Fui a una “Cena Sensorial” a explorar mis sentidos y descubrir sabores orgásmicos

Tiene que ser la comida más conceptual que he probado en mi vida.

El concepto más abstracto de todos y el que proveía el marco teórico para la noche fue la idea de una “cena sensorial”. Los organizadores hicieron énfasis en el placer del acto de comer. Nos invitaron a entender la cena como “una nueva forma de explorar [los] sentidos con sabores orgásmicos.” Esto no sólo se vería reflejado en la comida sino en la ambientación. Tenían todo pensado para generar intimidad: un gran comedor con los asistentes divididos entre dos mesas rústicas, las velas y las luces bajas, sillas de madera y una amigable onda social cortesía de los organizadores. De ellos supe que a propósito esperaban hacernos sentir ultra cómodos para que nos abriéramos a sentir la intimidad.

Ese enfoque en la intimidad es justamente la razón de existencia detrás del start-up chileno BBXX que junto con EatOut y Silvestre Bistro produjeron la cena. En sus propias palabras, BBXX se dedica a “eliminar el tabú cultural acerca del sexo a través de la democratización de contenidos sexuales y la distribución de juguetes del mismo tipo”.

BBXX reconoce que existe una falta de conversación acerca de la intimidad en general y la sexualidad en particular. Esencialmente, existen dos tipos de educación sexual: una que es racional (charlas en los colegios sobre cómo evitar el embarazo y las enfermedades venéreas) y otra que es fantasía (la pornografía). La propuesta de BBXX es crear el espacio intermedio donde podamos hablar libremente y sin vergüenza. Las cenas son sólo una parte de una misión más ambiciosa. Además, venden juguetes sexuales junto con información que sirve para integrarlos a la vida en pareja o para disfrutar sólo. Han hecho talleres de auto-descubrimiento y eventos con terapeutas y psicólogos sobre cómo darle prioridad a la intimidad. Se puede enterar sobre futuras actividades a través de su cuenta en Instagram y su pagina web.

La contribución de los otros organizadores, EatOut y Silvestre Bistro, tenía que ver con el concepto de la cena clandestina. La cena se realizó en el restaurante pero estaba cerrado para el publico. A cambio, se tenía que comprar entradas para la cena y ofrecían un menú fijo. Esto permite que el chef se enfoque en preparar algo especial para los asistentes. No tiene que andar preocupado de hacer un plato distinto para cada cliente. Bajan las variaciones y eso se transforma en un aumento de la calidad. (Nunca he sido fan de restaurantes con cartas demasiados extensas.) También significa que el chef puede probar platos nuevos o enfocarse en un tema, como este de una cena sensorial. Me encantó que en esta instancia, el chef salió de la cocina para explicar los platos mientras llegaban a la mesa. Es algo que no se da en el contexto de una típica noche en restaurante. Podemos agradecer a EatOut es el start-up que promociona este tipo de eventos y para esta noche trabajó en conjunto con Silvestre Bistro para llevarlo a cabo.

Ahora, ¡veamos la comida!

El plato de entrada consistía de betarraga grillada con verduras provenientes del océano. Ese espárrago, por ejemplo, no es el típico sino espárrago del mar.

La berenjena tomó el protagonismo del plato de fondo y estaba complementada con brotes de trébol, “queso vegano” de zapallo camote y papas ocas.

El postre, que fue mi favorito de toda la noche, era trufa en tempura de naranja  con helado de maracuyá y  fruta de la pasión. El chocolate salía derretido, estilo volcán de chocolate, y eso es lo que me ganó el corazón.

Revisa la página de EatOut para enterarte de futuras cenas clandestinas.

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