Conversamos con Cristeva Cabello sobre su libro Patrimonio Sexual y de por qué se siente más cómodo con la etiqueta de “activista de la palabra” que de “escritora”. ¡Tenemos dos copias para regalar!

Pichilemu. 2014. Circo. Transformistas. Show. Un público de señoras, familias, niños, una tarde sentados mientras las mismas protagonistas de la velada cortaban entradas, vendían papas fritas y pasaban tomando fotos para el recuerdo para sobrevivir. Esa es su política economíca de supervivencia, y desde ese, a simple vista precario movimiento, logra emerger y mantenerse.

Patrimonio Sexual de Cristeva Cabello recorre una historia que genera movimientos al lector, potencia una complicidad circense para incluso aquellas personas que no han asistido al circo.

La carpa de Claudia Andrea “El espectáculo número 1 de transformistas en Chile” se ha presentado en la cárcel de mujeres, recorriendo el norte y la zona central. En una entrevista al diario Chañarcillo de la región de Atacama, la dueña decía que “ahora todos quieren ser transformistas, ahora todos quieren ser como nosotras”.

En el prólogo del biólogo feminista Jorge Díaz se habla de travestir el patrimonio, y también de cómo el patrimonio siempre ha sido travesti, pero esa parte no se cuenta.

Este patrimonio ha influenciado hasta hoy el devenir político, siendo las travestis, como recuerda Cabello en su crónica sexual, quienes en algún momento previo a la dictadura militar de Augusto Pinochet enseñaban a las famosas vedettes el show. Maggie Lay, por ejemplo, la última vedette del cabaret Bim Bam Bum, recuerda momentos de su carrera entre transformistas, travestis y cuerpos de deseo que para esa fecha aún no tenían nombres.

En este sentido la autora se pregunta ¿Acaso todo patrimonio es Heterosexual?

Desde dónde se escribe cuándo se escribe entonces ¿Quiénes escriben, por qué lo hacen, a quién le escriben, es la escritura un patrimonio, es heterosexual?

La historiadora, escritora y crítica del arte Françoise Choay describe esta necesidad de hablar de patrimonio y escribe “El culto rendido hoy al patrimonio histórico requiere mucho más que la constatación de una satisfacción. Es preciso preguntarse sobre su sentido porque éste culto, olvidado y a la vez rutilante, revela un estado de la sociedad y de los interrogantes que la habitan (…)”

Conversamos con la activista transfeminista Cristeva Cabello para aclarar todas las dudas que podrías tener sobre los circos transformistas.

Desde la comodidad de su pieza y con un resfriado que la ataca de a poco, Cabello nos cuenta.

Activismo de la palabra

¿Qué es lo que uno encuentra cuando llega al circo?

Uno se encuentra con una gran carpa de circo, muy similar a los circos que estamos acostumbrados, pero en vez de perros, tigres, payasos, lo que hay es transformismo, drag queens, personajes que son obscenos también, hay mucha pornografía popular, uso de dildo, lipsync, una estructura de espectáculo, mucha interacción con el público, con esas familias que van. Históricamente esto es muy familiar.

Lo que más duele y lo que me hace sentir a mí y escribir sobre esto, es que es otra generación de transformistas, es una generación mucho mayor, vieja, que fue parte de otra tradición de ser transformista que quizá no se adaptó al YouTube o las redes sociales y que es parte de una tradición que nos hace preguntarnos qué hacemos como sociedad con las cuerpas viejas de la comunidad LGBT, qué hacemos con esta comunidad que comienza a tener forma, nombre, espacios, que ya comienza a vivir una historia de olvido.

Los circos transformistas fueron el puntapíe inicial, nunca me llevaron a uno, nunca fui cuando pequeña a un circo transformista, ahí creo que hubiese sido muy distinta mi vida y mi sexualidad al participar de un espectáculo así. Cuando lo viví fue bastante estimulante.

¿Tienes objetivos con Patrimonio Sexual?

Patrimonio Sexual busca abrir preguntas, hacernos cuestionar, abrir dudas sobre lo que es la sexualidad, lo que es la diversidad de géneros, lo que son las disidencias sexuales y hacernos pensar en esas otras identidades sexuales que se quedan debajo de la escala LGBT o LGBTosas, como diría la activista boliviana María Galindo; porque hay ciertas identidades que se quedan afuera de este canon que es Q, T, I, y ahí aparece el transformismo como una expresión perdida de revolución.

Para mí es un acto fallido de revolución, que no fue, pero que continúa nuestras memorias, que continúa resistiendo y a la vez desde ese fracaso nos inspiramos. Hagámonos preguntas que no nos acostumbramos a hacernos, porque hay una idea de que hay ciertos temas que se pueden hablar de la disidencia sexual, hay una agenda gay, de elite gay que dice que sólo podemos discutir sobre matrimonio homosexual, sobre casamiento entre parejas del mismo sexo, sobre orientación sexual, diversidad, y muchas palabras que en realidad son vacías.

¿Con qué nos encontramos en Patrimonio Sexual?

En el libro Patrimonio Sexual te puedes encontrar con varias discusiones sobre feminismo, sobre la cuestión de la identidad sexual, identidad de género y construcción de género son muy importantes para pensar en contra de este binarismo sexual donde todo sería hombre y mujer, o estas políticas identitarias donde eres sólo gay o sólo lesbiana, que no son más que identidades hoy muy útiles para el neoliberalismo y para el mercado, incluso hoy pasa con el feminismo que es absorbido por el mercado.

Lo que me interesaba era poder hacer preguntas sobre una identidad que parece que no está y que es muy local, además, porque hay muchas discusiones sobre teoría de género, teoría feminista, donde lo trans y lo drag queen son parte de las discusiones, y ahí me parece interesante qué lugar podía ocupar el transformismo, como una identidad mucho más local asociada al circo que está en decadencia, que está en retirada, que han sido parte de nuestra historia chilena y  que nos habla de otras precariedades que son parte de nuestra historia.

Estos cuerpos son legítimos y son dignos para hacer una teoría, para pensar, para escribir emancipatoriamente sobre sexualidad y para discutir en contra de una agenda LGBT que parece muy rígida.


Cabello dice que el patrimonio sexual es una herida en el relato de una nación de recuerdos heterosexuales. Un quiebre en la historia y un comienzo a tratar el patrimonio sexual como tal y no como una porción o un gueto, o un movimiento que va desapareciendo opacado por un orgullo gay globalizado.

Recordar este patrimonio trata de desviar la mirada y hablar desde un ojo crítico sobre los lugares desde donde no se espera una politización del espacio. Construir la memoria que se eliminó bajo el régimen heterosexual. Esas travestis de población, de esas que logran operarse por el sistema público o juntando la plata para irse fuera del país, de esas que existen como patrimonio vivo, aquellas que quieren todo y no tienen cómo, que viven de la prostitución, de vender sopaipillas en la calle. Esas que parece que no existen.


¿Desde dónde escribes este libro?

Lo escribí desde un cierto rechazo y desconfianza hacia el espectáculo drag queen, la inclusión de las personas trans, a veces de un modo más utilitario para el Estado y las instituciones, que a pesar de la supuesta inclusión sigue legitimando la violencia o una una dominación masculina, esa es mi desconfianza principal, cuando pienso. Estar atento a que no nos creamos el cuento de que estamos avanzando, que está mejorando, que la sociedad está siendo más inclusiva, porque me parece que sigue siendo violento que la agenda y el debate siga hoy siendo el matrimonio igualitario, que no es una de las luchas principales del movimiento trans y también todo esto tampoco es tan claro como parece, por eso es una escritura de bastantes recortes, de idas y vueltas, tampoco tenemos la respuesta clara. Patrimonio sexual recoge momentos o lo que es las cuerpas que están más allá o al borde de lo LGBTI, en el olvido de esta comunidad

Para mí el lugar particular que yo defiendo desde mi perspectiva es el activismo de la palabra, que es no acomodarme con la figura del escritor que me parece lo más patuda y cómoda del mundo, me siento mucho más cómodo pensando en un activismo de la palabra que busca activar reflexiones.

El transformismo y el circo de hablan de una sexualidad popular no de una sexualidad de elite

Lo personal es político decían los feministas, necesito hacer el gesto de exponer cuerpos que marcan vidas, creo que tenemos una responsabilidad para hablar de esas violencias sexistas que son estructurales que se expresan en cuestiones muy cotidianas, y la escritura permite despertar y reconocer ciertas violencias que uno vivió y que la escritura te permite desatar y testimonear, a través de la escritura hay que evidencias violencias que se viven contra las disidentes sexuales. Ahí la autobiografía me parece importante.


En este libro, acompañado de una imagen de la artista travesti Hija de Perra tomada por la fotógrafa Zaida Gonzalez, se danza entre la biografía, las piezas periodísticas, la vida de una activista trans, la problematización del patrimonio y la tensión de un espacio como un circo de transformistas “el espectáculo número 1”. Un flujo constante, un ir y venir de la experiencia y las preguntas que de allí nacen y permiten cuestionar el patrimonio actual, a ese que se le rinde culto, al nacional, al monumental y al mundial ¿Por qué ese patrimonio? ¿Ese es todo el patrimonio? ¿Hay más? ¿Dónde está? Son algunas de las preguntas que se hace este libro y que invita a responder.

CONCURSO: Tenemos dos copias de Patrimonio Sexual para sortear entre quienes participen compartiendo este post de forma pública con el #PatrimonioSexualxPOUSTA

GANADORES:

Claudio Reyes 
Nico Cid

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