“Fumarse un pito, antes o después del show, puede ser una buena idea. Puedo decir con humildad que de cualquier forma, será una experiencia transformadora”, dice Errazuriz sobre su show de este jueves. Tenemos entradas para regalarte.
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Siente como el tiempo se detiene y se expande. Como te pegas al mismo tiempo que se te despega la cantidad absurda e insostenible de información que llena tu pobre cabeza todo el día todos los días desde el minuto que despiertas y lo primero que buscas es el celular en el velador para mirar el Whatsapp hasta que te acuestas y haces el mismo proceso pero al revés.
El responsable de tan agradable sensación es Diego Errazuriz (31), pianista chileno que viene llegando de Alemania donde acaba de editar un LP doble de improvisaciones titulado “Berlin Meditations”. Antes, el 2012 grabó dos discos de improvisaciones: “La Espera” y “80”. El 2013 lanzó “Años Luz”.
En un escenario ambientado con el máximo minimalismo posible y acompañado de la chelista Antonieta Aguirre, Errazuriz presentará este jueves 17 a las 21 horas su último trabajo en el Teatro Mori. Sabemos que no es tu taza de té típica. Pero imagínatelo. Suena como un panorama diferente, existencialistamente stoner, elegante, atractivo. Una excelente cita también. Por qué no.
Las entradas para la velada están disponibles por acá. Pero también por supuesto que tenemos entradas para regalarte. Las instrucciones sobre cómo hacerte de una, están después de esta entrevista.
Has dicho que tu otra pasión, aparte de la música, es el estudio del universo ¿Cómo surge eso?
“Cuando tenía 14 años me regalaron un telescopio, esa misma noche lo instalé y me puse a mirar las estrellas. La sensación de ver otro planeta con tus propios ojos es alucinante. Identifiqué Saturno, y me encantó, me acuerdo de eso. Desde ahí que me puse a investigar, leer mucho, ver documentales. Me interesa mucho la cosmología, que es la historia del universo, me gusta como al mismo tiempo es tan grande, tan infinito, ancestral, pero a la vez tan simple”.
¿Cómo dialoga eso con la música?
“Las dos cosas conversan. La astronomía y la cosmología informan la estética desde la cual compongo. Por eso le puse “Años luz” a mi tercer disco. Me gustaba esa sensación de que el universo, dentro de su inmensidad, tiene más espacios negros que estrellas, por ejemplo. Mi música está muy influenciada por eso, por los espacios, pocas notas que se juntan para crear algo más grande, donde los silencios son igual de importantes”.
Dijiste que la gente viaja en tus conciertos. Explícanos, por favor, nos resulta muy interesante.
“No lo busco, pero me consta que pasa. Mucha gente me ha comentado que se van en viajes. Algunos hasta se emocionan al punto de llorar. Tiene que ver, creo, con el hecho de que es música que no está escrita, es improvisada, entonces a mí me influye directamente la energía del público, lo que lo hace ser parte del show, la energía que se entrega mutuamente es algo que se siente muy real”.
En la locura que es la vida de hoy, parece muy necesario que existan instancias para desconectarse un rato al menos de la infoxicación…
“Estoy de acuerdo. Creo que es importante llegar a ese estado reflexivo. Hay otras cosas que logran ese efecto, como el yoga, meditar, o salir a correr. Me gusta pensar que mi música puede aportar en eso, de desconectarse un rato, del celular, y de todo. Si puedo proveer ese espacio de estar realmente en el momento, lo agradezco. No es algo que haga intencional, sucede espontáneamente”.
¿Cuál es el estado ideal para ir a ver tu concierto?
“La gracia es que cualquier estado es bueno. Ir después de la pega es una buena idea. Quizá fumarse un pito, o no, antes, o después, también. Cualquier cosa que uno elija que lo ayude a conectar con la música sirve. Lo que puedo garantizar, con humildad, es que es una experiencia transformadora. Como el show es en el Teatro Mori del Parque Arauco, donde hay varios restoranes, recomiendo ir a comer después, mejor que antes”.