Tener una buena alimentación ayuda a mejorar tu salud y al mismo tiempo, estás ayudando a salvar el planeta. Una frase de mamá nunca había tenido tanta protagonismo como el “eres lo que comes” hasta ahora.

Trump no cree en el cambio climático, pero eso no quiere decir que no exista evidencia científica de que exista y tenga un impacto devastador para el planeta. Tampoco necesitamos hacernos los locos y creer que lo que nos ha venido avisando la ciencia ficción desde que existe como género de las artes es mentira, porque lamentablemente ha sido más certera que muchos de nuestro líderes mundiales.

El cambio climático es real y lamentablemente está pasando delante de nuestros propios ojos. Si no angustia realmente, y no somos unos misántropos, la pregunta “¿qué hacer?” nos persigue. Todos, en un punto u otro, se lo cuestionan, pero son muy pocos los que responden. Dejar las luces apagadas, lavarse los dientes sin dejar el agua corriendo, ducharse rápidamente y lavar la loza por parte ya no son las únicas cosas que hay que hacer para salvar la Tierra. La revista de la NASA, Climate Change, publicó un estudio realizado por un equipo de investigadores de la UC Santa Bárbara, en donde se analizaron los efectos potenciales de las dietas modelo más sanas en EE.UU. y cuales son las que reducen las emisiones de gases de efecto invernadero.

El director del estudio, David Cleveland, afirma: “A mi conocimiento, esta es la primera vez que alguien ha hecho esto (…) La gente ha analizado qué efecto tienen las dietas tanto en el clima como en la salud, pero nunca han examinado el potencial para disminuir el cambio climático a través del sistema alimentario y el sistema de salud juntos”.

El sistema alimenticio aporta, aproximadamente, el 30% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero en Estados Unidos y la mayor proporción proviene de alimentos de origen animal. Esto es un llamado de atención a la mala distribución de las dietas, que aparte de contaminar el medio ambiente, si son mal administradas, vienen de la mano con una serie de enfermadas asociadas a la salud.

Para el estudio se usaron, por primera vez, datos de meta análisis que examinaron el efecto de los alimentos sobre las enfermedades. Luego, utilizaron datos de evaluación del ciclo de vida de dichos alimentos que cambiaron en las dietas de modelos más saludables y analizaron los efectos de éstas sobre las emisiones de gases de efecto invernadero para el sistema alimentario.

Se crearon modelos de dietas más sanas, alterando las 2000 calorías que aconseja la OMS a consumir por día y reducirlas a la mitad. Aquí se redujeron progresivamente la cantidad de carnes rojas y procesadas y se duplicó el consumo de frutas, hortalizas, guisos y frijoles para reemplazar la proteína de la carne, similar a una dieta vegana (sin carne ni productos derivados de animales). La muestra arrojó que hay un enorme potencial para que nuestras opciones alimentarias tengan efectos positivos sobre nuestro medio ambiente, así como nuestra salud y una esperada vida eterna.

El mapa global de la anomalía LOTI (índice de temperatura tierra-océano) de febrero de 2017. (NASA)

Las dietas más sanas podrían contribuir en 23% a la meta del Plan de Acción para el clima en EE.UU. para la reducción de emisiones netas de gases de efecto invernadero, y los números podrían ser similares en otras partes del globo. Regularizar junto con las entidades políticas para combatir el cambio climático a través de la comida es una camino largo por recorrer, ya que este tipo de iniciativas son principalmente para regular el tema nutricional y no medio ambiental, por lo que recomendamos partir voluntariamente en reducir la huella de carbono con dietas que no contengan carnes rojas ni procesadas. Las vaquitas te lo agradecerán con un tierno muuuu.