Conversamos con la directora de cine chileno de transficción y activista disidente sexual de la CUDS, Camila José Donoso, justo después del estreno de su último filme Nona, if they soak me, i’ll burn them, en el Festival de Cine Internacional de Rotterdam, en Holanda.

Por Patricio Toro

Hablamos con Camila José Donoso sobre su nueva película “Nona. Si me mojan, yo los quemo”, la que se estrenó el pasado martes 29 de enero en el prestigioso Festival de Cine Internacional de Rotterdam, en Holanda. Lugar donde también compite por el Tiger Award, el reconocimiento más importante del certamen.

El dato curioso es que la protagoniza Josefina Ramírez (66), la mismísima abuela de la directora, que se interpreta a sí misma en una ficción que busca derribar todos los estereotipos de la vejez y que juega entre los límites entre la ficción y el documental, algo que la directora ya experimentó en sus películas anteriores Naomi Campbel (2013) y Casa Roshell (2017).

Nona es una abuela fuera de lo común. Incendiaria, por decir lo menos. En un acto de venganza incinera la camioneta de su ex amante, lo que la obliga a autoexiliarse al pequeño pueblo costero de Pichilemu, en busca de la paz que sólo la rutina hogareña le puede entregar. Sin embargo, extraños incendios comienzan a alterar la tranquilidad de Nona y sus vecinos en la costa chilena.

Se trata de una historia de mujeres fuertes, altamente política en su búsqueda por reivindicar la figura femenina en la vejez y la de un pasado guerrillero común a muchas mujeres que vivieron durante la dictadura chilena.

Camila, cuéntanos cómo estuvo el estreno de Nona en Rotterdam, ¿Cómo sentiste la recepción del público holandés?

La recepción en la premiere estuvo realmente muy buena. El Q&A estuvo muy largo y había mucha curiosidad con el personaje de Nona, con el mundo alrededor de ella. También, como la historia no es narrativa, percibimos una sensación en el público de sentirse perdidos en la historia, de que un poco la película va delante de ti, en que no es predecible, que siempre es una sorpresa. Entonces de alguna forma hubo una sensación de misterio e inquietud.

¿Cuál fue la motivante original de la película? En otra ocasión explicaste que con Nona fuiste descubriendo la película mientras la estabas filmando.

Yo siempre supe que iba a hacer algo con mi abuela, desde que decidí estudiar cine. Creo también que ella fue quien me motivó a hacerlo, desde su carácter, desde su forma de ver el mundo. El punto es que no sabía qué hacer. Ella, su vida y todo lo que podíamos hacer juntos era tan grande que la decisión de qué se iba a tratar la película o qué cosas iba a retratar de ella, fue algo que descubrí filmando.

Lo que me pareció interesante fueron esas anécdotas o cosas que ella tenía que no sabía si eran verdad. Porque, finalmente, uno cuando es viejo comienza a fantasear con la vida que tuvo y hay ideas que creo que mi abuela no sabe si sucedieron o no. Historias que yo nunca puse en duda o nunca quise saber si eran verdad.

Y esas dudas no se fueron resolviendo tan solo en la escritura del guión o en los documentos que te piden para los fondos, sino probando con ella cómo filmar. Ese ejercicio no sólo fue documental, sino también más ficcionado. Ella aprendió cómo hacer una película, cómo moverse, cómo hablar, cómo actuar. Todos esos ejercicios sirvieron para ir esbozando la película muy poco a poco.

Nona es una película que llevó tiempo en su filmación, ¿Hace cuánto comenzaste a grabarla?

Comencé el 2013, justo cuando estaba estrenando Naomi Campbel.

¿Qué fue lo primero que grabaste?

Lo primero fueron los materiales en Hi8 de ella y yo sola. De hecho, la primera cosa que a mí me encantó fue lo que filmé cuando ella habla de las cosas que hace una mujer sola. Ella dice, todo el mundo cree que yo no hago nada, yo soy una dueña de casa que tiene millones de cosas qué hacer, que le falta tiempo para hacer todos los quehaceres del hogar. Esa figura de la dueña de casa fue a mí la que siempre me gustó, como esta dueña de casa que piensa, que escribe, que baila sola.

Y que también tiene un pasado incendiario, se supone.

Sípo, porque Nona vivió en dictadura y yo creo que esa forma empoderada que tiene de ser también la forjó en dictadura. Ella cuenta, recuerda las barricadas, de aprender a hacer bombas molotov, todo eso tiene que ver con su vida en un país en dictadura.
Nona es una cinta muy política. Habla, justamente, de las reminiscencias de una dictadura y la fortaleza de una protagonista mujer.

¿Cómo fue el proceso de construir esta historia sin caer en lo políticamente panfletario?

Ese fue uno de los desafíos cuando partí con la película, porque no quería que fuera un documental o un retrato típico de una dueña de casa o una abuela. Hay toda una generación de hijos de detenidos desaparecidos en la historia del cine que han hecho películas para recordar la memoria de los abuelos que desaparecieron. Hay toda una cosa de volver a los abuelos, a las abuelas.

Para mí lo más desafiante fue cómo no sólo puntualizar en ella, sino en un contexto que te haga entender por qué ella es así. Y ese era el reto también al meterme con otros temas como los incendios o como el pasado de ella en dictadura. Incluso con el tema amoroso, que también está dentro de la película, se ve su contexto político. Por algo este hombre acosador termina siendo violento con ella y después ella para defenderse hace una bomba molotov, porque de alguna forma está en su pasado político valerse de esa forma.

Me interesaba mostrar a una mujer no víctima, sobretodo en momentos en que el feminismo está en ebullición, eso me parece profundamente político porque Nona no es víctima de nada. Ni de la soledad ni del autoexilio ni del aislamiento, no es una víctima. Para mí lo interesante de un cine micropolítico es ver esa demanda, pero desde la biografía.

Casa Roshell es una ficción construida en base a vivencias reales y microrelatos del club. No es realmente un documental, como muchos festivales la han presentado. ¿Dónde ubicarías a Nona?

Mira para mí tanto Casa Roshell como Nona y Naomi Campbel son ficciones. Lo que pasa es que no son ficciones tradicionales, porque no utilizan estructuras narrativas ni formas de producción convencionales o actores conocidos. Para mí Nona es una ficción, una que quizás puede coquetear con un proceso documental, pero para mí todas las películas de ficción deberían tener una investigación como un documental. No entiendo en qué momento esas cosas se dividieron. En qué momento las ficciones no se investigan, no se piensan. Pero incluso lo más documental, que es como este registro casero en Hi8, para mí es ficción, porque la cámara cambia toda la situación cotidiana entre nosotras.

¿Y cómo fue el proceso ahora de no sólo estar detrás de la cámara, sino transformarte en un personaje? Ahí quizás se prepondera el rol del documental.

Sí, puede ser. Lo que pasa es que a mí me parecía interesante dejar esos momentos entre comillas más de registro documental, que como te digo para mí no son 100% verídicos. También dentro de la película puedes ver el proceso de la misma cinta o cómo Nona empieza a actuar.

Yo pude haber elegido una actriz que la interpretara, pero hacer el ejercicio del cine y jugar al cine con ella es lo que creo que hace que la película te genere algo. Porque sabes que después de ese corte Nona está realmente consciente de que tiene que mirar para allá, siguiendo instrucciones de alguien que aparte escuchaste, que en ese caso soy yo.

En tus tres películas trabajaste con actores que no son realmente actores, ¿qué hay detrás de esta decisión?, ¿qué proyectan estos no-actores en contraste con los actores-actores?

Hay que cambiar esa concepción de que solo pueden actuar personas que estudian teatro o actuación. De hecho, ese término de “no-actores” no me gusta. Preferiría decir como la misma Nona dice: “yo soy una actriz autodidacta, que se ha formado a sí misma en el oficio”. Y siento que también es una intervención un poco a la ficción tan mainstream, porque se pierde esto del rostro famoso y empieza a aparecer personas que de alguna forma han estado invisibilizadas, como en el caso de Paula (Yermén) de Naomi Campbel. La fuerza que ella tiene como personaje creo que era muy difícil de encontrar en una actriz, por ejemplo. Hay fuerzas que vienen desde los propios personajes que están en las películas, que no pueden ser reemplazadas por la mejor actriz.

En tu película anterior hiciste un ensamblaje de 16mm y digital. En Nona ampliaste todavía más los formatos. ¿Qué puede entregar lo análogo en contraste a lo digital?

Uff a mí me gusta esto de mezclar formatos porque siento que da una libertad tremenda. Quizás por rebelde también. Yo estudié cine de una forma muy estructurada, donde lo digital estaba muy sobrevalorado, como esta imagen muy limpia y muy gringa en 5K, perfecta y con mucha resolución. Siento que esta idea de las capas o de cómo se ve el personaje, también tenía que estar desde el soporte o desde la materialidad del cine.

Todo se dio en prueba y error. Partimos con Hi8, después yo agarraba el celular cuando no tenía la Hi8. Hay 16mm, hay Super8, hay diferentes formatos desde la Red a Scarlet, hasta no sé qué otra cámara digital. Creo que cada lente, cada material te da una sensación fílmica distinta. Y es que para mí las películas se generan no tanto a través de las historias, sino de las sensaciones.

Finalmente el cine lo puedes hacer en cualquier soporte, la calidad de la imagen no es lo que vale, son otras cosas las que hacen al cine.


Fotos por Valentina Palavecino