Conversamos con el escritor y guionista sobre cómo las emociones se convirtieron en emojis y por qué salir del closet puede ser igual de aterrador en LA que en un campo en Chile.

chasca valenzuela

Los adolescentes nunca sabrán lo que es esperar a revelar una foto para ver su contenido o  llamar por teléfono para conseguir una cita. La forma en que entablamos conversaciones y compartimos nuestros momentos ha cambiado de forma indescriptible en tiempo récord.

Son tantos los cambios que todavía no podemos mirar en retrospectiva para inferir cómo nos ha ido forjando como sociedad, pero José Ignacio “chasca” Valenzuela tiene una idea de cómo gracias a las redes sociales hemos olvidado de expresar nuestros sentimientos maquillándolos a través de filtros.

En esta oportunidad, el escritor y guionista que vive entre Chile y Miami, nos presenta Hashtag, donde toca la temática de vivir el luto y salir del closet a través de los ojos de un adolescente.

El personaje principal vive el proceso de salir del clóset en una ciudad como Los Ángeles donde la escena gay es muy visible  ¿Cómo crees que hubiese sido la historia a un escenario como el de Chile donde los prejuicios son más fuertes?

Es cierto que en Los Ángeles la escena gay es de mayor visibilidad que en Chile, pero por algo hice  el protagonista, viva en un sector mucho más restringido, cerrado y tradicional que el resto de Los Ángeles. Además, el proceso de salir del closet es un proceso que puede ser aterrador, independiente del lugar donde vivas. Es cierto que en Chile los prejuicios aún son más fuertes, sobre todo porque existe un sector de la población que vive de una manera muy retrógrada, encerrada en sus propios prejuicios religiosos, morales y educacionales. Por eso mismo creo que hacerse visible, de decir públicamente lo que uno es, ayuda a ir derribando esos prejuicios. Eso es lo que Eric trata de hacer, aunque en su caso su propia personalidad es su peor enemiga.

Se infiere que las redes sociales disfrazan las emociones a través de filtros y likes ¿Eran los jóvenes de generaciones anteriores más transparentes antes de Internet?

No sé si los jóvenes de antes eran más transparentes que los de ahora, pero al menos sí se comunicaban mirándose a los ojos. Si alguien te gustaba y querías conseguir una cita, debían sí o sí pararse frente a esa persona y hacerle la pregunta de rigor. Ahora hay APP’s para conseguir citas. Antes tenías que llamar por teléfono a casa de esa persona, arriesgarte a que su papá o mamá te contestara, y vencer esos obstáculos para llegar a la persona de tu interés. Hoy, el WhatsApp te resuelve eso sin problema alguno. El contacto físico, la piel, el mirarse a los ojos, el ser capaz de escuchar la respiración nerviosa de una persona, ver sus miedos y titubeos, era parte fundamental de la experiencia de comunicarse. Hoy en día, todo eso se reemplaza por un hashtag. Y eso, a mi en lo personal, me parece terrible.

La diversidad es la única certeza que tenemos en este mundo. No sabemos cuándo nos vamos a morir, no sabemos si nos van a querer, no sabemos si vamos a perder nuestro trabajo. Pero sí sabemos a ciencia cierta que no hay dos piedras iguales, o dos nubes iguales, o dos narices iguales. Por lo tanto, la única certeza que sabemos es que todos somos distintos. ¿Por qué le tenemos tanto miedo a la diferencia, entonces?

¿Consideras que Hashtag responde a las necesidades editoriales de un grupo de nuevos lectores como los millennials? 

No lo sé. Lo escribí siguiendo un impulso, una pulsión interna que comenzó a gestarse dentro de mí cuando empecé a darme cuenta que no me gustaba la manera en la cual nos estábamos comunicando. Nunca he tenido muy claras las necesidades editoriales y, la verdad, prefiero no saberlas. Creo que eso me haría escribir siguiendo modas, o requisitos del mercado, y lo que a mí me gusta es inventar historias que de alguna manera me ayuden a resolver conflictos internos que me preocupan en ese momento y que por alguna razón me están obsesionando.

Dado las características y personalidades de los personajes y según tu criterio ¿Qué importancia tiene celebrar  la diferencia en un mundo donde las tendencias son repetitivas y desechables en cosa de semanas? 

Hay una reflexión que siempre me ha parecido extraordinaria, y tiene que ver con el hecho que la diversidad es la única certeza que tenemos en este mundo. No sabemos cuándo nos vamos a morir, no sabemos si nos van a querer, no sabemos si vamos a perder nuestro trabajo. Pero sí sabemos a ciencia cierta que no hay dos piedras iguales, o dos nubes iguales, o dos narices iguales. Por lo tanto, la única certeza que sabemos es que todos somos distintos. ¿Por qué le tenemos tanto miedo a la diferencia, entonces? ¿Por qué nuestra primera reacción frente a alguien que no se parece a nosotros, o que no reza como nosotros, o que habla distinto, o que come algo diferente, es rechazarlo…? Yo celebro la diversidad porque me parece que es la mayor riqueza de este mundo. Mientras más diferente seas la gente que me rodea, en todo orden de cosas, más valioso será mi paso por este mundo. Soy un convencido de eso.

El libro se desarrolla en torno las etapas que se viven durante el  luto: negociación, ira, dolor y aceptación ¿De qué forma pueden entender los jóvenes gracias al libro que ninguna etapa mencionada es definitiva? 

El otro día leí que recién alrededor de los 25 años, el cerebro de los seres humanos termina de desarrollarse totalmente. Antes de eso, todavía hay procesos que no han acabado de completarse. Uno de ellos, es la sensación de “para siempre”. En la adolescencia, todo parece ser eterno. El dolor se vive como si nunca fuera a acabarse. Pensamos que la rabia que sentimos va a ser eterna. La desilusión será permanente. El duelo, también. Por eso quise estructurar el libro en las cinco etapas que componen el duelo, como una manera de demostrar que son sólo eso: etapas, es decir, escalones que se van dejando atrás y que nos llevan de un punto a otro. El duelo se acaba, y sirve como escalera para dejarnos en un lugar distinto. Y ese es el valor del duelo: ayudarnos a transformarnos y a salir de la zona en la que nos encontrábamos. Claro que llegar a entender eso, toma tiempo, madurez y experiencia. Y eso es lo único bueno de ir envejeciendo: que se empieza a comprender que nada es para siempre, y que lo único que nos queda es celebrar el cambio y aprender a vivir con él.

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GANADOR:

Diego Arriagada Mena