En el año 2008, los artistas plásticos Joaquín Cociña y Cristóbal León comenzaron a planear la idea de realizar un largometraje en stop motion, utilizando papeles, cartón, mucha cinta adhesiva, pintura y objetos que podrían ser recogidos de la basura. 10 años más tarde, la película “La Casa Lobo”, fue estrenada en la Berlinale y obtuvo uno de los premios más importantes de la categoría Forum, el “Caligari-Filmpreis” del German Federal Association of Comunal Film Work. La cinta les tomó cinco años de producción y tuvo una extensa itinerancia durante su proceso de realización, a través de exposiciones y talleres, dentro y fuera de Chile. Para Joaquín, el festival de cine de Berlín parecía estar fuera de todas las posibilidades. Sin embargo, la película fue seleccionada y tuvo una excelente acogida en sus cinco exhibiciones.

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“A los dos nos gustan los cuentos infantiles y los cuentos de hadas. Cada vez me interesan más los trabajos que tienen una primera superficie, pero que cuando vas escarbando, van apareciendo más y más cosas. Estos cuentos tienen muchas capas de lectura y son siempre terroríficos y moralizantes”.

La cinta relata la historia de María, una niña que ha logrado escapar de una colonia de alemanes que viven en el sur de Chile. La pequeña encuentra una casa abandonada en medio del bosque, donde se refugia y cría a dos chanchitos que a lo largo de la película se transforman en humanos. Los tres intentan vivir como una familia, pero el trauma de los abusos que sufrió María en la colonia, la persiguen. Es una especie de ilustración psicológica del trauma, inspirada en los hechos ocurridos en Colonia Dignidad a partir de los años 60, y contada a la manera de los cuentos infantiles alemanes, como las historietas de “Max und Moritz”, “Struwwelpeter” o los personajes de los hermanos Grimm.  “A los dos nos gustan los cuentos infantiles y los cuentos de hadas. Cada vez me interesan más los trabajos que tienen una primera superficie, pero que cuando vas escarbando, van apareciendo más y más cosas. Estos cuentos tienen muchas capas de lectura y son siempre terroríficos y moralizantes”, dice Joaquín Cociña.

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La investigación incluyó literatura sobre Colonia Dignidad y una larga recolección de fuentes de información y objetos para el rodaje. Ya a finales de los años 60 se empezaron a conocer en la prensa los primeros detalles respecto de las torturas y crímenes que ocurrían ahí dentro, luego de que el primer joven lograra escapar, tal como lo hace María en la película. Su nombre era Wolfgang Müller y en ese entonces fue condenado por injurias contra la secta. Sólo 50 años más tarde, en agosto del año 2017, la Corte Suprema de Chile anuló esa condena. Wolfgang cambió su apellido y desde Alemania, ha dedicado su vida a denunciar los abusos de los que fue víctima y testigo.

La investigación para la realización de la película también incluyó textos sobre la germanofilia en Chile y libros de los escritores Miguel Serrano y Roberto Bolaño. “En uno de los anuarios de la Colonia había un texto increíble que decía que las personas que la fundaron, habían vivido cosas terribles  en Europa, a propósito de los campos de concentración rusos luego de la derrota de Alemania, y que todas estas cosas los habían dejado muy mal. En el fondo, la Colonia era un lugar donde ellos podían hacer algo maravilloso para sentirse bien. Pero al final te das cuenta que lo que hicieron fue exactamente lo mismo. Recrearon el infierno que ellos mismos habían sufrido”, dice Cociña.

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Amalia Kassai, la actriz que le da voz a María, la protagonista, ya había realizado proyectos de cine y teatro sobre Colonia Dignidad, e incluso había llegado a investigar el acento con el que hablaban en el pueblo natal de Paul Schäfer en la década de los 60. Las instrucciones de los directores eran claras al momento de darle vida al personaje. Se imaginaron a una niña vulnerable, drogada o sedada con pastillas, tal como ocurría en la Colonia, y por lo tanto, el relato debía tener ese tono. “Nuestra indicación principal era clara: piensa que estás siendo lobotomizada, que estás con una pistola en la cabeza, pero sonríe mientras hablas”, cuenta Cristóbal. El tema era delicado, ya que la historia está inspirada en casos de abusos reales. Por lo mismo, decidieron no hacer explícito en la película el nombre de Colonia Dignidad, ni tampoco incluir nombres o testimonios de víctimas reales.

María se va dibujando en las paredes de la casa en donde ha encontrado un refugio para protegerse del lobo. Aparece y desaparece en sus distintas habitaciones. Va mezclando frases en español y alemán. Se agranda y se achica. Se hace transparente. Los chanchitos que vivían en el baño de la casa, se van transformando en seres humanos. Juntos celebran la Navidad y se encargan de los quehaceres de la casa. Ella los cría y los protege del eco de la voz del lobo, que desde el bosque repite y repite: María, María… . Los objetos de la casa cobran vida, se mueven, al mismo tiempo en que los personajes se despegan de la pintura que cubre los muros y se transforman en pequeñas esculturas de papel y cinta adhesiva.

La realización de “La Casa Lobo” se hizo abierta al público por medio de una exposición itinerante que duró cuatro años, y que incluyó lugares como el Museo Nacional de Bellas Artes, Balmaceda Arte Joven y el Centro Cultural de España, entre otros. Pero también llevaron su trabajo a ciudades como Ámsterdam, Hamburgo, Buenos Aires y Ciudad de México. Quienes visitaban la muestra podían observar a León y Cociña pintando, armando y fotografiando cada uno de los planos de la película. “Fue un proceso tremendo de aprendizaje sobre cómo hacer exposiciones, sobre todo, porque te haces consciente de quién es el público. Sabíamos día a día quiénes venían”, cuenta Cristóbal.

El estreno mundial de la película en la versión número 68 de la Berlinale, viene a cerrar una etapa de diez años de trabajo e investigación para León y Cociña, en la que además realizaron varios cortometrajes utilizando la misma técnica de trabajo y el stop motion. “Hicimos lo mejor que pudimos con este bloque de plasticidad narrativa. Pero somos súper anti estilo y tenemos la utopía de que no vamos a estar siempre haciendo cosas parecidas”, comenta Joaquín. Inspirados en la evolución del trabajo de artistas como los suizos Peter Fischli y David Weiss, creen estar preparados para luego de esta Berlinale dar vuelta la página y comenzar una nueva etapa en su trabajo.