“Para que la clase media y media alta pudieran terminar de adoptar la cumbia, la tenían que hacer a su manera o sentir como propia”, explica un periodista argentino sobre el origen de la llamada “cumbia cheta”.

Situación: 3 am, bar de Puerto Natales.

En las imágenes proyectadas por un datashow, varios reggaetones, nuevos y oldschool, aparecen, hasta que un corte de ritmo pasa a uno que me sonaba conocido, pero no del todo. Las bases seguían teniendo instrumentos y sonidos electrónicos, las letras seguían siendo de romance y desamor. La gran diferencia: todos los integrantes eran estúpidamente minos.

Era esto:

Nadie descubrió la pólvora durante esta revelación, así que Google fue mi pastor y yo su sierva más leal. La cumbia pop o cumbia cheta (que significa algo así como “cuica”) es un subgénero caracterizado por un sonido pop y letras de romance adolescente. En un principio se trataba de reversionar canciones populares en clave cumbia. Ahí me cayó la teja: en el sur chileno es mucho más grande su influencia por su proximidad geográfica con Argentina, dónde la cumbia cheta nació.

Chile, como casi toda Sudamérica, tiene un fundación fiestera en la cumbia, proveniente especialmente de los sectores bajos, medios y rurales. Las pocas veces que todos hemos estado unidos por el género original es en Año Nuevo, con viejos chichas y patrones de fundo curados por igual, todos moviendo las manos erráticamente al ritmo de “Un año más”.

Usted se preguntará qué hacemos escribiendo de cumbia acá. Les cuento. Crecí en un pueblo chico de la Región de Coquimbo, cuna de los Vikings 5, dónde solo la ranchera (y en menor medida la cueca) le puede hacer el peso a la cumbia. Mi vecina tenía la colección de CDs Bomba de La Cuarta, además de compilaciones de varios grupos. Una vez, cuando el Grupo Alegría todavía no lanzaba al éxito a Américo, se los llevó a carretear a su casa y estuvieron cantando hasta las 6 de la mañana.

Tuve que investigar más. Me empezaron a salir grupos como #TocoParaVos, Mano Arriba, VI-EM, Los Bonnitos, RC Band. Nadie, ninguno, es feo. Y se sabe: los grupos de sound no se caracterizaban precisamente por ser los con mejor pinta, buenos peinados o gran vestimenta. Pero todo cambió.

*Nota: los Villacariño y las Combotortuga del mundo quedaron excluidos de este análisis porque son parte de un movimiento diferente (pero contradictoriamente parecido) que merece una nota aparte. Y porque son más fomes que estos que serán mencionados a continuación.

Un fashion emergency te puede llevar al éxito internacional

La estética sound no pretendía agradarle específicamente a nadie. Todos tenían la posibilidad de aparecer alguna vez en Pasión de Sábado o ser parte de los ya mencionados discos compilatorios de La Cuarta. Los cánones de belleza no aplicaban. Salto al 2009, unos arregladitos La Noche aparecieron por primera vez en el Festival de Viña, y al año siguiente Américo hizo lo mismo. Del rojo vibrante y los azules eléctrico de los trajes de Ráfaga pasamos a una vestimenta monocromática de azul, grises, negro y blanco. A excepción de Leo Rey, que básicamente no paró de usar los rulos (hasta ahora que tiene un peinado a lo Skrillex) muchos comenzaron a usar el pelo corto (a ti te hablo, Canela). Sus letras y ritmo también se suavizaron; de mujeres y cervezas se pasó directo a los males del corazón.

De los bonitos es el reino de la fama

Navegando por Spotify para encontrar la dichosa canción que escuché en el sur me encontré con todos los otros grupos de cumbia cheta con millones de reproducciones. La cumbia canchera, como también se le conoce, llamó la atención del mundo cuando la BBC le dedicó una nota completa al fenómeno. “Para que la clase media y media alta pudieran terminar de adoptar la cumbia, la tenían que hacer a su manera o sentir como propia”, le dijo a la cadena Mauro Apicella, redactor de Espectáculos del diario La Nación de Argentina. Una contradicción casi biológica, el mismo país que vio nacer a la cumbia villera, que hablaba de marginalidad, drogas y criminalidad en la Argentina sumida en la crisis económica. Como salidos de catálogo de multitienda, adolescentes y jóvenes de sectores acomodados sacaron sus computadores para hacer canciones que hablan de amores de veranos, paseos largos por la playa y vistos dejados en el Whatsapp, ganándose la adoración de un pueblo que olvida fácil sus problemas.

El fenómeno  llegó al punto de que Marama y Rombai cerró el Festival más grande de América Latina. Parece que en Chile nos olvidamos que “La temporera” no es una canción de moda, sino una que trata sobre la dura vida de las mujeres trabajadores por darle una mejor vida a sus hijos.

Si le gusta la cumbia de moda, allá usted. Pero no se olvide que Colombia no nos heredó un género tan rico para que se lo destruyéramos con esto.