Una de nuestros personajes secundarios ha ganado un sorteo para tener un hijo. Otra, es castigada con la amputación de un brazo. La mayoría no ha visto la luz del sol en siete años. Otra, se baña en una lujosa piscina de cristal, rodeada de peces y elementos marinos.

En resumen, TNT llevó el Expresso Polar a un universo distópico y eco-apocalíptico.

Para combatir el cambio climático, científicos enfriaron la temperatura del planeta hasta, sin querer, congelarlo por completo.

Como un arca de Noé, el Snowpiercer de Industrias Wilford lleva a los últimos humanos de la tierra, quienes habitan una realidad tan injusta como escalofriante en 1001 vagones de largo: las élites por delante, hasta las clases más desposeídas hacia atrás.

En Netflix, emitir un capítulo a la semana en vez de liberar la serie completa más que inusual, es excepcional. Better Call Saul fue una, considerándose uno de los estrenos más esperados de la historia. Entonces, cuando se lanza una serie en esta modalidad por este servicio de streaming, da para pensar en lo que está apostando sobre ella.

Ni con Dark o Stranger Things se atrevieron a tanto.

Snowpiercer tiene una trama asegurada por la marca Bong Joon Ho, el aclamado director de la mejor película del año pasado, Parasite. El cineasta coreano debutó en el cine en inglés con la película del mismo nombre, estrenada en 2013. La interrogante que se respondería con el paso de los estrenos era si la producción de TNT sería una adaptación de ese film, o una versión completamente nueva. Ya vistos todos los episodios, estamos segurxs de que es más bien lo segundo.

Lucha de clases

Vagones completos para las primeras clases, habitaciones privadas para quienes van en segunda y dormitorios levantados como campamentos en tercera. Al final, está la cola, un grupo de pasajeros marginados sin pasaje que se coló al tren y que vive en paupérrimas condiciones, bajo la amenaza de ser castigados y torturados ante cualquier mal comportamiento.

Predeciblemente, nuestro protagonista viene de allí, y sale -por un motivo que no spoilearemos- a comandar la rebelión de las clases más bajas hacia la delantera del tren. Con el paso de los capítulos, se intensifican las tensiones entre las clases y llegan a la misma conclusión que los sectores populares en la vida real: los ricos siempre estarán impunes, nada funcionaría sin la mano de obra de las clases más bajas, los policías son protectores de las élites y la única forma de cambiar el sistema es uniéndose, pero…

¿Se puede mantener un sistema sin jerarquía ni régimen de terror?

Un tren en medio del fin del mundo es una metáfora de la fragilidad que tiene nuestro sistema, tanto en lo económico, lo social y lo filosófico; las mentiras desde las autoridades, y con interrogantes humanas en segundo plano, como si alguien que abandona su clase por mejores condiciones es egoísta o sobreviviente.

Lo que plantea la película no es una novedad, mas la forma en que lo hace vale completamente la pena. Construir un universo en ocho capítulos de una hora cada uno, con un escenario cerrado y angosto como un tren, puede no parecer muy atractivo en primera instancia. Pero la realidad, tanto en la trama, los personajes y la construcción del espacio, logró que la serie encontrara su propio mundo de ciencia ficción que pese a sus límites, te deja con ganas de seguir explorando.

En lo audiovisual, es indudable que tiene un tratamiento muy televisivo por un lado, pero elevado a la calidad que poseen estas producciones. Los colores, la dirección de arte y el contraste entre unas escenas y otras, dependiendo de la clase, permiten que esta serie, con cuarentena y todo, sea muy entretenida de ver.

Para remate, es uno de los pocos programas de los que podemos esperar una segunda temporada, con nada más que ni nada menos que Sean Bean (Ned Stark) como villano según el tráiler recién liberado.

Por eso, en nuestra recomendación de hoy, te invitamos al tren distópico y postapocalíptico de Industrias Willford, Snowpiercer. ¿Te subes?