Tengo 25 y desde el año pasado que todos los fines de semana sin excepción, alguna amiga o ni tan amiga tiene despedida de soltera o de frentón un matrimonio.

Yo sé que una lola no soy, pero con la edad que tengo tampoco entiendo que tanta gente se esté casando a principios de los veintitantos. Siento que tengo y quiero hacer demasiadas cosas “antes de” y no sé cómo no se casan por último, después de un par de años de completar wish lists.

Con esta interrogante en mi cabeza me encontré con una publicación del Huffington Post que trata sobre las diez ventajas de casarse joven y evidentemente quise leerlo para poder comprender a esta gente:

  1. Crecemos juntos.
  2. Hay menos “equipaje”, pues no existen tantos romances previos.
  3. Es más sencillo hacer que ambas vidas se “combinen”.
  4. Aprenden las lecciones duras más temprano que tarde.
  5. No desperdician dinero (Porque tampoco lo hay.)
  6. Se tienen expectativas más bajas.
  7. Se comparte cada hito y logro de vida.
  8. ¿Recuerdos de locuras? Se tienen, y juntos.
  9. Son más felices…aparentemente.
  10. No tienen nada más que tiempo para pasarlo juntos.

Leyendo la lista un par de veces, llegué a la conclusión que no se tiene que estar casado para disfrutar de tales “beneficios”.

No estoy en contra de casarse joven, ni tengo un mega listado de argumentos por los que considero que no es recomendable hacerlo, pero mi visión es sencilla.

Por crianza judeocristiana (o sea, la típica con influencias y tradiciones religiosas) le enseñan a hombres y mujeres que el matrimonio es la cúspide de nuestras vidas. Si te casas, chao, le ganaste a todos en la vida.  El problema de esto es que el matrimonio, cuando no tienes idea de dónde estás parado o es entre personas sin conciencia del proyecto en el que se están embarcando, se convierte simplemente en un vínculo en el que las dos personas descansan para mantener la relación.

A partir de entonces, se acaba el flirteo, el romance, la complicidad y se pasa a las peleas, el drama y show pobre.

La razón de esto es porque además nos dicen desde que tenemos uso de razón, que hay que encontrar una media naranja, una persona perfecta que encaje con nosotros. Un ideal tipo disney de personas hechas “el uno para el otro“, pero no existe nada más alejado de la realidad. La perfección NO EXISTE. Los romances para toda la vida, o al menos esos muy largos y envidiables, son entre personas maduras y plenas que en lugar de completar el 50% de la otra, funcionan en un 100% de manera autónoma. La diferencia es que sus proyectos e ideas de vida son las que las llevan a vivir una vida juntas, estimularse, ayudarse, respetarse y el largo etcétera de cosas positivas.

El matrimonio precoz  entre niñitas y niñitos es algo así como el nuevo teen mom de algunos millenials.

Mi whatsapp pone todo en perspectiva: en un chat me avisan que fulana se casa o que mengano “tiró anillo”, mientras en otro (el grupo chismoso por defecto) me cuentan que pedrito y juanita, casados hace 1 año, están devastados porque se están divorciando…y así en loop infinito todas las semanas, que daría lo mismo si no fuese porque hablamos de gente que recién está terminando la universidad.

Es así como terminamos viendo personas que a los 25 años ya figuran con estado civil de divorciado o divorciada.

Estamos claros de que los modelos clásicos de relaciones de pareja han cambiado: eso de casarse, comprar una casa y tener hijos no es el único camino posible para ser felices ni menos para la realización personal. Pero creer que el matrimonio lo es, tampoco.