El pasado sábado hizo su Avant Premiere online la esperada película Tengo Miedo Torero, dirigida por Rodrigo Sepúlveda. La cinta basada en la novela de Pedro Lemebel causó tal expectación que más de 170.000 personas vieron las dos funciones que se realizaron el fin de semana.
La asistencia que batió todos los records de estreno para una película chilena, convirtió a Tengo Miedo Torero en la cinta chilena más vista de la historia al momento de su primer encuentro con el público masivo. Su éxito solo puede ser comparado con estrenos de películas internacionales.
“Es un regalo que nos llegó. No esperábamos tanto. Estoy muy contento de que nos hayan querido ver, ha sido increíble. Sobre todo porque la película se ha visto en lugares donde en Chile no hay cine y eso es impagable”, comenta a Pousta el director de la película, Rodrigo Sepúlveda (Padre Nuestro).
El realizador cuenta que la primera vez que leyó la novela de Lemebel de inmediato pensó que podía transformarse en una película.
“Es una obra muy querida, que mucha gente leyó. Entonces, cuando me puse a trabajar, pensando en un guión, al principio me tupí mucho y dije guau ¿cómo lo voy a hacer? Como es una novela corta la leí varias veces y me puse a investigar”, señala.
¿Cómo fue ese proceso de investigación?
Me puse a leer muchas entrevistas a Lemebel, escuché su programa de radio que tenía en la radio Tierra, a mirar la época como era en el 86’. Todo lo que pasaba en Chile en esa época, había dictadura, había toque de queda, había sido lo de Rodrigo Rojas de Negri hace poco, había habido un terremoto hacía menos de un año. Había mucha información que meter en la película. Sobre todo porque son dos géneros distintos. Lo que en la novela se cuenta, aquí se iba a ver. Había que elegir qué se veía y que no se veía en la película.
¿Cómo fue trabajar el tema de la homosexualidad durante la dictadura?
Fui al festival de San Sebastián a hacer un pitch y ahí expliqué la peligrosidad de ser homosexual en los 80′ en Chile. En nuestro país, la homosexualidad estuvo prohibida por ley hasta el año 99′ y una española que estaba presente ahí me dijo que no sentía que en el guión se percibiera esa peligrosidad.
Luego de eso, inventé la primera escena de la película que no está en la novela. Esa escena donde hay un cabaret, donde hay un show de travestis donde entra la policía y disparan. Eso lo inventé para contextualizar desde el inicio. Decir ojo, en Chile en el 86′ ser travesti o ser homosexual es peligroso, entran los pacos, disparan, matan gente y así es como se fue armando la película.
¿Qué otros elementos de la época te parecieron importantes de representar?
El terremoto me abrió una ventana enorme. Era difícil imaginarse cómo pagaba el arriendo de una casa como la que se describe en la novela una travesti de sesentaitantos años, que se prostituye en un cine.
En la novela dice que es una pajarera que tiene una escala en una casa antigua del barrio poniente de Santiago. Entonces, uno dice, pero ¿Cómo vive ahí esta persona ¿Cómo se financia? El terremoto me permitió instalar que fuera una casa terremoteada, que fue abandonada y que él se la toma, es una especie de okupa.
Entonces, si vamos a hacer eso, pongámosle grietas a la casa, si le vamos a poner grietas, pongámosle escombros en la calle y así se fue armando poco a poco la puesta en escena de la película.
¿Cómo dialoga la película con las nuevas generaciones que desconocen ese pasado?
La película la filmamos hace un año atrás. El atentado fue el 7 de septiembre del 86′ y la película la filmamos en agosto, o sea más o menos en la misma época. Cuando filmamos la película todos los jóvenes del equipo nos preguntaban a Alfredo y a mí, que éramos los dos viejos del set, ¿Cómo era esa época? ¿Cómo eran los allanamientos? y después vino el estallido social y se empezó a repetir lo mismo. Toque de queda, milicos en la calle, detenciones, disparos, personas con pérdidas oculares.
Yo creo que hoy día parte del enganche que produce la película a las generaciones más jóvenes es porque les tocó vivir meses después lo mismo que relata la película.
Dentro de ese estallido, cuando íbamos a marchar a la Alameda, empezaron a aparecer rayados que decían Lemebel está vivo, No tengo miedo torero, y nos empezamos a dar cuenta que algo estaba pasando con su figura y eso se dio de manera espontánea.
Ha habido una tormenta perfecta para el estreno de esta película.
De alguna manera, su legado sigue muy vigente…
Lemebel parte hace 25 años atrás plantando una semilla de lo que pasa ahora. Lemebel es el que inicia en Chile un movimiento de liberación sexual y eso es profundo. Cuando estaba escribiendo el guión pensaba, si Pedro Lemebel no hubiese existido, probablemente no hubiese existido la película Una mujer fantástica. Él es el inicio de las consecuencias que hoy día estamos viviendo. La discusión del matrimonio homosexual es algo que inicia Lemebel cuando un día se pone tacos, se pinta los labios, se pinta los ojos, se pone un pañuelo y sale a la calle a exponerse en plena dictadura.
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Esta película se trata de una historia de amor ¿Qué tiene de especial esta historia de amor?
Nunca quise abandonar la historia de amor que está en la novela. Esa historia está tal cual en la película. Lo que a mí me pareció increíble es cómo Lemebel junta tres elementos.
Junta una historia de amor clásica de un hombre joven con una mujer vieja de distintas clases sociales, procedencias y opciones. Y empieza a contar este bolero, entre un bolero y un tango; de amor y de desamor, pero lo instala en un momento político muy especial con dos personajes muy especiales. Dos personas que viven en la clandestinidad: la clandestinidad de un guerrillero que está preparando un atentado contra un dictador y la clandestinidad de un viejo homosexual que vive su sexualidad de manera escondida también.
¿Cómo se logra un balance entre contar esta historia de amor sin perder el factor político de fondo?
Todo el rato estábamos luchando con eso. Era necesario que todo estuviera presente y que nada se comiera a lo otro.
Si quedaba una película solo política iba a ser discursiva y los discursos no son para las películas, son para los discursos. Si era solo amor iba a ser otra película de amor más. Entonces ahí siempre estuvimos con la balanza trabajando. También para mí era importante que el personaje de la Loca dijera como dice en la película en las revoluciones no están consideradas las locas y si hay una revolución que nos considere, yo voy a ser la primera en estar en la fila. Siempre teníamos presentes estos tres ejes que se tenían que ir moviendo.
¿La Loca va cambiando durante la película?
Ella cuando parte la película es una mujer de derecha es una facha pobre y a medida que va conociendo a Carlos va abriendo los ojos. Pasa de estar encerrada en su casa escuchando música de los años 50 del cine de oro español a escuchar la Cooperativa y sale a la calle por amor a Carlos. Ella lo dice, esto no lo hago por la revolución. Y así empieza a mirar y se encuentra con la agrupación de familiares de detenidos desaparecidos.
Hay una escena que en el cine se notaría mucho más que es cuando va a esa manifestación y sale una mujer de una micro con una foto, esa foto del hijo detenido desaparecido que ella lleva, obviamente es un joven gay. Ahí se produce un cambio en ella que es potente.
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¿Cómo fue dirigir a Alfredo Castro en este papel?
Alfredo es un tremendo actor, en la película lo hace muy bien.
Básicamente tuvimos que ponernos de acuerdo en cosas como qué es lo que él no quería y que es lo que yo no quería y de ahí fue solo ir sintonizando finamente, haciendo un fine tuning a cada una de las escenas.
Era fácil caer en el cliché o hacer la animita a Frida Kahlo o hacer que la Loca loqueara todo el rato. Y lo que busqué como director para dirigir a cualquier actor es que lo que aparezca ahí sean seres humanos, que vivan como humanos, que sientan como humanos y no maquetas.
Y así descubrimos que la Loca tiene como cinco locas adentro. La Loca de su mundo privado cuando está bordando los manteles para las viejas de los coroneles. Está la Loca que se prostituye en un cine. Está la Loca seductora y también está la Loca que se tiene que vestir de hombre para salir a la calle y no ser agredida. Había todos estos materiales para trabajar y dirigir al actor desde esos lugares.
En el fondo es una exacerbación de lo que somos nosotros, personas con inseguridades, timideces, con miedos, fantasías y trabajar todo eso en cada una de las escenas sin pasarse ni quedarse corto.
*Foto portada: Sebastián Utreras