Por Hernán Melgarejo
La escena se había repetido varias veces. En la fiesta electrónica Recreo, en el Festival de Arte Erótico, en Noche Africana, en el Club Subterráneo, y en el Festival Utopía en Los Andes.
Un grupo de personas que varían entre siete y casi veinte según la ocasión, irrumpen mientras la gente baila al ritmo de los DJs y comienzan a jadear simulando un orgasmo. Luego se besan y acarician, se sacan la ropa y terminan haciendo una especie de pirámide humana de cuerpos desnudos y diversos.
No se trataba de una pieza erótica convencional con figuras desnudas trabajadas, depiladas y pornográficamente voluptuosas. Sino de cuerpos comunes, diferentes. Todos desnudos siendo parte de una misma figura.
La reacción de la gente varía: algunos toman sus celulares para grabar, otros se tapan los ojos, otros comentan con una mezcla de pudor y divertimiento, otros quedan en shock. Pero una gran mayoría observa la performance como una verdadera obra de arte. Al terminar algunos se acercan a saludar a los performers, mientras que la fiesta continúa con normalidad.
En redes sociales el fenómeno es aparte y las fotos y videos del acto circulan con velocidad. Tal ha sido el impacto de esta performance, llamada “Desperformance”, que llegaron a tener más de 2 mil seguidores en Instagram antes de que les cerraran y censuraran la primera cuenta.
¿Cómo será exponer tu cuerpo desnudo frente a un montón de personas? ¿Cuál es la filosofía detrás de este acto? ¿Qué lleva a la gente a participar en esta performance? Con esas preguntas y con mucha curiosidad decidí ir a un ensayo de la “Des” para vivir la experiencia. Y la sorpresa fue doble.
El origen de la Desperformance
Llegué a la dirección que me dieron del lugar de ensayo de la Desperformance. Se trataba del estacionamiento de un hotel a medio construir donde se desarrolló también la última fiesta FAE. Ahí me esperaba Beatriz Saldaña y Joaquín Leal, fundadores de la “Des”.
“La performance Des nace en abril de 2018 de una necesidad personal”, me explica Beatriz, que es actriz y también es fundadora del Festival de Arte Erótico. “Necesitaba creativamente, artísticamente traspasar la experiencia del FAE a una performance, que pudo haber sido una obra de teatro o incluso una canción. Pero terminó siendo lo más primario: una pieza con cuerpos desnudos”.
“Dijimos qué pasa si hacíamos una convocatoria por redes sociales que invitara a las personas con o sin experiencia en performance a desnudarse”, explica Beatriz, que convocó primero al coreógrafo Joaquín Leal para desarrollar el proyecto.
La idea era crear una pieza a partir de lo que saliera en sesiones experimentales con distintos ejercicios creados tanto para gente familiarizada con la performance como para aquellos que jamás han hecho una. Una pieza que visibilizara el desnudo fuera de la hegemonía de lo que es un cuerpo perfecto, y que diera una muestra de erotismo sin los patrones comunes de lo que debería ser una muestra “erótica”.
“Nos lanzamos con la propuesta e hicimos la primera convocatoria vía redes sociales. Algunas personas yo las tenía visualizadas que podían ser parte ya sea porque tuvieran más experiencia o porque eran cuerpas distintas. Por ejemplo, tenía vista a una mujer de volúmenes grandes, de 110 kilos; a un bailarín; a un actor que vi en una obra desnudo. Convoqué como a cuatro y los otros aparecieron en las redes sociales. Siete personas iniciamos. Empezamos a ensayar, a subir ese material fotográfico a las redes y empezó a picar, empezó a prender. Y de ahí nos movimos a la primera fiesta FAE”, dice Beatriz.
El debut de la Desperformance fue en una fiesta FAE en Casa Brasil animada por Daniela Vega, en mayo de 2018. “Fue un éxito total. Hubo muchas fotografías de anos en primer plano, bolas colgando, vaginas expuestas… Fue un shock y la gente se enamoró. Lo peor que sacamos fue que se perdió un zapato. Y empezamos a ver cómo mierda iba a funcionar una performance en que te sacas la ropa y que después no sabes dónde está la ropa”, dice la fundadora.
Desde entonces la Desperformance no ha parado. Han hecho decenas de presentaciones en lugares tan diversos que van desde el Club Subterráneo, pasando por fiestas swingers hasta tocatas en pequeños departamentos. La mayoría actividades autogestionadas y sin sueldo. La voz comenzó a correr y de los siete integrantes iniciales han pasado a ser más de 30 personas las que han participado en los ensayos y presentaciones de Des.
“En esta metodología de trabajo de investigación cualquiera puede entrar. Y por otra parte la gente no está amarrada. Si tú viniste a un ensayo y no te gustó tanto la experiencia puedes no venir más. O puedes venir solo a los ensayos y no presentarte en público, y bacán”, cuenta Beatriz.
El ensayo de DES
Tras la entrevista bajamos una escalera junto a Joaquín y Beatriz para empezar el ensayo de la “Des” en el estacionamiento subterráneo. En esta oportunidad había un grupo de doce personas, la mayoría en sus años veinte, aunque había un par pasados los treinta. La diversidad de cuerpas que participan en Des es parte esencial de la propuesta.
Joaquín Leal explica: “Tenemos chiques que están transitando; una chica que es trabajadora virtual sexual; bailarinas, actores, psicólogas, músicos, veterinarios, una chica que estudia medicina. La diversidad de gente que se suma a la desperformance es lo que justifica esta pulsión de vincularse desde un lugar orgánico como es el desnudo”.
Leal parte el ensayo con un calentamiento previo físico. Son ejercicios que parecen sacados de yoga y de pilates para los cuales obviamente yo no estaba preparado. Tras cerca de media hora de este entrenamiento, empieza una dinámica de juego introductoria a una de las partes más difíciles para un primerizo: el desnudo.
El juego dividía a los asistentes en dos equipos. Cada equipo debía ir lanzándose una botella. Si a una de las personas del equipo se le caía, todos debían sacarse una prenda. Al primer error de una compañera partí sacándome conservadoramente un calcetín. Al segundo, el otro calcetín. Pero a medida que iban sucediendo los errores iban quedando menos opciones. Finalmente llegó el momento en que estaba desnudo frente a once extraños que también estaban desnudos. Y lo increíble es que no me importó absolutamente nada. El desnudo era tan natural en ese ambiente que no me despertó ningún tipo de pudor.
Después del entrenamiento una compañera comentaría algo que me interpretó completamente: “Cuando te sacas la ropa frente a tus compañeros vuelves a ser un niño y no te importa nada más que estar jugando”.
Otro comentaría que “estar desnudo junto a otros te da un poder especial. Es como estar dentro de un espacio de protección”. También dirían: “Siempre estuve muy avergonzado de mi cuerpo y ahora me estoy haciendo cargo de eso. Como grupo funciona perfecto para poder hacerlo”.
Desnudarse también sigue siendo un acto de liberación, como dijeron en una reflexión final, recordando que Spencer Tunick convocó a 5 mil personas desnudas en 2002 en Santiago de Chile, cuando la sociedad era muchísimo más conservadora que en la actualidad.
Una vez desnudo, vinieron algunas de las dinámicas de laboratorio sobre las cuales se crean las piezas que componen la Des. Actualmente la performance tiene distintos momentos que varían según la ocasión: un jadeo inicial, una parte en la que los performers miran los cuatro puntos cardinales, una en que se desnudan, otra parte en la que se besan, se tiran el pelo y por supuesto, el momento en que crean un muro humano desnudo, entre otras. En esta oportunidad practicamos el tirón de pelo. “El jadeo, los tirones y los besos son parte de la exploración que este grupo humano logró tener con respecto al erotismo hasta ahora. A lo mejor en otro laboratorio nos terminamos metiendo los dedos en la boca, no sé”, me explicó Beatriz.
Nada se me hizo más difícil que participar en las dinámicas como tirar el pelo o tocar a un desconocido desnudo. Pero eso no es tan poco habitual, según me contaron los otros desperformers. “Al principio me costaba mirarle el pene a mis compañeros”, contó después del ensayo uno de los participantes. Pero al parecer la simbiosis que se genera dentro de los participantes es tal que después el contacto físico se hace incluso necesario.
“Todos los chiquilles que están dentro del grupo no se conocían en una primera instancia. O unos si y otros no. Pero hoy todos son una familia prácticamente. Se desarrolló un formato de comunidad que no presupuestábamos. Hoy es un espacio de encuentro”, dice Joaquín Leal.
De hecho, en la actividad siguiente, que se trataba de desafiar a un compañero con una pieza de baile, lo que se veía finalmente más que un desafío era una verdadera manifestación de amor. Y una vez que terminó esta actividad, y nuevamente todos nos pusimos la ropa, el amor dentro de la comunidad fue lo que más destacaron los que fueron al ensayo. Aunque en esta oportunidad no se practicaron ni los besos ni la pirámide humana, las despedidas entre los miembros eran tan afectuosas como las de verdaderos enamorados, con besos y abrazos apasionados.
“El cariño que hay entre los chiques es inmenso. Por eso no voy a dejar de venir”, dijo una chica antes de irse. Y aunque mi primera vez fue más tensa y conservadora -de mi parte- que lo que me hubiese gustado, la idea de volver ronda en mi cabeza después de haberme despedido de todos.