Ya sea en un festival de música o en el Gobierno, los cuicos simplemente no pueden atender bien un carro de comida ni menos la administración de un país porque están acostumbrados a que los sirvan pero nunca a servir.

Por Pablo Acuña

El fin de semana pasado fue Fauna Primavera. Música aparte, en la medida en que podemos desplazar a los intérpretes y bandas en el contexto de un festival abierto, parte de su proposición de valor fue el comer y beber. Esto, en el contexto de un mercado cerrado socioeconómicamente equivalente a una pulpería soviética pero con copas y pizzas, per se no es perverso. La productora, impulsada por el imperativo lógico de maximizar su ganancia, está perfectamente justificada en su monopolio y precios ridículamente exagerados. Esperar otra cosa para luego quejarse sería omitir las dinámicas que rigen este tipo de eventos.

Incentivos estrictamente económicos cubiertos, comer y beber, al igual que la música, son actividades profundamente humanas, y el fracaso en esa dimensión significa fracasar en todas. Danny Meyer, quién luego de abrir distintos restaurantes exitosos decidió llevar el concepto aplicado de hospitalidad a la comida rápida con Shake Shack, pontifica por el mundo su estilo humano de managment, y la tendencia en el cosmos gastronómico es hacia la hospitalidad. Recordando esto, luego de escuchar MGMT arriba de una rueda de feria, se cristalizó todo lo que estaba mal en la humanidad de quiénes nos atendieron ese día.

Categorizar a los cuicos es difícil. Más allá de una conversación casual, es fácil caer en resentimientos de clase o abajismo forzado. Oscar Contardo escribió todo un libro sobre ellos y no lo tituló “Cuicos” por lo mismo. Wikipedia dice, y me resisto a cuestionar esta versión un domingo en la mañana, que cuico es la contracción de “culiao” y “conchatumadre”, producto del odio que provocó en la cárcel un desafortunado reo siútico. Independiente de la ontología del cuico, sin embargo, es prudente observar que para ser una clase que en su mayoría recibió una impecable educación formal, es constantemente mal educada en su actuar social.

Es revelador que, ante la oferta de gastronomía de autor, un segmento importante del público en este evento optó por hacer la fila de Papa Johns, pizza que insólitamente no tenía el sabor característico dulce de su salsa y constituyó un pequeño milagro. Todos los incentivos para servir, sometidos al estrés de 10 mil personas, dieron paso a largas filas y caras largas y aburridas, expresión que asumen los cuicos cuando no entienden que servir es más que el acto físico de atender. Es difícil preparar equivocadamente un aperol, y que no sepa mal no debiese ser su máximo cumplido a inspirar.

Esto no debería sorprender. Fuera del festival, nuestro gobierno cuico está compuesto casi exclusivamente por culiaos y conchasumadres, situación que se volvió manifiesta con las noticias esta semana, trágicos e indignantes sucesos que me hacen sentir ridículo e incómodo al quejarme sobre tragos mal preparados y caras largas pero que, a lo lejos, se cruzan.

Es toda una clase la responsable de lo que ocurre, la que nunca aprendió cuando joven a servir y, enfrentados al desafío de hacerse cargo de problemas más grandes que ellos mismos, perpetúan la violencia que hoy nos indigna a todos. Los cuicos que nos atendieron el pasado fin de semana nos gobernarán en un futuro no muy lejano, y su desatención crónica a la humanidad de otros será la continuación de todas estas cosas por las que tuiteamos furiosamente, sin real agencia para cambiarlas.

Aquí es donde la comparación al sistema soviético se justifica. En un mercado cerrado, secuestrado por el lugar y utilizando una pulsera en vez de dinero, no tenemos realmente opciones. Todos elegimos estar ahí, pero nadie en su sano juicio decidiría pasar tiempo con cuicos, mucho menos ser atendido por ellos.

El acto de disfrutar música en comunión con otros no es tan lejano a compartir una comida, acto social que requiere modales, educación y hospitalidad, cosas que tristemente no estuvieron presente ahí. Cero estrellas.


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