Tras tocar en una banda de hardcore y estudiar batería en Berklee, la artista colombiana encontró su identidad musical en un conjunto de sintetizadores y máquinas de ritmos. Acts of Rebellion es su primer álbum de estudio, una propuesta crítica contra el sistema que se traduce en sencillos de carácter bailable.

por Alexis Paiva Mack

Cuando Juana Molina vino al Teatro San Ginés en agosto de 2017, Ela Minus recién empezaba su carrera en los escenarios extranjeros. Fue la primera y la única vez que la colombiana vino a Chile, oportunidad en la que abrió el espectáculo de la argentina con sus canciones de tintes cristalinos, interpretadas con una túnica blanca y el tatuaje de las alas de un ángel que exponía en su espalda.

“Recuerdo que en ese concierto estaba muy confundida, tenía muchos problemas técnicos y no pude estar 100% presente, pero estaba muy feliz de estar ahí”, dice.

En aquella instancia, la mayoría de los asistentes comentó la performance de la artista, quizás incluso más que la de Juana Molina. Después de todo, era solo una intérprete que simulaba el sonido de una banda entera a partir de sintetizadores análogos; sin un computador ni más que dos cases situados uno por encima del otro, con las frases “bright music” (música brillante) y “dark times” (tiempos oscuros) situadas en los costados.

Pero a pesar de que sus primeras canciones destacaban por sus melodías suaves, su primer LP titulado Acts of rebellion (2020), destaca por tener una presencia mucho más agresiva y revolucionaria, la cual transporta —inevitablemente— a sus oyentes hacia un espacio de comunión colectiva, en donde la música se convierte en el motor principal de diversas demandas sociales.

Desde su estudio, Ela Minus conversó con Pousta acerca de su formación musical, su debut discográfico con Domino Records y el set que usa en el estudio y en sus presentaciones en vivo.

Tus inicios en la música fueron con una banda de hardcore, ¿qué nos puedes contar de esa etapa?

El grupo se llamaba Ratón Pérez y lo hicimos con un grupo de amigos muy cercanos desde el preescolar. Éramos como hermanos, así que un día quisimos hacerlo y se volvió bastante serio; estuve ahí desde los 11 hasta los 18 años.

En algunos registros de esa época, se puede ver que los conciertos eran bastante agitados…

¡Era una locura! Me siento afortunada de haber tenido esa adolescencia, porque éramos cuatro personas muy felices haciendo música; era lo único que nos importaba. Tocábamos muchísimo, íbamos a todas las tocatas que nos invitaban. Viajamos por Colombia, solos, porque queríamos tocar.

Como éramos tan chiquitos llamábamos la atención, nos veíamos como unos bebés tocando hardcore. Creo que eso hizo que tuviésemos una pequeña escena alrededor nuestro. Siento que en mi país todos se acuerdan de mí, quizás no les importa tanto lo que hago como Ela Minus, pero como se acuerdan de Ratón Pérez con tanto cariño, me quieren todavía. Esos años fueron especiales.

¿Qué música escuchabas en ese tiempo?

Un poco de emo, pero sobre todo Fugazi, estaba obsesionadísima con ellos. Cuando era más joven escuchaba Metallica, Queen y rock mainstream; después pasé a Pantera y bandas como As I Lay Dying y similares. También Sonic Youth, Minor Threat y mucho hardcore; pero cuando conocí a Radiohead cambió todo para mí.

¿A qué edad te fuiste desde Colombia a Estados Unidos?

A los 18 años, me fui para estudiar música en Berklee.

¿Cómo fue tu experiencia ahí? Si consideramos que venías con estas influencias a un ambiente de personas que les tiende a gustar más el jazz y otros géneros.

Era la rara en todos los sentidos: en lo que escuchaba, de dónde venía y por lo que tocaba. Toda la gente latina que conocí ahí interpretaba la música folclórica de su país, mientras que yo no, tampoco tenía talento para eso. Aparte de que era mujer, el 95% del alumnado eran hombres y en mi carrera (batería) éramos solo dos mujeres.

¿Cómo pasaste de esa etapa hardcore a la primera etapa de Ela Minus?

Pasaron muchos años. Si bien yo seguía escuchando esa música en mi casa, estaba estudiando jazz, siempre me ha encantado también. Empecé a suavizarme y a aprender; tenía 19 años, por lo que maduré y quise componer no solo desde la rabia. También me expandí: descubrí a Four Tet, Caribou y ya era súper fan de Radiohead. Toda esta onda sigue siendo mi música electrónica favorita.

De a poco fui por ese lado y estudié sobre sintetizadores. La primera etapa de Ela Minus fue súper intuitiva. Tenía las máquinas, sabía qué quería hacer y lo intenté con la última banda que tuve, pero no les interesó, así que decidí hacerlo sola.. “Jamaica” fue la primera canción que hice en toda mi vida, por eso ese EP se llamó First Words; me sentía como un bebé balbuceando.

¿Cómo empezaste a experimentar con tu set?

Nunca me gustó hacer música con PC, no me inspiran en ese sentido. Primero compré un drum machine solo para jugar, pero me enamoré inmediatamente, ahí supe que esto era lo mío. Después adquirí un sinte de bajo, luego uno polifónico y un secuenciador midi. En realidad fue bastante sencillo y no ha cambiado mucho con los años.

Es interesante lo que decías antes, porque “Jamaica” desapareció de las plataformas de streaming…

Quería darle la oportunidad al álbum de existir por sí mismo. Mi esencia es ser lo opuesto a todo lo que está pasando. Así me nació y si veo para atrás, en ese momento yo sentía que la mayoría de la gente a mi alrededor estaba obsesionada con la idea del éxito y hacer la música perfecta en el tiempo que fuese necesario. Yo quise hacer lo contrario y sacar EPs súper rápido para que mi crecimiento estuviese público.

Desde ese punto de vista, me pareció un peso, porque no todo el mundo entendería la conexión entre “Jamaica” y lo que hago ahora; a mucha gente no le hace sentido. Sigo muy orgullosa, no me arrepiento de nada, pero quise quitar mis primeros dos sencillos para darle oportunidad a esta nueva “yo”, sin tener que cargar con el pasado. Los voy a reponer después.

La estética que tenías antes estaba basada en el color blanco, mientras que ahora pasaste al negro, incluso la portada de Acts of rebellion (2020) tiene tonalidades oscuras. ¿Cómo se gestó esa transformación?

Creo que fueron bastantes cosas. Veo mi primera etapa como si Ela Minus fuera otra persona; esos primeros EPs fueron como un bebé que creció con el tiempo. Es como una metáfora de mí misma. Me fui conociendo y a medida que lo hacía, me liberaba y llegaba más profundo. Mi personalidad es más como esa etapa de dulzura y felicidad, pero siempre he tenido este otro lado melancólico y musicalmente agresivo, como el hardcore que hacía cuando era joven; pero por alguna razón lo estaba ocultando de adulta, sentía que si mostraba ese lado la gente no me quería tanto.

Empecé a viajar sola, a tocar mucho y a improvisar en vivo, en países en donde nadie me conocía y en donde tenía la libertad de hacer lo que quería. De a poco me fui acercando más a este sonido, que es más como yo en este momento; pero creo que la luminosidad de las primeras canciones sigue presente en estas, solo que de otra manera.

¿Qué podemos esperar de tus próximos conciertos?

Hice el disco pensando en un antro, chiquito, con mucha gente amontonada y con un sonido súper fiestero. No quiero que haya tarima, porque en verdad me siento parte del público. Mi forma de acercarme a la música siempre ha sido más como fan, sobretodo de los conciertos y la experiencia en vivo. Mientras componía, imaginaba estar tocando en medio de todos, en esta comunión que es súper poderosa y en la que todos estamos al mismo nivel cantando canciones de protesta y liberación.

¿Qué equipos recomendarías a las personas que aspiran a tocar música de la misma forma que tú?

No tienen que hacer lo que yo hago, sino conocerse a ustedes mismos. Yo les diría que tengan un acercamiento como si estuvieran buscando un instrumento acústico. El set más sencillo posible sería con un secuenciador, un sintetizador de bajos, uno para acordes y una máquina de ritmos. Mi mayor consejo es que jueguen mucho y no piensen en más que pasarlo bien, conocer sus herramientas e intentar crear una relación con ellas; si no les funciona, vendan y compren otra, pero manténganse minimales. Esos instrumentos van a ser sus amigos.