Es increíble que ya ha pasado casi una década desde la mítica edición Lollapalooza 2011.


Hace casi una década se anunció la venida de uno de los festivales más grandes e importantes del mundo. No fue Londres o Tokio quienes recibieron una de las propuestas más insurgentes realizadas en Estados Unidos, país donde sus habitantes se mueven de costa a costa para disfrutar de festivales llenos de música, drogas y estilos de que definen generaciones; Santiago de Chile, capital de una de las naciones más australes del cono sur, se convirtió en la primera ciudad en recibir la internalización del evento y tras ese anuncio el año 2010, la gente se volvió loca y se crearon no grandes, sino gigantescas expectativas.  

Atrás quedaron los años en que las mega estrellas cobraban cientos de miles de pesos por una hora de show. Lollapalooza proponía el disfrute de grandes rostros por la mitad del precio y durante un fin de semana completo. O por lo menos a eso apuntaba en un principio.

El cartel de artistas que se presentaron el 2011 fue variado y primó el rock por sobre todos los géneros (aunque con claras excepciones llevadas a cabo por los artistas chilenos). El plato fuerte lo trajo The Killers, 30 Seconds To Mars, Janes Addiction, Deftones y Kanye West. El precio de las entradas en su preventa general fue de 55 mil pesos y 160 mil VIP más cargos por servicios.

Sin incidentes, esta primera edición obtuvo la aprobación general de sus asistentes que dieron el visto bueno a la seguridad, el poder caminar por el parque sin empujones y tener una entrada con precios asequibles considerando la amalgama de intérpretes que estuvieron el Parque O’Higgins el sábado 2 y domingo 3 de abril de ese año.


La revista especializada en música, Rockaxis, tan solo reprochó la capacidad vocal de Jared Leto afirmando que el artista se encontraba “completamente descompensado” pero fuera de eso, la aceptación general del evento auguraba una tradición que se mantendría con los años según lo estipulaba la organización.

Aunque esto no fue así.

Conforme fueron pasando los años el público se dio cuenta que la organización del evento realizaba un Lollapalooza al estilo chileno en lugar de traer la originalidad y espíritu de Chicago. Esto llevó a que el mercado hiciera lo correspondiente a cuando una instancia se vuelve masiva: intensificar el marketing para inflarlo al punto de que la reunión musical se transformase en un evento para la élite.

Desde sus inicios, las entradas para el festival han subido un 84%. De hecho, los tickets en Santiago son las más caros después de Brasil y Estados Unidos, aunque en este último país la celebración dura 4 días.

Lollapalooza continuó atiborrado de gente pero su imagen decayó por completo, los memes de chicas con coronas de flores y zorrones que no conocían a los grupos por los que habían pagado su entrada se convirtieron en imágenes habituales que proliferaban durante abril. También había quejas por las filas, el precio de la comida, la seguridad y un sinfín de aristas que transformó a Lollapalooza en una instancia donde se enfrentaban los verdaderamente apasionados por la música contra quienes iban a #Figurar #CarpeDiem #Yolo


Este año sin embargo, hubo un cambio positivo respecto al evento, porque si bien los 8 años de duración del festival parecen haber pasado volando, un cambio generacional removió por completo las bases del evento.

Si antes Lollapalooza era una instancia donde los cantantes nacionales primaban en el Line-Up, en esta oportunidad los exponentes nacionales se codearon con los favoritismos en un festival donde lo urbano se antepuso a cualquier género.

Gianluca, Drefquila, Tomasa del real, Paloma Mami -que ha sido noticia por sobrepasar la capacidad en una presentación de 20 minutos donde pidió perrear con respeto- Kendrick Lamar y otros exponentes, callaron las críticas sobre una cartelera cuestionada en algún momento por incluir nombres como los de Américo y Juanes, que dicho sea de paso también terminaron acallando cualquier crítica por la calidad de sus show y la respuesta del público.

Cambió la moda, la audiencia -mucho más joven que años anteriores- y si bien hubo diferentes problemas de sonido, a un día de terminado el festival se puede inferir que la evaluación fue más que satisfactoria y positiva para sus asistentes.

En lo anglo, lo queer se instauró con Years & Years y Troye Sivan atiborrando las graderías para dos exponentes que propusieron convertirse en la referencia generacional que ellos mismos no tuvieron.

https://www.youtube.com/watch?v=6CSKdHEGQWo


La edición del 2019 abre las puertas hacia nuevos rumbos del festival, que cambió su tradicional rock por una apuesta del neo reggaetón que funcionó para sorpresa de todos. Es imposible no criticar al festival, después de todo, el alto precio de sus entradas pocas veces justifica los malos ratos que viven sus asistentes frente al colapso del Parque O’Higgins. Sin embargo, mientras Lollapalooza envejece y no es la novedad que resultó ser el año 2011, si pudo reivindicarse y enseñar que se encuentra más fresco que nunca.