

Mira algunas fotos y luego sigue leyendo:

El lugar no es tan grande, de hecho parece más un laberinto en donde las diferentes piezas están adornadas como un set de Lynch. Después de la entrada está la “sala de lectura”, un sección en donde hay libros y asientos pero la verdad había personas carreteando.

Al lado el sector de fumadores que recrea un bosque, palos de madera desde el suelo al techo que funcionan perfecto como ceniceros y apoya vasos. Más allá en la sala de cine hay una escultura de no más 50 cms. de alto (bien fea) hecha por el mismo Lynch, luego al final esta la pista de baile y por supuesto un escenario con cortinas rojas.

La barra pequeña pero completa de tragos raros sumada a una impecable atención de los bartender quienes se lucen preparando hermosos cocteles, a un precio bastante normal para el estándar europeo, pero obviamente mucho más alto que el precio que uno en Sudamerica está acostumbrado por un Whisky o una cerveza.

Bueno, estaba en el bar de Lynch, no había de qué quejarse y no quedaba más que emborracharse.

La selección del DJ de la casa también pareciera inspirada por el artista. El set parecía un mix setenteros, a ratos mucho dance ochentero y setentero, mezclado con uno que otro sonido y aveces algún tema de moda de Beyoncé o Rihanna.

Mercí por leer. Acá pueden revisar la página del club.

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