Sigo sumida en un mundo de series. Primero fue Breaking Bad, antes The Walking Dead y ahora, The Killing. En un mundo de asesinatos, de profesores de química que venden metanfetamina y de muertos vivientes, últimamente, me he sentido un poco irritable. Tal vez asustada. Y por suerte que no estoy viendo ninguna serie con aliens porque creo que, ahí sí que estaría realmente afectada.

El primer síntoma fue el desvelo. No poder dormir durante varias noches pensando en cómo podía terminar la temporada. Me quedaba pensando en los capítulos. ¿Cómo las personas se podían transformar en monstruos? Y aunque sólo The Walking Dead tiene real zombies, creo que lo menos terrorífico en este caso, son los muertos.

De a poco me di cuenta de que tenía miedo. Miedo al mal. A lo malo y perverso que hay en el mundo que nos muestran las series, tan real y parecido al mundo que vivimos.

Breaking-Bad-Heisenberg

Y aunque no sea un profesor/dealer.

Ni un detective que busca cadáveres de niñas en las lagunas.

Ni un zombie.

La costumbre del mal. De la oscuridad. De la violencia, finalmente se convierte en lo común. Una pierna cortada más, una pierna cortada menos, ya no hace la diferencia. Estas series han tenido éxito mundial, y millones de espectadores porque, aparte de construir guiones y personajes terriblemente humanos; sangrientamente humanos; en los tres casos, la violencia es el motor de búsqueda. Es el modo de sobrevivir. Y creo, también, es un signo claro de los tiempos y los terrores del conjunto.

Porque al estilo de La Carretera de McCarthy, el terror tiene que ver con cuán monstruosos podemos llegar a ser cuando nos enfrentamos a una situación extrema -o no tanto- como se da en The Walking Dead.

Por otra parte en The Killing, los policías pueden llegar a ser los peores asesinos y, aunque eso no sea nada nuevo, me pregunto una y otra vez: ¿por qué? ¿Por qué matar niñas? ¿Por qué abandonarlas en un lago? ¿Cómo se puede ser policía y un asesino en serie y un padre de familia, 24/7?

En el caso de  Breaking Bad, la pregunta sería: ¿para qué? Ese más y más de Walter White, que nos lleva siempre al absurdo de la ambición y la imposible satisfacción del deseo.

En fin, sobre monstruos hay mucho escrito y, aunque estamos en el mes de terror -sobre todo en los canales de televisión- sigo pensando que la monstruosidad es una parte real y activa de las personas.