Desertorxs, la identidad de la juventud chilena post-dictadura

Desertorxs (2017) es el último trabajo audiovisual de la joven artista española Quiela Nuc. La obra nace a raíz de una larga investigación sobre la identidad de las/os jóvenes chilenas/os post-dictadura, creando un relato colectivo que fluctúa entre lo individual y lo colectivo, en una obra que está creada a medio camino entre el documental y el videoarte.

Para presentar la pieza se realizará una exposición llamada “Techno-Post” el 17 de marzo en el Club Social de Artistas (Rogelio Ugarte #1147, Santiago Centro), en el que estará recopilado el material fotográfico de la primera visita de la artista en 2015, una instalación y la presentación en vivo de “Los Bárbara Blade”, los que además son los responsables de la musicalización y sonido de Desertorxs.

Para conocer más sobre el proyecto preparamos algunas preguntas a su realizadora Quiela Nuc.

La identidad chilena es un tema que muchas veces los jóvenes ignoramos o evitamos analizar. ¿Cómo nació este interés en el Chile contemporáneo? ¿Qué es lo que te atrae de acá?

Por un lado, creo que hay un sentimiento de unión generacional, y, por otro, una intención de emplear la historia reciente de Chile para hablar de España. Mis padres nacen a mediados de los sesenta en Madrid y alcanzan su adolescencia con la muerte de Franco (1975). Ellos y las personas de su generación hacen un trabajo de marketing espectacular con lo que llaman “transición”, un paso hacia la modernidad vestida de libertad sexual y música pop, la época del consenso y el lugar para todas y todos. Yo nací en 1990. España se creía rica y poderosa. Veinticinco años después del fin de la dictadura militar, la “transición” alcanza su auge, se siente un furor nacional y europeísta rodeado de especulación inmobiliaria, coca y música bakala.

Desde pequeña he sentido esa nostalgia por un tiempo no vivido, por una “transición” modélica. Ya en mi madurez descubro lo que en realidad fue una “postdictadura” plagada de silencios y desmemoria. En Chile encontré la posibilidad de indagar en esa nostalgia, la oportunidad de hablar de una “postdictatura” que por edad podría haber vivido y hacerlo con gente que, como yo, ha crecido con internet.

Acercarme a la historia reciente de Chile me ha armado de herramientas para analizar mi país. Encuentro tremendamente complejo estudiar y criticar el propio contexto, ya que desde chicxs se nos enseña estrategias de apego y fidelización a nuestro país, anulando toda capacidad crítica. Esta tarea es la que me toca hacer ahora.

En este sentido ¿Crees que quizá hay un desdén de parte de la juventud chilena por conceptos como el territorio o la identidad colectiva? ¿Crees que tenga solución?

Lo que más me sorprendió cuando empecé a encontrarme con personas nacidas a partir de 1988, es que tenían muchas ganas de discutir acerca de estos conceptos. De alguna manera, a quienes no hemos vivido un régimen dictatorial se nos niega la posibilidad de opinar sobre él, o nuestra opinión carece de valor frente al testimonio de alguien que lo vivió de primera mano. Podría decirse que a ojos de generaciones anteriores contamos con multitud de privilegios históricos. Sin embargo, lo que acontece actualmente en Chile (y en España) no es más que un continuismo de las bases que sentaron esas dictaduras y, sobre todo, esas transiciones.

Estas consecuencias nos atraviesan inevitablemente el cuerpo cada día. También creo que mi condición de extranjera facilitó esta apertura al diálogo, ese análisis del propio contexto que suele estar dormido por darlo por supuesto.

Durante el proceso de investigación y producción de la pieza tuve que lidiar con tres tipos de identidades: la chilena, la española y esa otra identidad híbrida y fluída que se construye en internet.

¿Cómo se fue dando el proceso de investigación para realizar esta obra? Llama la atención que figuras/situaciones tan locales de la cultura pop trasciendan hacia este trabajo, como el Bolocazzo o Piñera bailando Thriller.

El proceso de investigación terminó por dividirse en dos partes. Primero la tarea fue contactar con las personas que acabaron formando parte del proyecto por medio de sus declaraciones. En esta labor fue muy importante la ayuda de Isaac Díaz, artista chileno residente en Buenos Aires.

Al poco, conseguí una beca de producción que me costeó el viaje a Santiago, donde me reuní con Isaac. Él me presentó a varias/os amigas/os, y así surgió la primera cadena de contactos. Paralelamente y con la intención de que las y los entrevistados/as procediesen de lugares y vidas muy distintas, llevé a cabo un research en internet y ampliamos la agenda. Les entrevisté, les tomé fotos (posadas y robadas), hasta elaboramos microvideoperformances basadas en sus experiencias.

Volví a Madrid con una gran cantidad de material y con ninguna idea sobre qué hacer con él. El proyecto estuvo parado por más de un año, hasta que di con el formato que finalmente se convirtió en Desertorxs. La fórmula mashup me ayudó a generar esa voz en off que cambia de género y de versión de la historia constantemente, resultado de realizar un guión corta-pega con todas las declaraciones que tomé en Santiago.

Entonces el reto estaba en las imágenes. Como española, tenía que poner imágenes a una historia y a una cultura que no era la mía y tenía que ser lo más honesta posible con eso.

Escribí de nuevo a varias de las personas a las que había entrevistado y les pedí vídeos que formasen parte del imaginario del chile post. Es en este punto cuando la obra se torna aún más colaborativa. Me llegan entonces los videos de la Bolocco y Piñera.

Da la impresión en tu trabajo de que hay una configuración de lo emocional como político, a diferencia de cómo solemos analizar nuestra historia reciente, desde la razón y los hechos. ¿Cómo decidiste demarcar los límites expresivos/empáticos del film?

Como bien dices, existe una forma de acercarse a la Historia que se agarra a los hechos y a la razón. Una historia “objetiva” y llena de trampas que es la que leemos en los libros de texto y que, en la mayoría de los casos, no es más que una estrategia del sistema para mantener el orden social. Esta es la Historia con mayúsculas, un relato hegemónico que narra lo ocurrido a su conveniencia y que excluye de la narración a multitud de subjetividades susceptibles, en muchas ocasiones, a ser clasificadas como enemigas del Estado o terroristas.

Una Historia blanqueada y de compulsión al olvido en el caso de Chile (y de España, recordemos nuestras fosas). Una Historia que únicamente puede fragmentarse dando lugar a una multiplicidad de relatos, historias que hablen de lo que el cuerpo siente cuando vuelve a ganar Piñera y parte de la población saca a pasear el busto de Pinochet sin miedo a represalias. Yo quería hablar desde las emociones, desde los relatos íntimos, desde el recuerdo, desde los cuerpos. De ahí también la elección de la performance y el baile como elemento narrativo. Los encuentros en habitaciones, en cuartos propios.

¿Cuáles son tus proyecciones con respecto al estreno y exhibición de la obra en Chile?

Tener la posibilidad de llevar a cabo esta exposición es poder generar, de nuevo, ese punto de encuentro en el que compartir y seguir debatiendo sobre estos asuntos. Sería enriquecedor que se acercaran a la exposición personas totalmente ajenas al proceso de la obra. También es una oportunidad de exhibir cómo fue la fase de investigación y de mostrar esas caras que en Desertorxs permanecen bajo la capucha. Además, para mí es esencial que Los Bárbara Blade intervengan como una pieza más en la expo, que su música nos lleve a un estado de euforia colectiva en el que nos sintamos capaces de destruirlo todo.

“Desertorxs” estará en exhibición del 17 al 24 de marzo en Club Social de Artistas, Santiago y el 23 de marzo en Galería Worm, Valparaíso.

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